Pactos electorales

Rajoy: «He ganado de frente y no me iré por detrás»

Rajoy se mantiene firme pese a los rumores, la oleada de nombres que resuenan para desbancarle y la negativa de Sánchez a dialogar. Margallo, Guindos y Sáenz de Santamaría desmienten movimientos en la sombra: «Es nuestro único candidato». Tras una reunión en Moncloa, los empresarios le muestran su apoyo por los buenos datos de empleo y alarmados por el frente de izquierdas

La Razón
La RazónLa Razón

El pasado viernes hacía frío en Valladolid y Mariano Rajoy padece una fuerte afonía. Su mujer, Elvira, le ha dado un extracto de própolis para combatirla y el presidente llega a la capital castellana con ganas de desmentir tanto bulo que circula por Madrid. «Tiene guasa que pidan tu cabeza cuando eres el único que ha ganado las elecciones», le dice Juan Vicente Herrera poco antes de empezar la Junta Directiva del PP en Castilla y León. El enorme granero de votos populares, cuna política de los antiguos «halcones» del partido: Aznar, Posada, Lucas y ahora Juan Vicente. Si hace meses fue algo crítico con Rajoy, ahora le apoya de pleno. Herrera considera injusta esta cruzada contra Mariano por parte de quienes han sufrido un batacazo en las urnas. Ambos son amigos desde hace más de 30 años y conversan relajados junto a otros colaboradores. Todos le preguntan por el desenlace de una situación sin precedentes. Mariano bebe un zumo de naranja con el bálsamo para la ronquera y les responde: «Estad tranquilos, he ganado de frente y no me iré por detrás».

La rotunda frase refleja el hartazgo del presidente del Gobierno en funciones ante la cascada de rumores, quinielas y operaciones varias para desbancarle. La obsesión patológica de Pedro Sánchez a todo diálogo con quien representa a casi ocho millones de españoles envenena el escenario. Que si Soraya, por ser la mejor valorada. Que si Margallo, por sus buenas relaciones en Cataluña. Que si Guindos, por ser un tecnócrata. Que si Solana, por su experiencia. Un torrente de conspiraciones con nombres y apellidos inundan los círculos políticos y económicos. La pasada semana, varios empresarios del Ibex pasaron por La Moncloa. Reuniones discretas alarmados por el frente popular extremista que Sánchez quiere articular a toda costa, humillado sin piedad por Pablo Iglesias. Muchos de ellos han visitado también a Felipe González, un socialista con sentido de Estado que inspira el comunicado de la «vieja guardia». Dicen que el presidente está tranquilo, confiando aún en una solución pactada, aunque muy crítico con la actitud del secretario general del PSOE.

Poco a poco, la conjura va cayendo por sí sola. La llamada Operación Soraya es eterna, dado que la vicepresidenta sigue siendo la más valorada del Gobierno y quien da la cara. Lo demostró el pasado martes, cuando el escándalo de la corrupción en Valencia le estalló al llegar al Museo del Prado en un acto con el maravilloso lienzo La Virgen de Granada, cedido por la Casa ducal de Alba. Ella fue la primera en coger el toro por los cuernos, censurar a los corruptos y defender a la justicia. También se ha cansado hasta la saciedad de negar ambiciones sucesorias. Esa misma noche, en un programa televisivo, la vicepresidenta estuvo tajante: Rajoy no se va, que se vayan quienes han perdido, zanjó con una seria advertencia a Pedro Sánchez y Albert Rivera, este último en una especie de columpio según sople el viento. «Rivera se balancea como una peonza», dice un alto dirigente de Génova ante la actitud del líder de Ciudadanos. «Critica la corrupción del PP y gobierna con los ERE en Andalucía», apostillan sobre su pacto con Susana Díaz.

La llamada Operación Margallo circuló como la pólvora, sobre todo desde Cataluña. El ministro de Asuntos Exteriores mantiene una amistad personal con el republicano Oriol Junqueras, se enfrentó con él en un debate durante las elecciones catalanas, organiza a menudo encuentros con empresarios en Barcelona y goza de predicamento en Bruselas por sus largos años como eurodiputado. Tales ingredientes avivaron su nombre como posible alternativa a la gran coalición, que muchos en el PP ven como una «autoproclamación» filtrada por él mismo. El rumor fue tal que el propio José Manuel García Margallo tuvo que salir a desmentirlo. «Rajoy es nuestro único candidato», aseguró el titular de Exteriores. La tercera maniobra surgió el jueves, cuando el ministro Luis de Guindos se reunió a puerta cerrada en el Congreso en los cabezas de lista provinciales. Aunque la versión oficial era informarles sobre la situación económica, las especulaciones se desataron.

