Elecciones 28-M

Cs, el arma de Sánchez para frenar a Feijóo en la Comunidad Valenciana

Los votos a los naranjas no suman escaños, pero pueden ayudar a resistir a Puig y también a Lambán frente al PP

Feijóo en un mitin del PP en Getafe.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ayer, en GetafeDavid MudarraPP

Ciudadanos (Cs) no consigue escaños en las proyecciones demoscópicas, pero puede ser el «arma» clave en el desenlace de las elecciones del 28-M en favor de Pedro Sánchez en feudos sobre los que están puestas todas las miradas en estos próximos comicios, como es el caso de la Comunidad Valenciana y Aragón. Los naranjas quitan votos a la derecha, pero son «papeletas condenadas» a no obtener representación parlamentaria, por lo que, según apuntan las encuestas, solo servirían para evitar el cambio y que resistan en el gobierno los barones socialistas Ximo Puig y Javier Lambán. El mapa está tan apretado que las proyecciones anticipan que puede darse la situación de que la derecha se quede a un escaño de tener la mayoría en las Cortes Valencianas, unos quinientos votos, y que Puig pueda mantener el Pacto del Botánico sólo gracias a que Cs consiga varios miles de papeletas.

El reajuste que se ha producido en el bloque de la derecha desde la llegada a Madrid de Alberto Núñez Feijóo, y con la caída en barrena de la formación naranja, lleva a que en estos comicios Cs reste valor en vez de sumarlo: los votos que le llegan son votos perdidos, ya que no se revierten en escaños por no alcanzar el mínimo de representación que fija la ley D’Hont.

Tan es así que en el tablero electoral de Moncloa tanto Cs como Vox son dos fichas con papel de «agentes dobles» porque los estrategas del presidente creen que pueden cumplir un muy útil servicio a favor de Sánchez: una clave que está siendo determinante en el diseño segmentado de las campañas para los territorios en los que hay más posibilidades de que el apoyo a estos dos partidos rente implícitamente

Perfil moderado

Es un hecho que tanto Puig como Lambán han optado por un perfil de centro, moderado, con el que pueda identificarse el votante de Cs. La ganancia a la que aspiran es doble, captar algo de voto de estas siglas y, al mismo tiempo, debilitar lo que se quede en el saco de Cs para que sea una inversión inútil en la causa del centroderecha. Puig es el modelo con su campaña presidencial, más centrada en su figura que en la de los socios porque sabe que está mejor valorado, y con un mensaje moderado que intenta poner sordina a sus aliados de esta legislatura, e imprescindibles para que pueda seguir al frente de la Generalitat.

Al tiempo, Moncloa quiere creer que Vox sigue siendo el instrumento con el que movilizar a su votante en una especie de frente popular para frenar a la derecha. En las anteriores elecciones no ha resultado una táctica rentable, pero los «fontaneros» electorales del PSOE no renuncian a la «carta» de la asimilación del PP con Vox para intentar agitar su granero electoral con ese mantra de la amenaza de la extrema derecha.

Pero las campañas, por muy medidas que estén, siempre tienen que sortear imprevistos y en las filas socialistas ha estallado la decisión de Bildu de incluir a etarras en las listas del 28-M: la alianza estructural cuajada en esta legislatura con los proetarras es muy mal entendida en Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha, y este ruido no suma a la marca PSOE.

Incertidumbre

La incertidumbre que dejan las encuestas está agitando los nervios internos en los partidos y también ha llevado a que se reajusten las campañas para tapar los agujeros que detectan los gurús electorales. Por medio se ha colado el plebiscito personal en el que Sánchez ha decidido convertir el 28-M contra el criterio de sus barones y candidatos. Vuelve a ser una nueva apuesta del «sanchismo» al todo o nada, que, debido a los malos resultados de anteriores elecciones, ha encendido las luces en los comités de campaña territoriales. Aunque de igual manera también está desestabilizando la serenidad de candidatos y cuadros intermedios del PP, que hoy ya no ven tan segura la fotografía final del 28-M.

Si el PSOE resiste territorialmente, Sánchez estará en condiciones de salir a colgarse la medalla de haberse echado a la espalda la remontada y haber ganado el órdago. Una victoria personal que parece destinada a callar voces internas que cuestionan sus políticas y alianzas. Sánchez quiere ganar tanto a Feijóo como al PSOE, sabedor de que son los suyos los que también van contando que el presidente, o el llamado «sanchismo», se han convertido en una pesada carga para las siglas del partido.

Por cierto, Moncloa tiene perfectamente localizadas a esas voces críticas, «enfiladas», comentan en el núcleo duro de Sánchez. Si el envite del 28-M permite una salida digna, entonces el equipo del presidente dirá que éste sale coronado para seguir en La Moncloa sin nada ni nadie que pueda impedírselo, pero si los resultados no acompañan,buscará un «chivo expiatorio» dentro del equipo electoral, y la «espada puede caer sobre cualquier cabeza». De la misma manera, el PP reconoce que, si no consiguieran una mayoría en votos, el resultado sería decepcionante y un golpe a administrar internamente porque dejaría muy tocado el mantra de que Feijóo «es un ganador», al que se aferran, por cierto, en su partido como si fuera una especie de conjuro que hasta ahora les ha llevado a tener una confianza absoluta en la victoria.