Elecciones catalanas

Puigdemont deja la legislatura en vilo

La constitución del Parlament abrió ayer un periodo político incierto marcado por el pulso entre JxCAT y ERC por la investidura del president que mantienen la tensión sobre su posible vuelta de Bruselas.

Los lazos amarillos estuvieron presentes ayer en la constitución del Parlament
Los lazos amarillos estuvieron presentes ayer en la constitución del Parlamentlarazon

La constitución del Parlament abrió ayer un periodo político incierto marcado por el pulso entre JxCAT y ERC por la investidura del president que mantienen la tensión sobre su posible vuelta de Bruselas.

El Parlament ha dado el pistoletazo de salida a la legislatura más incierta. Junts per Catalunya y Esquerra Republicana llegaron a un acuerdo para constituir la Mesa de la cámara y no bloquear el inicio del curso político que sigue marcado por el 155, que no desaparecerá hasta que la Generalitat tenga un nuevo presidente. El acuerdo llevó a la presidencia de la Mesa a Roger Torrent. Este acuerdo, sin embargo, es endeble. Parecería, en principio, que dominar la Mesa significaría para el independentismo iniciar una andadura de cuatro años codo con codo. Nada más lejos de la realidad. La legislatura se inicia a codazos, golpes bajos. Ayer, se inició el «tour de force», el cuerpo a cuerpo entre los chicos de Puigdemont frente a los de Junqueras.

El primer síntoma de lo que se avecina lo dio el flamante nuevo presidente de la Mesa. «Viva la democracia y Viva Catalunya», fue el colofón de un discurso en el que no se habló de «implementar la República», que ni tan siquiera cosecha ni un solo viva, y tampoco gritos enfervorecidos a la independencia. Y el silencio más ensordecedor de su discurso: ni una palabra de la investidura de Carles Puigdemont. Parecía el discurso de Torrent toda una enmienda a la totalidad a la presidencia de Forcadell. Nada que ver el discurso del nuevo presidente con la arenga de Ernest Maragall que aprovechó su minuto de gloria para recuperar un discurso que en boca del nuevo presidente parece viejo, de otra época.

Frente a este punto de «normalidad», Junts per Catalunya abría fuego a primera hora de la mañana. Jordi Turull era el encargado de disparar las salvas de ordenanza: «La voluntad de Carles Puigdemont es volver –a España– para la investidura, y nuestra voluntad es investirlo. Pero se han de tener en cuenta todas las derivadas. A nosotros nos moverá la que sea más efectiva», dijo en RAC1. Es decir, Junts per Catalunya amagaba con la vuelta del líder en «el exilio», en coincidencia con su estrategia de hacer presidente a Puigdemont «arriesgándolo todo». «Puigdemont va a por todas, será el presidente de los catalanes porque así lo decidieron los ciudadanos libremente», repetían en su entorno amagando: «Si Puigdemont no es investido y no se recupera el Govern legítimo, nos obligarán a forzar elecciones».

El pressing obre ERC empezó de nuevo. Si ERC no inviste a Puigdemont «tendrá que asumir su traición y su apoyo al 155», afirman en Junts per Catalunya. La incógnita se sitúa en saber si Puigdemont llegará al final, forzar unas nuevas elecciones, o hará «el cambiazo», proponiendo un sucesor «para recuperar las instituciones». En ERC se han marcado una línea de prudencia como la diseñada por Torrent. «Si Puigdemont no puede ser presidente, la recuperación del Govern legítimo es Oriol Junqueras». Éste será el caballo de batalla de los próximos días. Puigdemont forzando la situación hasta el extremo y ERC tratando de sortear el embiste y resistir para «o forzar la restitución de Junqueras o forzar una negociación de un nuevo gobierno sin Puigdemont».

A pesar de los disensos, en el Parlament se vivió una «performance» independentista. Lazos amarillos en la bancada, aplausos cuando era llamado a votar un preso, gritos de libertad. Este formato prevalecerá porque el independentismo siempre llega a acuerdos en el último minuto y de penalti. Ante esta creencia, ERC y JxC forzarán la situación al límite. De hecho, ayer en las puertas del Parlament se convocó una manifestación de apoyo a la mayoría independentista. Parecía una movilización contra el 155, por los presos, contra el Estado, pero no es oro todo lo que reluce, y la manifestación respondía más al primer acto de presión a ERC.

Puigdemont, al igual que hicieron Pujol y Mas durante años, se identifica con Cataluña. Su interés personal se convierte en interés de país, y sabe que este argumentario le ha hecho ganar las elecciones y, lo más interesante, ha disparado el complejo de inferioridad de ERC frente a CDC, ahora JxC.

Sabe que no será presidente porque los letrados del Parlament le han dicho que es un oxímoron serlo desde Bruselas. Y no lo será porque si es propuesto como candidato, el Gobierno «actuará en consecuencia», afirman fuentes oficiales. En conclusión, Puigdemont tiene las vías cerradas.

Por eso, Turull amaga con su vuelta. El amago no llegó muy lejos, el portavoz oficial de Puigdemont en Bruselas, otrora de Mas y otrora director de comunicación con periodistas extranjeros, Joan María Piqué, puso el freno: «Sólo volverá si el Gobierno español le da garantías de que no será detenido». El Ejecutivo español, por si acaso, se pone en alerta. En la sede del PDeCAT lo tienen más claro: «No volverá». Aunque conviene recordar que no se enteraron de que se fue.