Elecciones generales

Pablo Casado, la derecha de siempre

La sonrisa que esbozó una vez ganada su lucha dialéctica quedó grabada hasta hoy. Con este gesto, Casado cuenta con una gran ventaja.

Pablo Casado
Pablo Casadolarazon

La sonrisa que esbozó una vez ganada su lucha dialéctica quedó grabada hasta hoy. Con este gesto, Casado cuenta con una gran ventaja.

El semblante exultante de Pablo Casado brotó, el pasado mes de julio, en ese instante en el que se impuso con su discurso renovador a la propuesta de Soraya Sáenz de Santamaría. José Luis Martín Ovejero, experto en comunicación no verbal, guarda un recuerdo muy gráfico: «Justo antes de comenzar, se subió el pantalón. Se estaba preparando para su gran momento». La sonrisa que esbozó una vez ganada su lucha dialéctica quedó grabada hasta hoy. Con este gesto, Casado cuenta con una gran ventaja. El cerebro humano escoge rostros felices y los reconoce rápidamente. La ciencia los asocia a la inteligencia y, aunque dure sólo unos segundos, una sonrisa perdura para siempre. Decía el genio del gesto mudo Charles Chaplin que nadie hay tan rico que pueda vivir sin ella, ni nadie tan pobre que no la merezca. A menudo Casado la emite con una mano en el corazón, una clara señal de implicación en lo que expresa con palabras.

En general, destaca su gestualidad con las manos, lo que refuerza su seguridad, según los expertos en comunicación no verbal. Unas veces indica con ellas apertura y otras, como cuando cierra los puños, trata de dar fuerza al mensaje, tal y como observa Martín Ovejero. «No lee los discursos y liberarse de los papeles le permite repartir más la mirada entre el público e involucrar a la gente en sus valores, ideas y percepciones del mundo». Su marca está manifiestamente asociada a la defensa de la vida, la familia y la unidad de España y con cada uno de sus gestos pone énfasis en que éstas deben volver al Parlamento y a las instituciones. Lo expone sin complejos y con un tono duro, como corresponde a quien se ha declarado dispuesto a «achicharrarse» en política. Su apuesta es fuerte y necesita que los votos vacilantes empiecen a caer en su cesta. No existe un perfil de rituales perfecto o deseable, pero el líder popular cumple algunos de los gestos considerados más ventajosos en esta materia. No frunce el ceño, mira directo a la cara, respira tranquilo, no endurece la mandíbula, sonríe y maneja las manos sin tensión. Pero ¿y si todo esto dulcificase su imagen en exceso? «Puede que, a veces, sí se pase de contento», responde el consultor. «La alegría es contagiosa y, en su caso, se nota que también genuina, pero hay ocasiones en las que no es oportuna. Si hablas de cuánto te enfada algo sonriendo, la falta de equilibrio es muy sospechosa». Para Gonzalo Adán, psicólogo social y director técnico del Instituto de Estudios Sociales Avanzados IBES, su mayor escollo, en este sentido, es ser «el nuevo de la clase». «Su imagen de chico bueno, listo y de sonrisa cautivadora ya estaba ocupada por Rivera.

Su reto era diferenciarse para no parecer el mismo, pero le está resultando muy difícil». Considera que la sonrisa juega claramente a su favor, igual que su tono poco agresivo. «Con pequeños ajustes no verbales a un entorno para el que no estaba preparado, cumple los requisitos para ser uno de los políticos más prometedores y con mayor recorrido de todo el panorama», puntualiza. Si tuviera que darle un consejo de urgencia, dice que le pediría que controle la rapidez con la que habla cuando está eufórico. «Su voz transmite mucha vida y es una cualidad perfecta como extraordinario parlamentario que es, pero poco eficaz en campaña electoral». Como experta en oratoria, la profesora Emma Rodero coincide en que debería trabajar la voz. «No es muy grave, pero si corrigiese la entonación sonaría más convincente, porque su imagen es muy correcta». Por otra parte, cuando habla ante un gran auditorio tiende a comerse las vocales. Advierte también en él ciertos movimientos de manos muy repetitivos y el impulso de sacar alguna vez su dedo índice acusatorio.

En esa gestualidad está de acuerdo Joan Francesc Cánovas, especialista en comunicación y formador de portavoces. «Tiene buen porte, una sonrisa bonita y una mirada muy educada, pero no estaría mal que puliese más su lenguaje y copiase a los británicos, tan precisos con las palabras». Son descuidos que quedan en evidencia en auditorios y espacios grandes. «Cuando habla para la multitud, parece que sobreactúa, se excita y no exterioriza suficiente pasión o entusiasmo. Se le ve forzado en el uso de la voz, el tono y la intensidad. Se le nota que no está cómodo, que no es su espacio. Definitivamente, es un político que gana en las distancias cortas». En su comunicación no verbal se echa también en falta el factor riesgo y puede que esto haga frenar sus posibilidades. «Consigue proximidad y familiaridad con el ciudadano, pero su riesgo es cero. Si las encuestas le diesen un triunfo irrefutable, haría bien, pero no es así. Su apuesta en este aspecto, no debería ser tan conservadora».

Ve en su cartel de campaña un buen exponente de esta falta de audacia: «No ha arriesgado nada, ni con los colores. Su lema, valor seguro, remite a la derecha de siempre». Igual ocurre con su vestimenta. Adán no la ve demasiado acertada. «Siendo absolutamente correcta, acaba transmitiendo rigidez hasta en los momentos en los que va casual, lo que resta naturalidad a su discurso». Le aconsejaría, por ejemplo, no llevar tanta corbata y cuellos tan ajustados. En su opinión, son detalles que transmiten encorsetamiento y dan alas a sus adversarios para tacharle de antiguo, rancio o involucionista, incluso yendo tan moderno. «En cualquier caso, acierta en trabajar una imagen más seria e institucional que la de Rivera, a pesar de que su edad no acompañe». Por lo demás, el líder popular parece acostumbrado a los reproches y no parece que le hagan ruborizarse ni palidecer.