Res non verba
Las joyas de la abuela
Si el modelo de financiación es singular para Cataluña es porque el resto de españoles son vulgares
Tienen las vacaciones un efecto curioso sobre la mente humana. Uno podría pensar que, al dejar por unos días en el desván los aperos de desbrozar la maleza informativa, la relajación ha de venir por ensalmo.
Sin embargo, te metes en los digitales a vuelo de águila (las adicciones no desaparecen así como así) y cenas viendo el informativo de Vicente Vallés (lo que te dejan los entrañables trogloditas que tienes por hijos) y los entuertos sanchistas te acribillan como las máquinas lanzapelotas que usan en los clubs de tenis.
Esta semana, sin pudor alguno, Pedro Sánchez ha vuelto a ponerse la gorra de delegado de la OISM (Oficina de Intereses Separatistas en Madrid) colocando además en la entrada de Moncloa un cartel de cartón, homenaje a la venta de melones en la carretera, donde puede leerse: «Se venden las joyas de la abuela».
Cuando Sánchez y sus socios proclamaron en el pleno sobre la corrupción que había que dar un nuevo impulso a la agenda del Gobierno «progresista», en realidad querían decir «progresivamente» chantajeado.
Moncloa ya era zona tensionada, pero a Sánchez han vuelto a subirle el alquiler, por lo que se ha visto en la triste tesitura de recibir a los caseros.
Como buen superviviente sin escrúpulos, ha tratado de torear a sus acreedores (tan faltos de escrúpulos como él) con el viejo arte de la indefinición.
Ni los separatistas catalanes ni el lendakari vasco han salido plenamente satisfechos, porque el presidente del Gobierno ha pretendido ganar algo de tiempo, enseñando las mejores joyas de la abuela, pero sin acabar de entregárselas del todo hasta próximas reuniones.
A estas alturas, lo menos sonrojante es que el Reino de España, con la que está cayendo, haya vuelto a poner su maquinaria diplomática al servicio de la turra lingüística para que los idiomas autonómicos sean oficiales en Bruselas. En todo caso, está siendo un espectáculo denigrante, en el que un Ejecutivo que se dice de izquierdas mercadea con los conceptos de igualdad y solidaridad.
Una entrega de la Seguridad Social al País Vasco, un cupo catalán sin concretar las cifras… el pícaro de Ferraz ganando cinco minutos más, despidiendo a sus acreedores con una palmadita en la espalda, emplazándoles a nuevos encuentros, mientras al resto de los españoles nos tratan como a menores de edad.
El «sanchismo» se ha convertido en la mayor clase de pretecnología al aire libre de todo Occidente. María Jesús Montero cree que los ciudadanos de este país son como el bebé al que, tapándote los ojos, le puedes espetar: «¿Dónde está la tita Marisú? ¡No estaaaaá!».
En no dejándose caer por la reunión bilateral Estado-Generalitat, la vicepresidenta, ministra de Hacienda y candidata de la PSOE en Andalucía sospecha que los andaluces se chuparán el dedo y no echarán en falta 14.500 millones en financiación.
María Jesús se imagina a los andaluces agitando un sonajero mientras ella entra a caballo en el Palacio de San Telmo. Hay que decirlo a las claras: nos tratan como a gilipollas. Nos dicen que el modelo de financiación será singular, federal y generalizable. Hasta las niñas que pintan unicornios en Primaria saben que algo que es singular no puede ser generalizable.
Y si algo es singular para Cataluña es porque el resto de españoles (acudamos al diccionario de antónimos) son vulgares. Tan vulgares como para permitir que las autonomías con menos recursos y población (ay, la España vaciada que tanto les desvelaba) pierdan casi 50.000 millones en financiación, para que una de las más ricas pueda ser menos solidaria. Y encima imponiendo a las demás que no tengan margen para bajar sus impuestos. Socialismo del siglo XXI.
La indefinición todavía hace que los indepes teman que, si tienen que pagar los servicios del Estado en su territorio en función de su PIB, por más que recauden el IRPF, la ganancia no sea la que ansían.
Ergo la única solución es que Sánchez conceda a los independentistas un cupo parecido al vasco, de esos en los que devuelves al Estado menos de lo que deberías, por criterios más políticos que económicos.
Pradales sabe que su autonomía tiene un déficit en pensiones de más de 4.000 millones que asumen el resto de españoles, incluidos jubilados «vulgares», pero de eso no ha hablado el lendakari, sino de ser él quien pague a los parados vascos las prestaciones por desempleo, aunque el dinero lo ponga el Estado. Aúpa el Olentzero.
Nos queda el consuelo de la resistencia: los tres valientes que firmaron votos particulares en la mesa del túnel de Belate, los denunciantes que se están batiendo el cobre en el Tribunal Europeo de Justicia para denunciar la cacicada de la amnistía o la Audiencia de Sevilla plantando cara a Pumpido por el borrado de la sentencia de los ERE.
Tiene el «sanchismo» algo de proyecto imperfecto, de cutrez improvisada, de muerto escondido a toda prisa bajo la alfombra del salón, que amenaza con desbaratarlo a poco que los que todavía creen en la verdadera justicia social le echen arrestos y pongan de su parte. Nos jugamos el ser o no ser vulgares gilipollas.