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Tomás Gómez

El PSOE se merece otro líder

La política de bloques, la coalición con Podemos y las alianzas con independentistas y Bildu, han sido castigadas por la sociedad española

Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer, ha antepuesto sus intereses a los del país. El resultado de las elecciones del domingo exigía una reflexión serena en el Partido Socialista sobre las causas que lo han provocado y las consecuencias.

La política de bloques, la coalición con Podemos y las alianzas con independentistas y Bildu, han sido castigadas por la sociedad española. Pero el calado es mucho mayor, los electores han hecho una enmienda a la totalidad de una manera de hacer política.

Lo han hecho en la primera oportunidad que han tenido, sobre las costillas de los candidatos autonómicos y municipales socialistas, pero el destinatario del mensaje era Sánchez, que ha movido ficha rápidamente para cortocircuitar cualquier crítica interna.

La convocatoria de elecciones anticipadas es un movimiento con el que apelará a la unidad interna socialista de cara a las elecciones, evitando que los dirigentes y militantes del PSOE puedan mostrar su desacuerdo con él. Ha hurtado al partido la posibilidad de corregir semejantes dislates.

Sánchez quiere concurrir a las elecciones sin ataduras ni compromisos. Sus socios preferentes seguirán siendo los mismos: Podemos, que se ha hundido en toda España, Yolanda Díaz, que en lugar de Sumar ha restado y Bildu, a los que el presidente del Gobierno les pidió, en su última intervención parlamentaria, que le siguiesen apoyando.

Con esas premisas, el Partido Socialista no hubiese aceptado concurrir a las legislativas de diciembre y hubiese establecido las líneas rojas que nunca deberían haberse trasgredido.

Pero Sánchez quiere el poder total y absoluto para pactar o romper alianzas en función de su interés concreto en cada coyuntura, por mucho que se rompa el principio de coherencia.

Un ejemplo, la anunciada presidencia española de la UE, broche de oro con el que quería cerrar la legislatura, ha sido un asunto de Estado, hasta que ha dejado de ser una buena opción para él.

Ahora no importa la imagen que puede proyectar el Estado con una presidencia que puede tener durante unos meses como titular al líder socialista y, durante otros, a Feijóo. El espectáculo deteriora la marca España ante las instituciones de la UE, pero Sánchez prioriza resolver sus asuntos domésticos.

Ha dañado profundamente al partido y al país. Por eso, lo honesto sería que hubiese renunciado a ser el próximo candidato a la presidencia del Gobierno y que el PSOE hubiese podido encauzar un nuevo proyecto político, con un nuevo líder al frente. Pero eso requería generosidad.

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