Antonio Martín Beaumont

Liderar la indignación

El «todos tras Feijóo» debe servir para devolver el país a la mayoría de los españoles.

Pancarta Feijóo / Fijo en la concentración en Madrid
Pancarta Feijóo / Fijo en la concentración en MadridJ G Feria

La llamada de Alberto Núñez Feijóo fue bien acogida y casi setenta mil personas reventaron la Plaza de Felipe II. El acto fue organizado con demasiado complejo. Madrid, «rompeolas de todas las Españas», fue fotografía de la muchísima gente orgullosa de la Democracia, la Transición, la Constitución y contra la impúdica entrega de Pedro Sánchez al secesionismo. La masiva concentración fue una queja contra el Gobierno. La imagen de Feijóo con los ex presidentes José María Aznar y Mariano Rajoy, la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el alcalde, José Luis Martínez-Almeida y con la presencia de todo el que es alguien en el PP, certifica la unidad del partido. El «todos tras Feijóo» debe servir para devolver el país a la mayoría de los españoles. Antes o después. La igualdad de todos los ciudadanos ante la ley de ninguna manera puede ser moneda de negociación para conservar La Moncloa.

Sólo el hecho de que un presidente español haya cimentado en Nueva York, desde la sede de las Naciones Unidas, el camino del borrado penal para librar al prófugo Carles Puigdemont de rendir cuentas ante los tribunales reviste tal gravedad que requería una contundente respuesta social. El ambiente se ha vuelto tan irrespirable que Pedro Sánchez ha conseguido despertar las conciencias de tótems como Felipe González y Alfonso Guerra y de muchos otros socialistas históricos. Feijóo sabe por Emiliano García-Page, entre otros, que hay quienes han dejado correr el fantasma de una ruptura del PSOE. Son aquellos que ven el partido «disecado» por el cesarismo del líder. Así que el «O Feijóo o amnistía» de la secretaria general genovesa, Cuca Gamarra, es una bien escogida contraseña pensando en el futuro.

Es hora de dejar de lamerse las heridas. Sin duda. La noche del pasado 23 de julio fue la más triste en la carrera política de Feijóo. Las caras de circunstancias en la sede de Génova lo decían todo mientras centenares de simpatizantes se apiñaban a sus puertas. Pocos de los congregados –dentro y fuera– habían apostado por un triunfo insuficiente para gobernar. El bajón ha dominado el ambiente popular desde aquella noche hasta hoy. Ser la primera fuerza no sirve de consuelo para nadie cuando, a priori, Sánchez permanecerá en La Moncloa.

Se palpa, al hilo de numerosas conversaciones con dirigentes del Partido Popular, un sentimiento que para unos es de «indignación» y para otros de «frustración» o pura impotencia. Pero todos concuerdan en que tienen un líder sólido al que respalda el partido sin fisuras. Así las cosas, tras dos meses de altibajos e incluso de despistes, Feijóo está llamado a desplegar una clara alternativa (su investidura le abrirá esta semana la oportunidad de cumplir con asignaturas pendientes) y hacerlo desde la fortaleza que le confiere un poder institucional sin parangón: la mayoría absoluta en el Senado, el mayor número de diputados en la cámara baja, el gobierno de once comunidades, las dos ciudades autónomas y centenares de consistorios.

Feijóo debe saber manejar el hastío de una mayoría de españoles con las claudicaciones de Sánchez ante el independentismo. No es una tarea sencilla liderar la indignación popular. Pero es imprescindible sacar la cabeza en una crisis que compromete la supervivencia misma de los pilares de nuestra democracia. El PSOE y su «jefe supremo» se han propuesto sacar adelante como sea el Gobierno «progresista». No tienen escrúpulos ni consideran los desperfectos que van a ocasionar a la misma convivencia del país. Porque trampear con las leyes para poner en marcha un proceso constituyente, sin consenso, es avivar viejos fantasmas que enterró nuestra mítica Transición. Es inaceptable que una investidura se compre a una amalgama de diputados que desean acabar con «la España del 78». Emprender ese camino nos va a conducir a una inestabilidad política que pondrá en tela de juicio los principios en los que se han asentado 45 años de democracia.