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Crónica de una huida

Chivite sigue la estrategia de Sánchez para no caer

La presidenta navarra se parapeta en que no hay ni un solo informe en el que le salpiquen las «mordidas» en obras públicas

María Chivite optó ayer por seguir la hoja de ruta elegida por su líder nacional, Pedro Sánchez, para intentar sortear el escándalo de su «número dos», Ramón Alzórriz.

De él se supo esta semana que su pareja trabajó durante más de tres años, de 2021 a 2024, para Servinabar, una de las empresas que presuntamente habría pagado «mordidas» a la «trama Koldo», a cambio de ser los elegidos para ejecutar obras públicas.

Siguiendo el camino que marcó el presidente del Gobierno, ella no dimite como presidenta navarra y ofrece, como forma de depurar responsabilidad suficiente, el cese de Alzórriz como su mano derecha en el Partido Socialista de Navarra (PSN).

Lo limita todo a una «pérdida de confianza» en él para mantenerlo en el puesto de vicesecretario general de la federación socialista navarra porque «no comunicó» la vinculación de la persona con quien comparte vida con esta compañía supuestamente implicada en las corruptelas urdidas por Santos Cerdán.

Con su salida del puesto orgánico, para la presidenta navarra asume «las responsabilidades del error».

Chivite defiende, en todo caso, su integridad como político y niega su implicación en alguna «ilegalidad en ninguna indicación».

La baronesa de Ferraz se apoya en que «no hay ningún informe» que lo señale y, por tanto, merece seguir como diputado. Eso sí, el señalado Alzórriz acudió en el mediodía de ayer a presentar su renuncia como portavoz adjunto del grupo parlamentario socialista en la Cámara regional.

En la comparecencia con la que Chivite negó que estuviese en posición de tener que dimitir al no existir «argumentos» que lo hiciesen preciso. El suyo, en cambio, fue uno: que ni Alzórriz ni Cerdán son miembros de su Ejecutivo.

Incluso se vivió un momento de palpable tensión en la comparecencia, cuando decidió poner la mano en el fuego por su principal colaborador, asegurando que no formaría un cuarteto con Ábalos-Koldo-Cerdán.

A la presidenta le crecen los enanos en sus socios, en medio de una situación de inestabilidad gubernamental que hace muchos años que no se vivía en la comunidad.

Una dirigente de Podemos –formación con la que comparte poder– exigió a la vicepresidenta tercera morada, Begoña Alfaro, que dejase a Chivite porque el Gobierno del que aún forman parte «está bajo el foco de la UCO».

Lo está porque Servinabar, propiedad del empresario amigo de Cerdán, Antxón Alonso, obtuvo el contrato público para llevar a cabo obras de desdoblamiento del túnel de Belate, con un presupuesto de por medio de 76 millones.

Se da la circunstancia de que la concesión la firmó en última instancia el propio tío de la presidenta, Óscar Chivite, como consejero de Cohesión Territorial.

Este familiar de la presidenta sigue siendo uno más en su Ejecutivo, «con la que está cayendo», como dijeron desde la oposición. Según reveló este diario, la constructora que gestionó Óscar Chivite (Lauburu SL) compartió la ejecución de obra civil con otra compañía clave.

Y mientras tanto a Madrid llegó ayer uno de los hombres de Chivite como sustituto del investigado y desterrado Cerdán. Un desconocido concejal de Ansoáin, de nombre Iván Cacho, se estrenó en la Carrera de San Jerónimo, y la bienvenida no pudo ser más amarga.

Después de que jurase la Constitución, el único diputado de UPN en la capital, Alberto Catalán, subió a la tribuna y defendió que tanto Chivite como Sánchez tienen el deber de echarse a un lado. Solo el tiempo y las pesquisas policiales lo dirán.