Opinión

La coalición del caos

No, la legislatura no se acaba. Apenas ha empezado y el follón está asegurado

Yolanda Diaz y María Jesús Montero en el pleno del Congreso, reunido excepcionalmente en el Senado, debate la convalidación de tres decretos del Gobierno con medidas para amortiguar la crisis sin que todavía haya logrado los apoyos necesarios para sacarlos adelante, por lo que se prevé una negociación in extremis, especialmente con partidos como Junts. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 10 01 2024
Yolanda Díaz y María Jesús MonteroAlberto R. RoldánFotógrafos

Si Puigdemont no mordía esta vez, la leyenda del huido se habría desvanecido. Después de tanto ladrar, no tenía más remedio que pegarle una dentellada a Sánchez, que finalmente se quedó en raspadura. Los de Junts se ausentaron o abstuvieron, cual pusilánimes, siempre a medias. La cara de Montero era de duelo. Tanto reírse de la fábula de Pedro y el lobo, para chocarse de bruces contra realidad. Por más que parezca que nunca viene, al final el lobo siempre llega. Esta vez, en forma de aviso. Le tumban un decreto y saca lo demás por los pelos. Puigdemont no quiso hundir a Sánchez, solo tocarle. Podemos, en cambio, aporreó a Yolanda, segunda perdedora de la jornada. El primero, el presidente. El prófugo se llevó las balanzas fiscales y las competencias sobre inmigración. Nada menos. El circo en el Senado. La primera conclusión es que el Gobierno no solo no-tiene-mayoría, sino que, además, depende de la voluntad de un trastornado que sabe negociar. Que le pregunten si no a Aragonès, a quien dejó vendido en la Generalitat. Aunque de momento, solo amaga. Sánchez logra su objetivo a medias. No fue una debacle plena, pero sabe que su coalición es la del caos, con un enemigo principal, el fugitivo, y uno añadido, Iglesias. Bienvenidos a la realidad. A veces merece la pena comprobar cómo aún queda en España algo de división de poderes. El legislativo existe. Solo que en su versión circense. Tras las risas y carcajadas contra Feijóo en la investidura, el rechinar de dientes y el esperpento de ayer. Salvados por la campana. Pero sabiendo ya que esto va en serio. La amnistía no es suficiente para comprar a Puigdemont. Y Belarra va a por Yolanda.

Claro que decía Bolaños que ellos no perderían, sino los ciudadanos. Bonita frase, pero «fake». El Gobierno ha perdido la oportunidad de hacer las cosas como es debido. Si no tienes mayoría, debes negociar, no imponer. Porque puede que a algún socio no le guste ese método. Ergo, si la gente iba a ver cómo le subían la luz, o le bajaban la pensión, o le tocaba pagar por el transporte público, la culpa no era de la oposición ni de Puigdemont, como recordó Míriam Nogueras al grito de «Visca Catalunya Lliure»: «La culpa es de ustedes, por no enterarse de que no tienen mayoría». Los diez mil millones de la UE (que ya vendrán) los perderían los ciudadanos por la soberbia del Gobierno. Por no querer enterarse del precio que va a tener que pagar, de verdad, a cambio de los siete votos del orate. Y el precio está claro. Lo dice Page en su «Teoría del Mando a Distancia»: esta es una legislatura «en libertad vigilada», con un control accionado desde fuera de España, para bochorno de quien ha decidido gobernar así, absolviendo de sus delitos a quienes merecen ser juzgados, sometiendo a los suyos a fotografías infames en Bruselas, teniendo que ir a Ginebra para arrastrarse ante quien ayer le recordó que su mayoría es pírrica y no es para reírse cual hiena en las Cortes, sino para ceder un día tras otro ante el próximo chantaje que se le ponga en el flequillo.

«Cuando le fallen sus socios, no venga a buscarnos». Dijo Feijóo y cumplió. No podía hacer otra cosa tras denunciar que someter el interés general a beneficios personales es corrupción política. Nunca una compra de voluntades fue tan obscena. Semejante comportamiento inhabilita cualquier tipo de acuerdo con quien pide apoyo in extremis, pero a cambio de nada. Como dice Podemos: no somos menos que los demás, nos pidieron el voto gratis y los cinco escaños que controla Belarra valen tanto como los del PNV de Ortuzar. Quede claro, Yolanda.

No, la legislatura no se acaba. Apenas ha empezado. Pero el desorden es de tal magnitud, que difícilmente nadie puede ocultar la realidad del desgobierno. El follón está asegurado.