Gaza
Misiles y lanzacohetes clave, en riesgo por el choque con Israel
El bloqueo golpeará con especial virulencia a la capacidad contra carro que tiene el Ejército en la actualidad. La red de intereses mutuos amenaza con desmoronarse.
En un giro de timón diplomático, el Gobierno español ha optado por una postura de ruptura con Israel. Una decisión que, lejos de ser un mero gesto político, amenaza con desdibujar la ya delicada protección de las Fuerzas Armadas y, a su vez, abrir un amplio abanico de posibilidades para la industria nacional de defensa. Este movimiento deja una serie de consecuencias imprevistas que todavía es complicado de cotejar, pero sobre todo plantea una realidad incómoda: España era muy dependiente de dicho país en infraestructura táctica, pero la relación no era bilateral, ya que estos apostaron por otros aliados y por su propia industria nacional para su seguridad.
Desde aquel lejano 1986, cuando España e Israel establecieron lazos diplomáticos, los lazos militares han discurrido por sendas discretas, pero, a la vez, diversas. No hablamos de una alianza estratégica de primer orden, pues el país ha actuado históricamente como un proveedor marginal en el entramado armamentístico de Tel Aviv. Sin embargo, detrás de esas cifras modestas, se esconde una colaboración industrial que, aunque poco publicitada, resultaba clave para ciertos engranajes de la propia ingeniería de defensa española. Se trata de una red de intereses mutuos, forjada en la sombra de los despachos técnicos, que ahora amenaza con desmoronarse.
Para comprender la verdadera dimensión de este retroceso es fundamental analizar la naturaleza de la cooperación de seguridad entre España e Israel. Lejos de ser un acuerdo entre iguales, se trataba de una asociación profundamente asimétrica. Mientras que las exportaciones españolas a las fuerzas de defensa del país hebreo eran mínimas –apenas unos 69 millones de euros en casi dos décadas y solo 1,26 en la primera mitad de 2024– y de carácter no letal, las Fuerzas Armadas habían tejido una dependencia estructural de sistemas israelíes de alto valor tecnológico.
Mientras que los socios de España han tenido respuestas más comedidas y selectivas, el Gobierno ha apostado por un embargo total desde septiembre de 2025 a toda exportación e importación de material de defensa y tecnología. A pesar de ello, hay una cláusula de «interés nacional» que trata de salvaguardar de manera estratégica las posibles excepciones que abrirían una brecha de seguridad en el aparato militar. Tampoco permite el tránsito de material militar estadounidense por Rota y Morón.
Donde el bloqueo golpea con particular virulencia es en la capacidad contracarro del Ejército. El misil Spike LR, de origen israelí, ha sido la columna vertebral antitanque de la infantería durante años. La anulación del contrato, ya adjudicado, para la adquisición de 1.680 misiles Spike LR2 por 287,5 millones de euros, deja a las tropas huérfanas de un sistema muy eficaz y probado. Aunque se baraja la alternativa del FGM-148 Javelin estadounidense, pero con el conflicto en Ucrania, el caudal de tecnología armamentística fluye en esa dirección, haciendo compleja la posibilidad de adquirirlos rápidamente y causando que el Gobierno tenga que pugnar por unas licitaciones ya afianzadas con el Spike.
Otro de los frentes abiertos más importantes es el del Sistema de Lanzacohetes de Alta Movilidad (SILAM), diseñado para recuperar una capacidad estratégica esencial tras la baja de los sistemas Teruel, mucho más arcaicos. El contrato, de 576 millones de euros, buscaba integrar el lanzador PULS de Elbit Systems en lo que sería una colaboración hispano-israelí que permitiría generar más de un millar de puestos de trabajo en el país y generar una tecnología puntera en lo que se refiere a los sistemas de lanzacohetes múltiple. Así, las Fuerzas Armadas tendrán que optar por un sistema íntegramente español, haciendo que los retrasos en el proyecto sean considerables.
Estas son las tecnologías más acuciantes, pero la realidad es que existen otras problemáticas detrás de este embargo y eso se encuentra en las integraciones y compatibilidad de las plataformas. Por ejemplo, el VCR 8x8 Dragón, uno de los vehículos más modernos del Ejército había sido concebido para utilizar los misiles Spike y las radios E-Lynx de origen israelí.
Ahora sería necesario rediseñar la arquitectura del vehículo, integrando otro tipo de misil y radios de otros fabricantes. Lo cual, por un lado, podría ser una oportunidad para desarrollar una industria armamentística más poderosa o, por el contrario, establecer una mayor dependencia con otros países aliados como Estados Unidos, como posiblemente ocurra con el sistema de guiado de los Eurofighter que también iba a recaer en operaciones comerciales para las empresas del proveedor extranjero.
En definitiva, la suspensión de intercambios ha catalizado la creación de una brecha en las capacidades tecnológicas del aparato militar español que, podría tardar entre un lustro y una década en cerrarse, un lapso de tiempo cuanto menos cuestionable en un momento en el que el avispero geopolítico se encuentra en plena efervescencia.
La prioridad, se podría desplazar hacia la soberanía industrial, aunque esto podría suponer un problema a la hora de sostener el ritmo de avance del resto de socios y aliados del país.
En cualquier caso, se abre un camino arduo y costoso que podría garantizar la seguridad y la independencia tecnológica de España en el futuro.