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La Razón de Feijóo
Lleno hasta la bandera. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, congregó en esta casa de LA RAZÓN, a la élite del poder político, económico y de la sociedad civil, en un acto transcendental bajo un momento de gran deriva institucional. Suenan con fuerza en el ambiente aires de cambio, en todos menos aquellos que perviven merced a las prebendas del «sanchismo». El inmenso poder de la izquierda política y mediática se revuelve ante la degradación de un país que asiste atónito a una tercera legislatura agónica, sin presupuestos, algo impensable en cualquier democracia de nuestro entorno. En estas en que un presidente acorralado por la corrupción, con su esposa Begoña, su hermano David, el fiscal general del Estado Álvaro García Ortiz, y sus estrechos colaboradores imputados, incluso uno de ellos como Santos Cerdán en la cárcel de Soto del Real, habría tardado dos minutos en dimitir de su cargo y convocar elecciones. Pero aquí, en esta España adormilada, temerosa y adoctrinada, nada se mueve con tal de mantener al César Sánchez en La Moncloa. Es la historia de un declive y un asalto a los poderes del Estado sin precedentes.
«Es urgente un relevo frente a tanta impostura», comentan con acierto algunos empresarios. En efecto, apremiante y necesario un cambio frente a tanto fingimiento impostado desde el poder. Miente Sánchez en toda su labor actual de gobierno. En política exterior, cuando enarbola el genocidio de Gaza para tapar sus vergüenzas internas. En los datos económicos, falsos y disfrazados, después de tres años sin presentar unos presupuestos. En las leyes enviadas al Congreso, a golpe de decreto, sin el apoyo de sus socios comunistas y separatistas instalados en el más puro chantaje. En el asalto sin cuartel al Poder Judicial, como el último desafío de plantar al juez Juan Carlos Peinado en una maniobra chulesca nunca vista. En el acoso a los medios críticos que no sucumben a sus deseos. En definitiva, mienten Sánchez y sus acólitos albergados en una propaganda orquestada sin límites. «Sánchez no gobierna, solo manda», dicen algunos críticos del PSOE en voz baja, sabedores de que el «puto amo», en palabras del vocero Óscar Puente, les tiene bien cogidos. Nadie se atreve a alzar la mano, el sueldo, el escaño, el sillón y el coche oficial valen lo suficiente para mantener la boca bien cerrada.
Ante este desolador panorama, Alberto Núñez Feijóo emerge con sus propuestas de cambio. Gestión frente al caos de una coalición que hace agua por todas partes con unos ministros de pacotilla cada día más abrasados. Limpieza frente a corrupción. Normas concretas en política migratoria, pacto climático, fiscalidad, empleo y acción exterior. En todas ellas, Pedro Sánchez le ha puesto varias trampas y es de confiar que Feijóo no caiga en ellas. Según las leyes de la impostura, una mentira pregonada muchas veces acaba convirtiéndose en verdad. Esta es la clave de la propaganda «sanchista», el eje del relato en todas sus terminales políticas y mediáticas. El dogma que encubre la mentira frente a la realidad. Es el manual de todos los regímenes totalitarios y Sánchez lo practica mejor que nadie. ¿Se imagina alguien el escenario si los presidentes José María Aznar o Mariano Rajoy hubieran tenido bajo su mandato los actuales casos de corrupción? La calle ardería con las hordas de la izquierda radical y las fuerzas antisistema a toda mecha.
«Cuando tienes tanto canalla enfrente es muy duro hacer oposición», confiesa un alto dirigente del PP. Muy cierto. El gallego lo sabe y en consecuencia debe responder. En estos años desde su llegada a Madrid ha ganado en tablas, discurso y estrategia. También físicamente se le ve cambiado. Mirada limpia y azulada sin lentes. Cabello ondulado con un ligero toque de canas elegantes. Y hasta un rostro algo bronceado, lejos de la palidez gallega. Se muestra seguro y agresivo, sabedor de las trampas que le acechan: por la izquierda y por la derecha, con un partido como Vox que actúa como el mejor aliado del «sanchismo». Tiene enfrente a un presidente nervioso, tenso, acorralado, y por ello muy peligroso.
En su estilo de atacar sin piedad al líder del PP, el presidente del Gobierno optará por los golpes bajos, prietos los dientes, rictus de enojo. En esta semana negra, Sánchez y los suyos han demostrado ser capaces de todo.
El gallego ha de aguantar como un titán bajo la frase que pronunció en la cumbre de Murcia: «Pedro Sánchez no merece tener ni el acta de diputado». Todo vale para tapar la corrupción y el desgaste de un Gobierno contra las cuerdas.
Se avecinan días difíciles porque Sánchez resistirá como un acantilado milenario. Núñez Feijóo, apasionado del mar, navegante por la Ría de Vigo, andarín en la playa de Samil y «gourmet» de un buen pulpo en Ons, sabe bien que la izquierda política y mediática intentará sacarle trapos sucios. No ha de inmutarse ni acomplejarse. Ha ganado todas las elecciones y Sánchez siempre las ha perdido, pero gobierna por la anomalía antidemocrática de un bloque «Frankenstein» impensable en otros países de nuestro entorno. «Aquí se juega en primera división», le espetó Sánchez con chulería el día de su primer cara a cara en el Senado. «Vengo entrenado», le respondió el gallego. Ahora afronta su definitiva oportunidad de caminante hacia la Moncloa ante unas praderas repletas de corrupción y gestión caótica del «sanchismo». España necesita el cambio, el relevo, la hora de la verdad.
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