Cataluña

La decadencia del independentismo fortalece la Monarquía

El presidente Illa ha devuelto la normalidad a la relación de la Generalitat con el Rey, como ha vuelto a verse en el Mobile

El Rey saluda a Salvador Illa en presencia de Pedro Sánchez en la inauguración del MWC. LORENA SOPENA-EUROPA PRESS 03/03/2025
El Rey saluda a Salvador Illa en presencia de Pedro Sánchez en la inauguración del MWC.LORENA SOPENA-EUROPA PRESSEuropa Press

El Mobile World Congress (MWC) regresa un año más a Barcelona con las últimas novedades globales en tecnología. Este importante congreso internacional arrancó ayer con una conferencia inaugural a la que asistió el Rey.

Felipe VI se reencontró con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y con el presidente catalán, Salvador Illa, que recibió al Monarca a su llegada al evento, dejando una imagen que no se producía desde 2017, año en el que comenzó el «procés».

Las autoridades iniciaron una visita por las distintas exposiciones e instalaciones para ver las últimas novedades tecnológicas y de conectividad. Antes de visitar el estand de la Generalitat, llamado «Catalonia», y como primera parada del recorrido, el Rey se acercó al espacio de la Mobile World Capital Barcelona.

Esta escena se vive precisamente cuando el independentismo vive un mal momento, tanto a nivel político como a nivel social y cultural. Lo que durante los años 2012 a 2017 parecía una realidad, esto es, la construcción de una base social catalana con la idea de la independencia en el horizonte y remando todos a una, hoy parece que está más lejos que nunca.

Y es que las principales entidades que lideraron el activismo durante el «procés», Òmnium Cultural y la Asamblea Nacional Catalana (ANC), así como el «gobierno en el exilio» que se creó para liderar la Generalitat desde Bruselas, el Consell de la República, parecen vivir tiempos turbulentos en los que no tienen ni unidad interna, ni despiertan entusiasmo entre las bases separatistas, ni cuentan con una estrategia clara. Esos problemas, además, son igual de aplicables a los partidos, Junts y ERC.

Para llegar a un objetivo como el de la secesión hacen falta líderes que aúnen sensibilidades diversas y que unifiquen a la masa. Sin embargo, nada más lejos de la realidad para el separatismo. En la ANC son habituales las guerras internas y ahora han vuelto a aflorar de nuevo bajo la presidencia de Lluís Llach.

El sector crítico intentó bloquear la elección de Llach como presidente. Finalmente, la situación se desatascó, pero ya durante la preparación de la nueva hoja de ruta aparecieron algunas críticas por cómo se habían gestionado las enmiendas. Por otro lado, Josep Costa, exvicepresidente del Parlament, hizo público a través de la red X que había abandonado el pleno del secretariado nacional, y acusó a Llach y a su dirección de tener una actitud «despótica».

El Consell de la República tampoco vive su mejor momento, después de que el nuevo presidente, Jordi Domingo, acusase a la entidad de ser, desde su fundación, «un satélite de Junts» y de utilizarse únicamente para favorecer los intereses de los posconvergentes. Ni ERC ni la CUP han mostrado especial entusiasmo en el Consell, abandonando su participación en el mismo desde el principio, cuando se fundó en 2018.

Esta falta de unidad también es latente en los partidos. Sin ir más lejos, ERC cerró recientemente la primera parte de un congreso en el que se eligió nueva dirección, evidenciándose todas las críticas internas que hay al presidente, Oriol Junqueras, y las grietas que existen entre históricos como Marta Rovira o Ernest Maragall.

Probablemente, estas guerras internas que hay dentro de entidades y partidos no sean la mejor carta de presentación para un electorado que se siente huérfano y decepcionado después de la fallida proclamación de la República en 2017.

Los datos del Centro de Estudios de Opinión del pasado noviembre constatan que, hoy por hoy, el apoyo a la independencia en Cataluña está en mínimos históricos, representando únicamente un 40%. Además, un 15% de los que hoy no son independentistas declaran haberlo sido en el pasado, pero haberse desencantado tras los sucesos de 2017.

Esa poca movilización social que tiene el separatismo también se ve en las entidades. Y es que la ANC ha perdido un 25% de los socios que tenía en 2019, pasando de los 40.000 miembros de hace seis años a los 30.000 con los que cuenta actualmente. Esta tendencia se traslada al Consell, que celebró elecciones recientemente. En dichos comicios participó únicamente el 9,06% de los 89.474 electores registrados. La bajísima participación no hace sino evidenciar el desinterés absoluto que el independentismo tiene ya por esta entidad. Tal vez, el desapego viene de que un histórico como Toni Comín, actual eurodiputado fugado de Junts, vicepresidente del Consell y perdedor de las elecciones, se viera envuelto en acusaciones de desviar fondos de la entidad y de acoso sexual.

Pero, tal vez, lo que constata más la pérdida de adeptos de las entidades y partidos independentistas es que, hoy por hoy, ni Junts ni ERC gobiernan ninguna de las tres instituciones políticas más importantes de Cataluña: la Generalitat, la Diputación de Barcelona y el Ayuntamiento de Barcelona; ni tienen mayoría en el Parlament.

Como se ha visto, a día de hoy, el separatismo no es mayoría, y las propias entidades lo saben. También saben que, sin suficientes apoyos, es imposible construir una estrategia o un plan de acción. De este modo, tanto Òmnium Cultural como la Asamblea han pasado en los últimos meses por procesos en los que han definido nuevas hojas de ruta. Òmnium, por ejemplo, ha fijado que toda acción política y social en 2025 deberá estar orientada a la lengua, la escuela y la cohesión social, elementos clave, dicen, para construir y fortalecer un sentimiento de pertenencia a la «nación catalana» y para paliar esa sensación de «desánimo y frustración».

Además, pretenden influir en la educación para promover el «catalanismo democrático» y para contrarrestar, dicen, el auge de los discursos de extrema derecha.

Por su parte, la nueva hoja de ruta de la ANC asume que la independencia no es viable a corto plazo y busca ampliar su base social participando en debates políticos y sociales, aunque no renuncia a la unilateralidad.