El periscopio

El espíritu de Nicolasa

Los desplantes del presidente al Rey, la espantada de ministros y el vídeo sin la bandera española sonrojan a la clase diplomática

El Rey, Suárez o González compartían mesa y mantel en un ambiente de discrepancia con respeto
El Rey, Suárez o González compartían mesa y mantel en un ambiente de discrepancia con respetoIlustraciónPlatón

En los años de la Transición el veterano empresario y restaurador madrileño Arturo Fernández congregaba en sus salones a lo más florido de la clase política, económica y periodística. En sus fogones les daba de comer y allí se cerraron muchos acuerdos de Estado, entre ellos la Constitución del 78 con negociaciones hasta la madrugada entre los dos hombres fuertes del momento, Fernando Abril-Martorell y Alfonso Guerra. Se buscaba el consenso por encima de diferencias ideológicas.

El Rey Don Juan Carlos, Adolfo Suárez, Felipe González, Esperanza Aguirre, políticos de UCD, el PSOE y sindicalistas como Nicolás Redondo o Antonio Gutiérrez compartían mesa y mantel en un ambiente de discrepancia con respeto. Aquella época fue acuñada como «El espíritu de Nicolasa», nombre de uno de los locales de Arturo, ex presidente de la patronal madrileña CEIM y número dos de CEOE. El pasado domingo, tras la recepción en el Palacio Real de la Hispanidad un grupo de embajadores, diputados y periodistas se reunieron aquí para almorzar.

La huida por la puerta de atrás de Pedro Sánchez, sus continuos desplantes al Rey Felipe VI, la espantada de sus ministros, y, sobre todo, el vídeo de Sánchez sin la bandera española, pero sí con la enseña palestina, sonrojan a la clase diplomática. «Si yo fuera la oposición, exigiría urgentes explicaciones», dice un canciller europeo acreditado en nuestro país.

En efecto, si hay algo en política exterior que nunca se tolera es el desprecio a los símbolos de una nación, a su himno, a su bandera y a sus instituciones, algo que desprecia con toda osadía «El huidizo». Así define un socialista de la «vieja guardia» a Pedro Sánchez por su conducta en la legislatura. El presidente del Gobierno huye de la calle porque le abuchean los ciudadanos. Huye de los afectados por las tragedias, como aquel desdichado acto en Paiporta tras la Dana valenciana, donde no se dignó siquiera acudir al funeral por sus víctimas.

Huye del Congreso y del Senado, aunque ahora deberá comparecer en la comisión de investigación a petición del PP. Ya va siendo hora. Huye de los periodistas para no contestar a la marea de corrupción que le cerca cada día más. Huye de los actos solemnes con el Rey y tiene el cuajo de viajar a Egipto como un líder estadista frente al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, a quien detesta profundamente, bajo sus ataques al Estado democrático de Israel en un antisemitismo radical, mientras no condena a las huestes milicianas de Hamás.

Sánchez se pasa por el aro el protocolo, la diplomacia y las normas establecidas en cualquier país democrático para mantenerse en La Moncloa merced al apoyo de unos socios radicales que amenazan, pero nunca dan. Ninguno de los ministros comunistas que se sientan en la poltrona gubernamental piensa ni por un momento renunciar a sus suculentas prebendas.

El espectáculo de la guerra de Gaza y su final de paz, dado por el Gobierno español, es de un bochorno lamentable que traerá consecuencias. A Pedro Sánchez su invasión de las instituciones, el control de los poderes del Estado, su manejo de los jueces y de los medios informativos, su desprecio a la Corona y la diplomacia, y, sobre todo, su escapismo del contacto con los ciudadanos, le convierten en un dirigente caudillista muy diferente a sus antecesores.

Aquel «Espíritu de Nicolasa» es hoy barrido por una polarización de la sociedad española sin precedentes, un espíritu de «odio y trincheras», en palabras de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso. Pero, si todavía nos quedaba alguna sorpresa más del «sanchismo», hete aquí la reciente encuesta del CIS de Tezanos que, en plena tormenta del «caso Begoña», Ábalos, Koldo y el fiscal general del Estado, otorga al PSOE una victoria electoral con quince puntos por encima del PP, que, según Tezanos, se derrumba bajo la sombra de un inminente «sorpasso» por parte de Vox. ¿Realmente esto es creíble? ¿Cómo se puede dilapidar el presupuesto de un organismo público, el Centro de Investigaciones Sociológicas, pagado por los sufridos contribuyentes, para manipular de manera tan burda y obscena estos sondeos? Ciertamente las terminales políticas y mediáticas «sanchistas» no tienen límites. Aquel espíritu de Nicolasa, nombre que arranca de la raíz griega «Niké» y significa victoria del pueblo, solo puede recuperarlo un cambio urgente y necesario. Ojalá Alberto Núñez Feijóo no caiga en las trampas de temas, como el genocidio o el aborto, que Sánchez y los suyos esgrimen hábilmente sin piedad.

Habla pueblo, habla, cantaba el grupo Jarcha en las primeras elecciones democráticas de la Transición. Es la única vía de salvación para España y la democracia. Recomiendo la lectura del magnífico libro «Memorias de anteayer» del ex presidente del Congreso, exministro y embajador en Londres, Federico Trillo Figueroa. Una de las mejores cabezas de la derecha española, de la que hace un repaso documentado desde Manuel Fraga y a cuyos líderes reclama hoy unidad, que no unificación, lejos de la confrontación que tanto satisface a Pedro Sánchez. Trillo rememora aquella famosa frase suya pronunciada en su día en la tribuna del Congreso: «Ahora lo que manda huevos es el país, si Sánchez se perpetúa será catastrófico para España».

En su opinión, con el PP y Vox peleándose, no se construye nada ni se echará jamás a Pedro Sánchez. Cierto. Porque Tezanos y sus terminales despliegan la llamada «alerta ultra» en modo electoral. A ver si alguien toma nota.