
Cómo se hace...
Así se fabrican en España las placas antibalas que salvan vidas y frenan balas de fusil
LA RAZÓN entra en Fecsa, el taller de los escudos y los cascos antibalas que usan policías y militares en el día a día o en territorio hostil
Cuando la vida pende de un hilo, solo un escudo invisible puede convertir la bala en silencio y la amenaza en supervivencia. Es la delgada lámina que marca la diferencia entre caer o resistir el impacto; una muralla tan fuerte como el acero y, al mismo tiempo, ligera.
Detrás de esta creación está FECSA, una fábrica que combina tecnología avanzada con precisión artesanal para crear estos escudos del futuro. Debido a la complejidad técnica, algunas cerámicas se adquieren a empresas europeas, consideradas «partners tecnológicos». Además, esta industria también está especializada en todo lo que tiene que ver con el textil militar y policial.

La base de cada placa es una cerámica especial que se fragmenta al impactar una bala para distribuir su energía y evitar que llegue al cuerpo. Junto a ella, la fibra de aramida o polietileno de alta densidad molecular (UHMWPE), materiales ligeros y resistentes, absorben y dispersan la fuerza del impacto. El equilibrio entre la dureza de la cerámica y la flexibilidad de las fibras crea una barrera casi impenetrable.
FECSA produce hasta 60.000 placas al mes, en tres turnos, con un tiempo medio de fabricación de tres horas por placa. Luego, se incorporan en chalecos antibalas o portaplacas que protegen zonas vitales del cuerpo –frontal, posterior y costados– adaptándose a cada usuario.
Las amenazas que enfrentan estas placas varían. Municiones de pistolas 9 mm pueden detenerse con chalecos sin placa o muy ligeras. Para municiones más potentes, como las de rifles tipo Kalashnikov, se requieren placas avanzadas. Las fabricadas con polietileno son eficaces frente a municiones con núcleo de plomo, pero tienen límites. Para amenazas mayores –municiones con núcleos de acero, tungsteno o carburo– son indispensables las placas cerámicas. Aunque frágiles y susceptibles a romperse como un plato, cumplen la función crítica de destruir y frenar el proyectil. El sistema se completa con el llamado «backing», un material de soporte hecho de fibras que absorbe los fragmentos del proyectil y de la cerámica, dispersando la energía y reduciendo el impacto. Álvaro Olmedo, ingeniero del departamento de balística de FECSA subraya que «estas placas pueden detener una acción del calibre usado en ataques terroristas como el del Bataclán».
Cada impacto es medido con precisión para garantizar que la protección no falle en el momento crucial
Existen varias cerámicas, con diferentes pesos, coste y densidad y las preferidas son las que menos pesen y más proteja, que suelen ser las de un coste más elevado. Por ejemplo, el carburo de silicio es más económico y pesado, mientras que el carburo de boro es más ligero pero más caro.
Para mejorar la defensa contra municiones más agresivas, se puede aumentar el grosor o añadir capas, aunque esto incrementa el peso y el volumen. Por eso, diseñar estas placas es un equilibrio entre eficacia y comodidad.

A prueba
En el laboratorio de FECSA, cada placa es sometida a rigurosas pruebas de resistencia. Un cañón probeta dispara munición real, como la 7,62x51 mm empleada en fusiles de precisión y rifles de asalto, a velocidades extremas y bajo control neumático a distancia. Se mide la velocidad de entrada y salida del proyectil, y el impacto queda registrado en una plastilina calibrada que simula el daño en el cuerpo humano. El hundimiento producido debe respetar los límites establecidos por normativas internacionales para que la placa sea considerada segura y apta para su uso. Las placas también son sometidas a la prueba de cuchillo de manera que un punzón metálico simula ataques con diferentes armas blancas. Con ello, se mide la profundidad de penetración para asegurar la eficacia en combates cuerpo a cuerpo o ataques con cuchillos, punzones o fragmentos metálicos.
En la elaboración de cascos se lleva a cabo un proceso parecido: tendrán que dar forma a las placas. Están diseñados para ofrecer resistencia ante impactos balísticos y fragmentos y combinan materiales compuestos ligeros con tecnologías avanzadas para proteger la cabeza, una de las zonas más vulnerables en situaciones de riesgo. Todas las placas reciben un recubrimiento especial que las protege contra agua el calor y condiciones adversas, garantizando su rendimiento en cualquier entorno.
En un mundo marcado por amenazas constantes, proteger lo más valioso -la vida- se convierte en una misión indispensable. Cada placa es una fortaleza implacable que desafía el peligro, ofreciendo resistencia, protección y la fuerza para seguir adelante.
✕
Accede a tu cuenta para comentar