Guerra por votos

Moncloa maniobra para debilitar a Yolanda Díaz

Una parte del Gobierno impulsa a Bustinduy frente a la vicepresidenta para debilitar y dividir Sumar en la lucha por el liderazgo

La ministra de Trabajo Yolanda Díaz durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros en el Palacio de la Moncloa en Madrid, este martes
La ministra de Trabajo Yolanda Díaz durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros en el Palacio de la Moncloa en Madrid, este martesAlberto R. RoldánLa Razón

Yolanda Díaz evitó este miércoles poner la mano en el fuego por Pedro Sánchez. Fue la primera vez que la vicepresidenta segunda del Gobierno mostró un rescoldo de duda sobre la implicación del jefe del Ejecutivo en la trama corrupta, protagonizada por Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García, que tiene al PSOE noqueado. Hace apenas dos semanas, Díaz dijo que el líder socialista, hasta ese momento, no estaba implicado. Ahora prefiere ser «prudente», aunque siga sin estarlo.

No es un detalle menor. Es un paso más de una escalada bélica que tiene a cañonazo limpio a los socios de la coalición que gobierna España. En un primer momento, Díaz fue tibia tras la publicación del demoledor informe de la Guardia Civil contra el exsecretario de organización socialista Santos Cerdán. Pero, en las últimas semanas, la vicepresidenta ha dibujado una línea roja sobre su permanencia dentro del Ejecutivo: que se demuestre una financiación irregular de Ferraz, cabreando a algunos ministros que fueron más discretos cuando estalló el «caso Errejón».

El bofetón de la ministra de Sumar a la credibilidad de Sánchez es una reacción a una dinámica tóxica. Hace meses que el presidente, junto a algunos ministros, se ha puesto como objetivo horadar la imagen de la también ministra de Trabajo. Solo así se entiende el repentino auge del ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy, potenciado por el aparato de poder monclovita.

El CIS como instrumento de presión

El CIS, dirigido por el socialista José Félix Tezanos, le catapultó la semana pasada como el ministro mejor valorado (5,13), por delante del titular de Economía y Empresa, Carlos Cuerpo (5,04). Y en lo que va de año, Bustinduy ha comparecido más veces (5), en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, que la propia vicepresidenta segunda (4). El balance desde el 20 de mayo es demoledor: tres a una a favor de la nueva «estrella» de la izquierda a la izquierda del PSOE.

Fuentes conocedoras de las cuitas internas del Ejecutivo señalan que los socialistas llevan meses dando oxígeno a Podemos con todos los medios a su alcance. Y solo con un único objetivo: mermar las opciones electorales de Sumar; avivar una fractura interna en su socio por el liderazgo de la próxima candidatura electoral e intentar morder todos los votos posibles de un espacio en causa de disolución, que aparece en todas las encuestas muy por debajo de la treintena de escaños que logró el 23-J de hace casi dos años. En el PSOE aún escuecen los tiempos del «sorpasso» de Podemos y no quieren competencia.

El impulso a Bustinduy es parte de ese mismo fin, aunque fuentes de su confianza se esmeran en explicar que carece de pretensión alguna por liderar ese espacio. De manera que las fuentes consultadas inciden en que no existe roce alguno entre Bustinduy, exmiembro de Podemos, y Yolanda Díaz.

El debate sobre el liderazgo de la izquierda

En cualquier caso, es cierto que se ha instalado un debate sobre quién debe liderar la izquierda de los socialistas, especialmente tras la renuncia de Díaz a dirigir su organización, y las dudas que ella misma ha manifestado sobre su disposición para postularse como candidata en unas primarias.

Y no es menos cierto que al PSOE le interesa amplificar ese debate interno por mucho que «respeten» los procesos internos de sus aliados. Algunos de quienes dirigieron esa izquierda, como Alberto Garzón, no disimulan su predilección por Bustinduy. El exministro, aunque no deja de ser su opinión, le ve «destacando en la gestión y la comunicación» con un «inteligente discurso integrador para las izquierdas [...] que ayuda a aglutinar». Aunque encima de la mesa aparecen más nombres: Mónica García (Más Madrid), Antonio Maíllo (IU) e incluso Gabriel Rufián, el portavoz de ERC en el Congreso, que fue aplaudido en el último pleno por haber defendido con ahínco a la mayoría que sostiene al Ejecutivo.

Pero ¿por qué el PSOE ha emprendido esa estrategia suicida si todos los análisis coinciden en que, sin una izquierda fuerte, las opciones de revalidar el poder son nulas? En la planta noble de Ferraz, según explican fuentes socialistas, creyeron que, creciendo a costa de sus aliados, el partido podría situarse en una horquilla cercana al 35% de los sufragios para acercarse por sí mismos a los 150 escaños. Pero ese plan saltó por los aires.

Un plan que saltó por los aires

El vendaval del «caso Cerdán» y del resto de causas que pisan los talones a Sánchez lo han arruinado. En estos momentos, ni un solo responsable demoscópico se atreve a reflejar una victoria del PSOE a excepción del propio Tezanos, que, pese a los escándalos, sigue situando a su partido medio punto por encima del PP (27%).

Por eso, otras fuentes al tanto de las estrategias de Moncloa apuntan que, aunque el objetivo haya cambiado, el medio sigue siendo el mismo: perjudicar a Yolanda Díaz y a Sumar. Dentro del Gobierno hay quien ve a Sánchez allanando el camino para una derrota lo menos dura posible, lo que implica necesariamente engordar todos los escaños posibles vengan de donde vengan.

El peso del grupo parlamentario influye en la cohesión del partido. Cada escaño significa influencia, reparto de poder por federaciones, cargos satisfechos con capacidad de forjar un liderazgo e ingresos.

La realidad es que el PSOE no puede evitar pensar en la sucesión del líder por mucho que su elenco de ministros repita que no hay alternativa al secretario general. Uno de sus colaboradores más estrechos advierte que el PSOE tendría serias dificultades para gestar una alternativa a Sánchez. Por eso, si llega el caso, más vale hacerlo con un partido fuerte.