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El bipartidismo se rompe por la izquierda

El último cartel. Desde que en 2011 Rubalcaba perdió las elecciones ha sido incapaz de reconstruir el PSOE
El último cartel. Desde que en 2011 Rubalcaba perdió las elecciones ha sido incapaz de reconstruir el PSOElarazon

Desde la Transición ha existido un bipartidismo imperfecto que ha garantizado la estabilidad política, el crecimiento económico y el desarrollo social de España. No ha sido un bipartidismo tal como se entiende en Estados Unidos, donde sólo hay dos partidos, o en Gran Bretaña, sino que han sido dos grandes partidos los que se han turnado en el Gobierno. En varias legislaturas lo hicieron sin contar con mayorías absolutas y fue necesario pactar con otras formaciones. En cambio, nunca ha gobernado una coalición. Entre 1977 y 1982 gobernó UCD, desde entonces hasta 1996 fue el PSOE al que sucedió el PP hasta 2004. Los socialistas recuperaron el poder ese año y lo perdieron en 2011, cuando ganó otra vez el PP. Es un modelo que tiene más ventajas que defectos, aunque es cierto que los partidos minoritarios no nacionalistas tienen la desventaja de que sus votos se pierden si no consiguen un escaño en la circunscripción. El papel de partido bisagra ha correspondido a esas formaciones nacionalistas, como CiU y PNV, que realmente son independentistas y que casi siempre han gobernado en sus respectivos territorios.

Los constituyentes buscaron un modelo que garantizara la estabilidad y no se repitiera un modelo como el italiano o el que existió en España durante la Restauración. Una excesiva fragmentación electoral conduce a la inestabilidad parlamentaria y la sucesión de gobiernos breves. Hay algunos que desearían el fin de este bipartidismo imperfecto por intereses meramente partidistas. No les interesa la estabilidad, sino conseguir el poder a cualquier precio. Desde que Alfonso XIII adquirió la mayoría de edad, el 17 de mayo de 1902, hasta que el general Miguel Primo de Rivera dio el golpe de Estado el 15 de septiembre de 1923, se sucedieron 36 gobiernos. Durante la Regencia de su madre, Doña María Cristina de Habsburgo-Lorena, entre el 25 de noviembre de 1885 y el 17 de mayo de 1902 fueron un total de 17. En los años de la Segunda República (1931-1936) se formaron 19 gobiernos contando el provisional que se constituyó entre el 14 de abril y el 14 de octubre de 1934. Los datos son bastante elocuentes para entender que un sistema fragmentado favorece los personalismos, los intereses localistas y de grupos, más o menos opacos, y genera incertidumbre en todos los terrenos. La descomposición del régimen de la Restauración favorecido por las luchas internas en los partidos dinásticos, el caciquismo, la inestabilidad social, el pistolerismo y el desastre de Annual condujo al golpe de Estado incruento del 23 que contó con un gran apoyo social y político. Es bueno recordar que contó con la aceptación del PSOE y la UGT. Los que quieren el fin del bipartidismo imperfecto que se ha vivido en España deberían tener muy presente cuál es la inquietante alternativa que nos ofrece la actual fragmentación de la izquierda tras las europeas.

El PSOE ha pagado un duro precio por el despropósito de Rubalcaba tras el desastre electoral en las elecciones de 2011 al querer mantenerse en el poder a cualquier precio. Al final la factura es enorme para el socialismo español. No sólo ha sido incapaz de recuperar la credibilidad, sino que ha ayudado a consolidar a IU y una formación antisistema como Podemos que ha conseguido 5 escaños en las europeas. Lo fácil es responsabilizar sólo a Rubalcaba cuando el despropósito ha sido en compañía de otros que le han apoyado con un fervor inquietante. La suma de IU, Podemos y Primavera Europea (Equo) arroja más de 3,1 millones de votos frente a los 3,5 que ha sacado el PSOE. Lo normal hubiera sido la inmediata dimisión de Rubalcaba y su equipo para dar paso a una comisión gestora como habitualmente sucede en el resto de Europa, pero no ha sido así. Al final tuvo que ser la todopoderosa presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, la que pusiera punto final al despropósito e impusiera la convocatoria de un congreso extraordinario para relevar al actual secretario general.

El socialismo español tiene un problema grave de credibilidad, como se ha visto a lo largo de esos dos años y medio de gobierno del PP. Rajoy ha gestionado en medio de la mayor crisis económica desde la posguerra y tomando decisiones enormemente populares, pero el PSOE nunca ha conseguido superarle en las encuestas. Otro éxito de Rubalcaba que ha optado por victimismo. En lugar de entender que su tiempo concluyó en 2011 decidió que era el blanco de la antipatía o la incomprensión. Y optó por hacer de avestruz. Estoy convencido de que esperaba todavía su oportunidad para batirse con Rajoy en las generales de 2015.

La fragmentación en la izquierda ofrece un panorama inquietante, porque los socialistas no se han recuperado todavía en Cataluña del experimento del tripartito. No minimizaría el fenómeno de Podemos como formación que se puede asentar sólidamente en la izquierda y quitarle espacio a IU. No es fácil proyectar el resultado de las europeas a las generales o las municipales y autonómicas. Es fácil equivocarse. El PSOE necesita un revulsivo fuerte que le permita recuperar su electorado, porque el PP sabe que se ha quedado, mayoritariamente en casa. Rajoy cuenta con la indudable ventaja de un espacio en la izquierda que ha sido ocupado por el radicalismo antisistema de IU y Podemos que tienen propuestas que nos llevarían fuera de la zona euro y a una huida masiva de la inversión extranjera. La inestabilidad que nos muestra la Historia española o de otros países sería el resultado de una victoria insuficiente del PP. Es el revulsivo que necesitaba un electorado de centro y de derecha que estaba muy enfadado con el Gobierno por las duras medidas que se han adoptado desde 2012.

El carácter de formaciones antisistema de IU, Podemos y Equo se comprueba con la lectura de sus respectivos programas, los planteamientos de sus dirigentes y el apoyo que han mostrado a movimientos radicales como el 15-M o los okupas. No se trata de provocar el miedo, sino de constatar la realidad a que conducirían a uno de los países más desarrollados del mundo si consiguieran gobernar o condicionar al Gobierno. Al igual que surge preocupación en Europa por el auge de las formaciones de ultraderecha o ultranacionalistas debería producirse la misma reacción con lo sucedido en España con el éxito de la izquierda radical. La Europa del progreso es incompatible con los planteamientos de estas formaciones. Por ello, la recuperación del PSOE es muy importante.