Los pasillos del Congreso eran un hervidero en las filas populares y socialistas. Se apuntaba la posibilidad de gestar un movimiento entre primeros espadas de ambos partidos para un gobierno de consenso, de carácter técnico y abordar reformas, presidido por Luis de Guindos. Incluso se añadía el nombre de Jordi Sevilla, ex ministro con Zapatero y coordinador del programa económico del PSOE, como vicepresidente. Guindos y Sevilla son amigos personales hace muchos años, fueron ejecutivos en Lheman Brothers y Luis de Guindos le avaló para incorporarse a Price Waterhouse Coopers a su salida del Gobierno. El revuelo era enorme y el ministro de Economía hubo de salir a desmentirlo: «Mariano Rajoy ha ganado las elecciones tras dirigir la política económica que ha evitado el rescate y sacado a España de la crisis». Eso sí, Guindos admitió que la actual situación de bloqueo genera incertidumbre en los mercados y fuga de inversiones. «Cuanto antes se solucione esto, mejor para todos», aseguró.

El nombre de Javier Solana, el histórico socialista con experiencia acreditada en Europa y en el mundo se coló también en las quinielas. Pero fuentes muy cercanas al ex ministro zanjaron el bulo, dado que Solana padece algunos problemas de salud que le tienen alejado de la primera línea. Por su parte, desde Moncloa el mensaje era nítido: Rajoy ya ha movido ficha, pero Sánchez es un irresponsable que habla con extremistas y separatistas, aunque no con el PP. Ni las advertencias de Felipe González, que a pesar de su dolencia ocular tras una intervención quirúrgica ha estado muy activo en las últimas semanas, le hicieron mella. El portavoz socialista en el Congreso, Antonio Hernando, se mostró inflexible y desoyó la opinión de González. Una cena privada con el portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando, había suscitado los rumores, pero no fue tal. Los dos políticos, aunque adversarios, se reúnen con frecuencia y en esta ocasión abordaron temas sobre la Mesa de la Cámara Baja, entre ellos la ubicación de Podemos en los escaños que tanto les ha indignado y fue iniciativa del Grupo Socialista. «Una colleja a Pablo Iglesias por su insolencia», dicen diputados del PSOE.

A la espera de que el martes el Rey finalice su segunda ronda de contactos, los letrados de las Cortes trabajan ya en informes jurídicos para salir del desbloqueo. El documento del Consejo de Estado cuando en 2003 se produjo una situación similar con el «tamayazo» es el precedente para disolver las Cámaras si, finalmente, no hay investidura de ningún candidato. Fuentes del equipo jurídico del Congreso confirman que ya trabajan en estos informes, a petición de Moncloa y con el visto bueno de la Zarzuela, si el Rey Felipe VI no puede ofrecer candidato. «Hay que poner en marcha el reloj», dicen estos letrados ante el vacío legal que se avecina por la pertinaz negativa de Pedro Sánchez a dialogar con el partido más votado. En el entorno de Rajoy existe también hondo malestar con Albert Rivera, quien apunta a un acuerdo sin el presidente en funciones. De aquí la advertencia de Mariano Rajoy en Valladolid al señalar que «nadie nos tiene que decir lo que hay que hacer». Sin embargo, la calculada frase del presidente, «el PP mantiene su candidatura a la presidencia del Gobierno», es interpretada por algunos dirigentes como una posible retirada de Rajoy hacia «ese lado» que algunos reclaman. Aunque todos en el Gobierno y la cúpula de Génova insisten en que el único candidato es Rajoy, incluso ante unas nuevas elecciones generales, escenario que muchos ven ya como altamente probable.

Los empresarios que han visto estos días a Rajoy aseguran que el presidente piensa en España y está satisfecho de su política. El último fruto, los espectaculares resultados del empleo, que podrían irse al traste con ese frente de extrema izquierda acariciado por Sánchez para salvar su pellejo. Mientras el PSOE es una jaula de grillos por los pactos, en el PP muy pocos mueven un dedo contra Rajoy, a excepción de algunos resentidos aznaristas, caso de Esperanza Aguirre. «Esperanza ya no es nadie», sentencian en Génova. No obstante, el presidente en funciones es consciente de ese «run run» para moverle la silla y recuerda aquella frase de Winston Churchill a un diputado conservador nuevo en la Cámara de los Comunes: «Tenga usted en cuenta que los adversarios son los laboristas, pero los enemigos son los que se sientan en su propio partido». Treinta y cuatro años de vida política ininterrumpida le dan a Mariano un bagaje de «aguantar casi todo», aunque en su círculo íntimo reconoce la falta de talla de Pedro Sánchez. Y con retranca gallega, se lo confesó a Juan Vicente Herrera: «Algunos me quieren cantar el miserere, pero no me dejo».