En campaña

El recado de los barones del PSOE a sus bases: "Dejad a Pedro solo"

Pese al intento de vender unidad, la bronca por las listas esconde el pulso por controlar su sucesión tras el final del "sanchismo"

Pedro Sánchez y María Jesús Montero en la Ejecutiva del PSOE en Ferraz
Pedro Sánchez y María Jesús Montero en el Comité Federal del PSOE en FerrazDavid JarLa Razón

«En el mejor de los casos, harán falta ocho años para que el PSOE pueda volver a parecerse a lo que fue». Esta reflexión resuena de fondo en la organización socialista bajo el ruido de sables entre Moncloa, Pedro Sánchez y su núcleo duro, y los dirigentes y cuadros intermedios del partido. La bronca por las listas, que ayer sobrevoló por el Comité Federal, esconde detrás la batalla que ya se ha abierto por controlar la sucesión de Pedro Sánchez. Las candidaturas fueron aprobadas por unanimidad, aunque se han producido renuncias por disconformidad con las imposiciones de Madrid y el malestar interno ha trascendido a la opinión pública.

El presidente del Gobierno está hoy en una situación de precariedad total en cuanto a apoyos dentro de su organización política. De hecho, los barones están trasladando a las bases y al partido un mensaje claro ante la campaña electoral: «Dejad a Pedro solo». Huelga de brazos caídos en un PSOE que cerca a un «sanchismo» huérfano de apoyos ante las próximas elecciones generales después de haberse quedado vacío de poder territorial en los comicios del 28-M. Los plantes de los barones en el Comité Federal son sólo síntomas de la tormenta interna en la que navega el PSOE. La federación asturiana, la de Castilla-La Mancha, la de Aragón, Andalucía o Comunidad Valenciana apagan los motores y dejan al «sanchismo» en la soledad más absoluta ante una campaña que en el PSOE ven solo como un mero trámite en el camino hacia el «postsanchismo».

El problema de esta contienda cruenta que ya se ha abierto en la organización socialista es que los más críticos con Sánchez también coinciden en el análisis de que la gravedad de la tragedia puede realmente estar en que «será muy difícil que el sucesor no salga de un grupo parlamentario en el que Sanchez ha colocado a un ejército de afines». Y esto no es una buena señal, sino el anticipo de que la travesía en el desierto puede hacerse más larga de lo que convendría al interés general del partido.

En vísperas del Comité Federal de ayer, en la tarde del pasado viernes, desde el entorno de Emiliano García-Page filtraron una advertencia que debió de llegar a oídos de Moncloa. «Parece que es cierto. Cambian la lista de Toledo y hay mucho malestar, y también en otras federaciones. Están cambiando las listas mediante imposiciones y por lo que muchos interpretamos como caprichos personales. El Comité no va a ser todo lo pacifico que debería». Y minutos después, insistían: «Las listas fueron aprobadas por unanimidad en el comité provincial, con más de 300 asistentes de la provincia de Toledo, representando al 90 por ciento de las agrupaciones locales». Moncloa no resistió el pulso de García-Page, investido con la fuerza de la mayoría absoluta que obtuvo en las urnas en las elecciones del 28-M, y rectificó, pero no así en la guerra con el resto de barones, que sí han sido desalojados del poder por culpa, así lo denuncian ellos mismos, de Sánchez.

El líder socialista y sus afines se enfrentan ahora a la maldición de los «cadáveres» que han ido dejando en el camino durante estos años de ejercicio de un poder autoritario en el seno de la organización socialista, aprovechando su posición privilegiada en la moqueta de La Moncloa. Las ganas de revancha y de pasar factura a los ideológicos del «sanchismo» pueden más que la visión que quieren imponer en Moncloa respecto a la urgencia de unir fuerzas para conseguir resistir en las mejores condiciones posibles el 23-J y garantizarse así un grupo en la oposición también lo más digno posible, para el caso de que se confirme la principal hipótesis de trabajo, la de que la coalición no seguirá en el poder. A Sánchez le salva, de momento, que la proximidad de las elecciones generales obliga a los críticos, por compromiso con las siglas, a contener el ruido en público para que no se les acuse de deslealtad con el proyecto socialista. Lo que tengan que hablar lo harán el 24-J y con los resultados del examen de Sánchez en las generales ya en la mano.

Page y el presidente de Aragón, Javier Lambán, plantaron ayer a Sánchez en el Comité Federal. Y el secretario general del PSOE de Castilla y León, Luis Tudanca, y el valenciano Ximo Puig, optaron por acudir al máximo órgano entre congresos del partido para dejar bien clara su oposición a las injerencias de Ferraz en las decisiones territoriales sobre las candidaturas al 23-J. El presidente del Gobierno llamó a la unidad, pero fue predicar en el desierto, porque las críticas que se omitieron ante el Comité siguieron haciéndose circular desde las terminales socialistas territoriales.

Ni siquiera el pacto agónico entre Sumar y Podemos es visto como un motivo de celebración dentro del PSOE. En el partido intuyen que la bronca no ha terminado, y aseguran que «todavía no hemos visto el capítulo final de la guerra». Si hoy tuvieran que apostar por cómo acaba la pelea, gana por mayoría la opción de que veremos compitiendo a Juntas sí se puede, una marca registrada en el último momento por el consejo de dirección de los morados, aunque luego dijeron que había sido fruto de un error.