
Política
El fracaso del Consell de la República, el "chiringuito" de Puigdemont
El órgano llamado a ser el «gobierno en el exilio» solo ha traído divisiones dentro del movimiento independentista, disputas entre Junts y ERC y acusaciones de poca transparencia por la gestión de Comín

El Consell de la República nació en 2018 con la pompa y solemnidad de una institución llamada a liderar el independentismo «desde el exilio». Carles Puigdemont, artífice del proyecto, lo presentó, en un acto con altos líderes de Junts y de ERC, como el «gobierno legítimo» tras la aplicación del artículo 155 en Cataluña y su huida a Bélgica por el procés. Se suponía que debía ser un instrumento para internacionalizar el conflicto catalán y marcar la estrategia a seguir desde fuera de las instituciones autonómicas.
Sin embargo, lo que comenzó como una entidad que pretendía liderar el secesionismo ha terminado convirtiéndose en una caricatura de sí misma, con luchas internas, escaso apoyo y un descrédito absoluto incluso dentro del movimiento.
Desde sus primeros pasos, el Consell de la República estuvo marcado por las disputas entre los propios partidos independentistas. ERC, que ya desde el principio mostró escaso entusiasmo, terminó desvinculándose casi por completo, viendo en la institución un simple altavoz de Puigdemont y su partido, Junts per Catalunya. La CUP nunca se tomó en serio el proyecto y al considerarlo únicamente «simbólico». La falta de unidad dentro del propio independentismo privó al Consell de cualquier capacidad real de actuación. Con los años, quedó en evidencia que ni internacionalizaba el conflicto ni unificaba a los secesionistas. Más bien, se convirtió en un foco de divisiones y desconfianza interna.
En paralelo, la falta de transparencia y la gestión caótica minaron aún más su credibilidad. Las promesas iniciales de ser un gobierno paralelo o un Parlamento en el exilio se fueron diluyendo hasta dejar una estructura sin rumbo, cada vez más alejada de la realidad política catalana.
Elecciones envueltas en escándalos de corrupción y sexual
Hace unos meses, Carles Puigdemont anunció su renuncia como presidente de la entidad para poder dedicarse por entero a su liderazgo en Junts, lo que llevó al órgano a la convocatoria de elecciones. Una de las caras más visibles que se presentaron a los comicios fue la de Toni Comín, vicepresidente del Consell durante la etapa de Puigdemont.
Sin embargo, el eurodiputado de Junts, fugado, se vio envuelto en dos escándalos. El primero, de corrupción. Una auditoría externa reveló que el eurodiputado incurrió en «gastos injustificados» por valor de más de 15.000 euros, financiados con fondos del Consell de la República. Entre los gastos cuestionados se encuentran el pago de una multa de tráfico de 363 euros, el alquiler de un coche por 1.997 euros, el alquiler de un apartamento por 2.562 euros, el pago de un impuesto de 4.608 euros relacionado con otro apartamento en Lovaina, y retiradas de efectivo por 6.000 euros. Estos fondos proceden de donaciones de ciudadanos independentistas, lo que ha generado un gran malestar dentro del movimiento.
El segundo, de acoso sexual y psicológico. Hace unas semanas trascendía que un exasesor de Junts había denunciado a Comín ante el Parlamento Europeo (PE) por presunto acoso sexual y psicológico, algo que el exconsejero rechazó y avisó de que emprendería las acciones necesarias para demostrar su honorabilidad.
En este contexto, la semana pasada se celebraron las elecciones para elegir al nuevo presidente. En ellas solo participó el 9,06% de los 89.474 electores registrados. La bajísima participación no hace sino evidenciar el desinterés absoluto que el independentismo tiene ya por esta entidad. El ganador, Jordi Domingo, obtuvo un 65,86% de los votos, imponiéndose con claridad a Toni Comín, que apenas alcanzó un paupérrimo 9,19%.
El resultado no solo refleja el fracaso del Consell como institución, sino también el declive de una de sus figuras más representativas: Toni Comín. El histórico del procés, que fue consejero de Salud en el Govern de Puigdemont, ha visto cómo se ha visto totalmente desacreditado.
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