Una década del Rey

Felipe VI, diez años después

Se ha estrellado el frenesí de tantas tórpidas maniobras para despedazar la Institución

Spain's King's Crown is seen during the swearing-in ceremony of Spain's King Felipe VI at the Spanish Parliament, on Thursday, June 19, 2014. Felipe is being formally proclaimed monarch Thursday after 76-year-old King Juan Carlos abdicated so that younger royal blood can rally a country beset by economic problems, including an unemployment rate of 25 percent. Felipe was to swear an oath at a ceremony with lawmakers in Parliament in front of Spain's 18th-century crown and 17th-century scepter. (AP Photo/Daniel Ochoa de Olza)
Spain's King's Crown is seen during the swearing-in ceremony of Spain's King Felipe VI at the Spanish Parliament, on Thursday, June 19, 2014. Felipe is being formally proclaimed monarch Thursday after 76-year-old King Juan Carlos abdicated so that younger royal blood can rally a country beset by economic problems, including an unemployment rate of 25 percent. Felipe was to swear an oath at a ceremony with lawmakers in Parliament in front of Spain's 18th-century crown and 17th-century scepter. (AP Photo/Daniel Ochoa de Olza)Daniel Ochoa de OlzaAgencia AP

Tras 39 años en la Jefatura del Estado, Juan Carlos I decidió abdicar la Corona. Los historiadores rigurosos coinciden en señalar que ha encarnado uno de los cuatro reinados más grandes de la Historia de España, junto a los de Carlos I, Felipe II y Carlos III. La feroz campaña antimonárquica desencadenada, después de la abdicación, sólo es comparable a la que la Falange de Franco mantuvo durante más de treinta años contra su padre Don Juan III, exiliado en Estoril. Como una cuestión de hecho, el fiscal suizo de izquierda radical, Yves Bertossa, investigó 32 años de Don Juan Carlos sin encontrar siquiera un indicio de delito. La Justicia suiza, de indiscutida independencia, no reconoció inviolabilidad alguna. Y, por cierto, la fiscal española de extrema izquierda, Dolores Delgado, le investigó ocho años sin inviolabilidad de 2014 a 2022 y tuvo que reconocer también la ausencia de indicios de delito.

Felipe VI inició su reinado en una situación especialmente compleja. Actuó con la madurez política que el nuevo tiempo exigía y resistió los empellones de la ferocidad antimonárquica, manteniendo la Institución en la neutralidad. Frente a los que tiznan a la Monarquía de antigualla anacrónica, olvidan que, según la clasificación de la ONU, entre las diez mejores naciones del mundo, por calidad de vida, desarrollo y libertad, siete son Monarquías parlamentarias. Si a mí me preguntan qué prefiero, la República de Finlandia o la Monarquía de Arabia Saudí, responderé que la República de Finlandia. Pero si al listillo de turno le contesto preguntándole qué prefiere la Monarquía danesa o la República de Pinochet, se quedará chasqueado. El reconocimiento de que la soberanía nacional radica en el pueblo y que es éste el que a través de la voluntad general libremente expresada decide las leyes, hace que Monarquías y Repúblicas en Europa sean aceptables. Son muchos los que piensan que, en un sistema parlamentario, la función esencial del Jefe del Estado es el arbitraje y la moderación. Y, salvo excepciones, resulta más neutral la persona elegida por el sufragio universal de los siglos que la nombrada por el partido mayoritario de turno. Supongamos, si España República parlamentaria en 1983, el Jefe del Estado con Felipe González, tal vez hubiera sido Narcís Serra. Y con José María Aznar, Federico Trillo. ¿De verdad alguien cree que Serra o Trillo hubieran ejercido el arbitraje y la moderación de forma más neutral que Don Juan Carlos?

«Letizia nunca llegará a ser Reina. Con este matrimonio Don Felipe se ha cargado la Monarquía». Esta frase, escrita por un popular cronista de sociedad, demuestra hasta qué punto el sectarismo se hermana con el error. Doña Letizia ha sido una Reina impecable y desde hace veinte años ha contribuido de forma innegable a la popularidad de la Corona, acercándola al sentimiento del pueblo español. Habrá que sumar también, entre sus aciertos, el principal: la educación de la Princesa de Asturias Doña Leonor y de la Infanta Doña Sofía.

Felipe VI sabe que entre las naciones políticamente más libres del mundo, socialmente más justas, económicamente más desarrolladas, culturalmente más progresistas, se encuentran las Monarquías parlamentarias europeas. Por eso se ha esforzado con sagacidad y acierto en mantener la neutralidad. Lo ha conseguido y a los diez años de su complejo reinado puede contemplar serenamente la obra que ha realizado. Por eso es tan alta su popularidad. Por eso se ha estrellado el frenesí de tantas tórpidas maniobras para despedazar la Institución. Por eso ha sorteado escándalos, calumnias e insidias de no pocos medios desinformados.

Felipe VI sabe también que la Monarquía permanecerá en nuestra nación si continúa resultando útil. Es una plataforma estable para que sobre ella se resuelvan los problemas de España. Si se convirtiera en un problema más, en lugar de en una solución, carecería de razones para permanecer. La opinión pública, además, exige ejemplaridad en las personas que representan a la Corona. Y no sólo en España. También en las naciones democráticas que en Europa se benefician de la estabilidad monárquica. Con motivo del matrimonio astillado de Carlos y Diana, empalidecidos los días de lujo y rosas, abrumado él por las heridas de la Historia todavía sin cicatrizar, encendidos en ella los ojos de cierva cruel y engañada, las cenizas sexuales se derramaron sobre la Monarquía más firme del mundo que sufrió no pocas fisuras. Por fortuna para los británicos, la gran Reina Isabel II supo superar la situación.

Asistí en 1977, en el palacio de la Zarzuela, al acto de abdicación de Don Juan III. Presencié también en el Palacio Real la abdicación de Don Juan Carlos I. Tengo la esperanza de morir tranquilo durante el reinado de Felipe VI. Le tuve en brazos cuando era bebé en Villa Giralda; jugamos su abuelo y yo con él en los jardines de aquella casa portuguesa cuando era un niño de cuatro o cinco años; le hice la primera entrevista política en la Academia Militar de Zaragoza, cuando tenía 18 años; me sentí orgulloso de verle encabezando el equipo español en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992; acompañado por mi mujer, Beatriz, estuve en su boda con Doña Letizia; y he seguido de cerca sus éxitos y esfuerzos. Y, claro, celebro ahora como un acontecimiento cercano los diez años que lleva ocupando el trono de los Reyes Católicos, de Felipe II y de Carlos III.