Ya no rugen los leones

Un necesario debate parlamentario

Las protestas de Madrid, que han impedido el final de la Vuelta a España, deben pasar de la calle al hemiciclo del Congreso

Vista general del hemiciclo antes del inicio de un pleno del Congreso.
Vista general del hemiciclo antes del inicio de un pleno del Congreso.FERNANDO VILLARAgencia EFE

Se adivinaba, en el hierático gesto de los leones de bronce que jalonan la entrada principal del palacio de las Cortes, en la Carrera de San Jerónimo de Madrid, como un rictus de preocupación porque les llegaban los ecos de las protestas que han impedido el normal desenvolvimiento de un evento deportivo que tenía su final en la capital de España, con trascendencia internacional y que ha sido boicoteado por protestas ciudadanas.

En eso no entran los felinos, dada su natural imparcialidad, porque corresponde a los que trabajan en el interior del edificio.

Sin embargo, la preocupación no está de más. Los leones no olvidan su origen ya que fueron fundidos con el bronce de los cañones tomados al enemigo de entonces en victoriosa batalla, la de Wad Ras, con la que se consiguió reducir a las bandas rifeñas que amenazaban a la ciudad de Ceuta. Una victoria militar en toda regla, lograda en buena lid, pero que hoy, con los tiempos que corren puede que no sea del agrado de los políticamente correctos.

La citada batalla fue librada dentro de la campaña de Marruecos (1859-1860). Al mando de la fuerza expedicionaria española estaba el general Leopoldo O’Donnell, que era presidente del Gobierno y ministro de la Guerra. El 23 de marzo de 1860, las tropas dirigidas por los generales Echagüe, Ros de Olano y Prim vencieron a las fuerzas marroquíes en el valle de Wad-Ras. La derrota militar provocó la inmediata petición de conversaciones.

La paz se firmó en Tetuán el 26 de abril de 1860 mediante el Tratado de Wad-Ras entre el Reino de España y el Sultanato de Marruecos, representados por O'Donnell y Muley el-Abbás (hermano del sultán). Mediante dicho tratado, España amplió la plaza de Ceuta y anexionó Sidi Ifni, que con el tiempo se cedió a Marruecos.

Es la historia de España que, como la de todas las naciones, tiene sus luces y sus sombras. La historia, por más que lo intenten algunos, no se puede cambiar.

Los leones, que dan nombre a esta sección, están ahí como testigos de nuestra historia, la de aquella batalla --qué diferentes son las relaciones actuales entre Madrid y Rabat—y, por citar episodios recientes, de un frustrado golpe de estado que afianzó nuestra democracia.

Los felinos, a los que sorprende la ausencia de los grandes debates del pasado y a los que han llegado los ecos de las protestas de Madrid, desearían, en su imaginario sentimiento metálico, que ese asunto sea llevado al hemiciclo que durante tantos años protegen, para que unos y otros expongan los argumentos con mesura, para que el Diario de Sesiones no aparezca lleno de acotaciones o corchetes. Que así sea.