El personaje

Francina Armengol: la guardiana de un parlamento inactivo

La mallorquina y fervorosa catalanista ocupa en Madrid la lujosa residencia reservada para los presidentes del Congreso,

Francina Armengol
Francina ArmengolIlustraciónPlatón

Ha desvirtuado las funciones esenciales del Parlamento a las órdenes de su jefe, Pedro Sánchez. Un escándalo sin precedentes que ha provocado un ultimátum del PP a la presidenta del Congreso, Francina Armengol. Desde hace meses, la Cámara Baja permanece totalmente inactiva, sin sesiones plenarias, ni de control al Ejecutivo en funciones y ni tan siquiera la semanal reunión de la Mesa, órgano de gobierno de la Cámara. La señora Armengol obedece a quien la nombró y tampoco fija la fecha de la investidura del candidato socialista hasta que Sánchez se lo ordene. El PP, como primer partido de la oposición, está que trina y anuncia que emprenderá acciones legales si esta situación se mantiene: «Armengol tiene el Parlamento secuestrado», advierten los populares que no descartan denunciar tales hechos ante la Unión Europea. De momento, la señora presidenta, tercera autoridad del Estado, mira para otro lado, aguarda las indicaciones de Pedro Sánchez y solo está prevista la jura de la Constitución de la Princesa Leonor el próximo martes. Y naturalmente ninguno de los 350 diputados con escaño deja de percibir su abultado sueldo, dietas y transporte oficial.

La mallorquina y fervorosa catalanista ocupa en Madrid la lujosa residencia reservada para los presidentes del Congreso, percibe unos honorarios de los más elevados del Estadoy ejerce su papel de guardiana de un Congreso bloqueado. Es una vergüenza democrática impensable en cualquier país de nuestro entorno. Con la cantidad de asuntos que invaden la actualidad ni el presidente en funciones ni ninguno de sus ministros acuden a las Cortes a dar explicaciones. Olvidan los socialistas el follón que le montaron al entonces Gobierno de Mariano Rajoy por no someterse a sesiones de control, lo que motivó su recurso ante el Tribunal Constitucional que falló a favor de las comparecencias gubernamentales aún estando en funciones. Al frente de la institución parlamentaria se encuentra Francina Armengol, a quien los ciudadanos de Baleares soportaron con estoicismo para echarla después en las elecciones del 23 de julio. Pero de inmediato, su amigo Pedro Sánchez la designó a dedo como presidenta del Congreso para controlar la actividad legislativa desde La Moncloa a su antojo. Desde entonces, la señora Armengol solo ha clamado por el uso de las lenguas cooficiales, con el consiguiente gasto público del pinganillo, y dirigió de pena el debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo.

En el Congreso la mayoría está en manos de la izquierda gracias al lamentable apoyo del PNV y Junts al llamado bloque «Frankenstein», lo que limita la capacidad de acción del PP, partido ganador de las elecciones. Para fijar la comparecencia de los ministros es necesaria la reunión de la Mesa y Junta de Portavoces, que Armengol no convoca. Además ha batido todos los récords de tardanza en una investidura como la de Pedro Sánchez, que anunciará cuando al candidato le convenga en función de su negociación con los separatistas. Los populares denuncian que se están vulnerando los elementales principios de la vida parlamentaria y trasladan su artillería hacia el Senado, donde sí tienen mayoría absoluta. Pero mientras, el Congreso de los Diputados languidece en un letargo sin precedentes. Ninguno de sus antecesores, ni siquiera la socialista Meritxell Batet, tuvo un comportamiento tan sumiso y paralizante como el de Francina Armengol. El espectáculo de la Cámara sin sesiones plenarias y actividad legislativa es desolador.

Francesca Lluc Armengol Socías, conocida como Francina, ha sido siempre una mujer polémica. Hace años, su pareja sentimental, Joan Nadal, jardinero de profesión, fue investigado por la adquisición por dos millones de euros de un palacete ubicado en una de las zonas de más abolengo de Palma. Cerca de la iglesia de Santa Eulalia, de estilo medieval con casi 2.000 metros cuadrados, la compra fue financiada íntegramente por Sa Nostra, la Caja de Ahorros de Baleares, y la oposición acusó a Armengol de estar detrás de la operación. En los meses de la pandemia del Covid, en plena etapa de restricciones, la entonces presidenta balear fue sorprendida por la Policía Local de Palma a altas horas de la madrugada en un local nocturno junto a varios amigos y miembros de su gobierno. El PP de Baleares exigió su dimisión y ella alegó que uno de sus acompañantes había sufrido un desmayo y por ello se quedaron hasta ser atendido. En el verano de 2021 se dio un «macrobrote» de Covid en Mallorca entre estudiantes durante un viaje de fin de curso. La actuación de su Gobierno fue muy criticada, la oposición acusó a Armengol de «secuestro» a los estudiantes y de haber gestionado mal la situación.

Defensora a ultranza del catalán en todas las instituciones baleares y perseguidora del castellano, durante su estancia en Barcelona donde estudió Farmacia, militó activamente en el Bloc de estudiantes independentistas, sindicato de carácter soberanista. Nacida en Inca, hija del farmacéutico Jaume Armengoll Coll, alcalde de la ciudad, Francina se licenció en Farmacia en Barcelona y trabajó en la botica familiar hasta 1999. Militante del Partido Socialista de las Islas Baleares, en el año 2000 fue elegida Secretaria General. Diputada por las islas durante seis legislaturas en el Congreso, fue defensora del Estatuto de Autonomía de Baleares sin ocultar nunca su fervor catalanista. En las elecciones autonómicas de 2015 fue elegida presidenta del Gobierno balear con el apoyo de Podemos y Més por Mallorca. Cuatro años después fue reelegida con los votos de su partido, Unidas Podemos, Més por Mallorca, Més por Menorca y Gent por Formentera, formaciones todas de izquierda nacionalista.

Su gestión ha sido un continuo choque de trenes con el PP, Ciudadanos y Vox por su deriva ideológica y el ensueño de «els països catalans». Dentro de la Ejecutiva Federal del PSOE siempre se mantuvo fiel a Pedro Sánchez, con quien mantiene una fluida relación. Ferviente republicana, se aguarda con expectación su discurso en la solemne jura de la Princesa Leonor ante las Cortes.