Memoria histórica

El lado olvidado por la memoria

Bando Nacional Una llamada a la reconciliación de una víctima del «terror rojo» que alerta del uso político de las heridas de los españoles.

Mercedes Ruiz (86) tenía sólo 5 años cuando unos milicianos anarquistas la separaron de su padre, Escolástico, cuyos restos descansan en el Valle de los Caídos. Foto: Jesús G. Feria
Mercedes Ruiz (86) tenía sólo 5 años cuando unos milicianos anarquistas la separaron de su padre, Escolástico, cuyos restos descansan en el Valle de los Caídos. Foto: Jesús G. Ferialarazon

Bando Nacional Una llamada a la reconciliación de una víctima del «terror rojo» que alerta del uso político de las heridas de los españoles.

Mercedes Ruiz tenía cinco años el día en que los milicianos se llevaron a su padre. Fue el 5 de agosto de 1936 en un cortijo cerca de Beas de Segura (Jaén). Han pasado 81 años desde aquel día pero uno no lo diría viendo la intensidad de su voz cuando dice: «Aún me da la sensación de tener los ojos de mi padre delante cuando vinieron a por él».

La historia de su padre, Escolástico Ruiz Pérez es casi un arquetipo de miles de asesinatos que tuvieron lugar en la España republicana en aquel infausto verano del 36. Un mulero resentido que trabajaba en su cortijo le denunció a los milicianos a pesar de que nunca se había dedicado a la política. Su crimen fue no prestarle cinco duros. «Esos cinco duros no me los quiso dar pero ahora me los va a pagar todos juntos», se le oyó decir en un bar días antes de que se llevaran a Escolástico. «Mi padre», recuerda Mercedes, «nos hacía trabajar de firme en el cortijo a pesar de que éramos pequeñas. Aquel verano bajaron de la sierra unos perros rabiosos que ladraban mucho por la noche. También se vio el cielo muy rojo muchos días por aquel tiempo. Mi padre dijo que aquello era un mal signo y que se acercaba algo malo».

Cuando registraron el cortijo no se encontraron armas de ningún tipo pero eso no impidió que encerraran al pequeño terrateniente en el colegio de la Divina Pastora, reconvertido en presidio una vez se desalojó a las monjas. La pequeña Mercedes y su hermana Escolástica, de siete años, fueron días después a llevarle la cena a su padre y fue él mismo quien les abrió la puerta con la cara deformada por los golpes. «Idos rápido de aquí que estoy bien», les dijo. Y con 86 años de edad Mercedes sonríe con orgullo al recordar: «Mi padre nunca se quejaba de nada».

Fue días después cuando, una vez más al llevarle la cena junto a su hermana mayor, los milicianos les dijeron que no volvieran más porque su padre iba a dar un paseo esa noche e irse de allí para siempre. Ni Mercedes ni su hermana entendiereron a que se refería aquel hombre. «Me acerqué a besar a mi padre y me empujaron de un culatazo con la escopeta. Parece que le estoy viendo en estos momentos», repite. Aquella misma noche llevaron a su padre atado junto a tres sacerdotes a un paraje llamado el Conicabral y, tras fusilarlos, los enterraron en un agujero en el que echaron cal viva y tierra.

«Le he echado de menos toda mi vida. Durante toda mi juventud me sentía desamparada», reconoce Mercedes, que recuerda perfectamente la procesión que tuvo lugar, cuando terminó la guerra , desde el Conicabral hasta la capilla del colegio de la Divina Pastora donde descansaron los restos de los tres sacerdotes y de su padre, al que pudieron identificar por un rosario que llevaba cuando le fusilaron. Posteriormente fueron trasladados al Valle de los Caídos a finales de los 50, cuando se inauguró el monumento.

La Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos representa a Mercedes y a decenas de familias que no quieren que se perturbe el descanso de los restos de sus familiares para atender a las demandas de exhumación existentes. «Nosotros tenemos un panteón pero quisimos que mi padre descansara junto con los que murió en el Valle. Y no queremos que les muevan de allí», explica Mercedes. «Pero sobre todo lo que quiero es no ver otra guerra. No quiero que haya más huérfanos como yo. Y los perros ya están ladrando otra vez como entonces y como esto no cambie vamos a otro lío».