Opinión
El legado
Sánchez será recordado por el presidente enamorado y enojado con la incomprensión del pueblo hacia su mujer
Cuenta Máxim Huerta que cuando fue a despedirse de Pedro Sánchez, este en vez de mostrarse agradecido y empático, lo normal ante una dimisión, le transmitió una inquietud muy inquietante, la de cómo pasará a la historia su legado, el legado de Pedro Sánchez.
Pasará a la historia como el que se fue, sin irse, para meditar el posible abandono del gobierno, con la mirada puesta en volver para agitar los sentimientos y las emociones, que sí se habían ido, las de sus votantes, avergonzados de los tejemanejes con Puigdemont y Otegui. Y sí, también hay que decirlo, avergonzados de la versión de persona interesada en prosperar profesionalmente, utilizando los resortes públicos del Estado que estaban trascendiendo de la esposa de Sánchez.
Y caló entre los suyos, incluso funcionó con Page, quien días antes se había dirigido por carta a Pedro Sánchez exigiendo un Pacto de Estado para recibir más financiación autonómica. Se creó un clima de añoranza, sin haberse ido, y de inquietud tan exagerada, con María Jesús Montero como directora de orquesta, que parecíamos una España «madurizada» o que bien estábamos ante la ida y vuelta de Enrique Ponce con Pedro Sánchez de matador y Ferraz como la plaza de toros de Nimes.
Si Roosevelt pasó a la historia por participar en la Segunda Guerra Mundial, Lincoln por la abolición de la esclavitud, Obama por la independencia energética, Suárez por los Pactos de la Moncloa, González por la entrada en la OTAN y en Europa, Aznar por el Pacto de Estado por las Libertades y el Terrorismo, Zapatero por la ley de matrimonio homosexual, Rajoy por la reforma laboral, Sánchez será recordado por el presidente enamorado de su mujer y enojado con la incomprensión del pueblo hacia su mujer, que reflexionó durante cinco días que no quería irse.
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