Opinión
Un erial
Cuando creíamos haberlo visto todo con Pedro Sánchez, nos sorprende con el desprecio a las siglas de su partido y el menosprecio a sus líderes territoriales tras el 18F
Cuando creíamos haberlo visto todo con Pedro Sánchez, cuando creíamos que su cinismo no podría dar más de sí, cuando creíamos haber llegado al sumo en la adulteración y tergiversación de la realidad, Sánchez nos sorprende con el desprecio a las siglas de su partido y el menosprecio a sus líderes territoriales tras el batacazo en las elecciones gallegas.
Sentí lástima en la noche electoral, no por el fracaso de Sánchez, sino por la orfandad de Besteiro, por la orfandad de los políticos que le acompañaban en su comparecencia, por la orfandad de los gallegos que les habían votado. En el PSdeG habían hecho la campaña que les habían diseñado desde Ferraz y Moncloa, habían recibido y organizado actos para la hilera de paracaidistas de miembros del gobierno que iban aterrizando, habían recibido con los brazos abiertos a Sánchez y Zapatero, sabiendo que los pactos a los que ha llegado Sánchez y la cohabitación con Puigdemont no les beneficiaba.
Pero no, esa noche nadie en Ferraz ni en la Moncloa asumió la responsabilidad que conlleva el liderazgo. Nadie avaló el esfuerzo y el trabajo de los socialistas gallegos, que habían tenido que dar la cara en la calle –porque Sánchez no la pisa– de la ley de la amnistía y de los privilegios que están consiguiendo los nacionalistas. Escocían las palabras de Puente alegrándose del ascenso del BNG, como si el partido nacionalista lo formara el PSOE.
Sánchez no esperó ni veinticuatro horas en cuestionar al candidato Besteiro, ni siquiera se esperó a que el escrutinio finalizara. Las fuentes socialistas salieron raudas y veloces a desprestigiar a Besteiro. Lo más triste es que a Page se le acuse de no jugar en equipo y el primero en abandonar al equipo sea Pedro Sánchez, tan triste como que el Partido Socialista acabe siendo un erial.
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