Rebeca Argudo

Sesión de control de Sánchez a Feijóo

El presidente del Gobierno inventó el hacer oposición a la oposición

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, en el Senado
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, en el SenadoJesus G. FeriaLa razon

El cara a cara entre Sánchez y Feijóo, ni ha sido nuevo, ni ha sido un cara a cara. Sánchez se pregunta cómo pasará a la historia ¿Y tú me lo preguntas? Ya te lo digo yo: como el presidente del Gobierno que inventó el hacer oposición a la oposición. Y es que de nuevo Sánchez ha convertido un debates parlamentario en sesión de control en diferido, que diría Cospedal, a los pretéritos gobiernos del PP.

Empezaba Alberto Núñez Feijóo fuertecito, diciéndole al presidente que España está cansada de él y de su gobierno. Este hacía un mohín de un niño mimado, pensando «Tezanos no dice eso». En la cabeza de Sánchez no entra que nadie pueda cansarse de él. ¿Por quién le toman? ¿Por alguien normal? Enumeraba Feijóo, por ejemplificar, las cuitas de los últimos siete días. Le acusaba de andar con servidumbres y no mandar más que «en la mitad del gobierno, con suerte». «El otro medio le gobierna a usted». Tres preguntas muy concretas lanzaba: si, puesto que dimiten los altos cargos de infraestructuras por la chapuza de los trenes, no deberían dimitir también los autores de la chapuza de la ley del «solo sí es sí». Que como es posible la temeridad de seguir encargando leyes a las mismas ministras que han aprobaron la ley del «solo sí es sí». Y que si se ha leído, conoce y comparte de la a a la z la Ley «trans» y sus consecuencias. Preguntaba también, e ironizaba con que no era necesario que contestase, sobre si era realmente consciente de todo pero claudicar es el peaje que tiene que pagar para mantenerse unos meses más en el poder. «Muchas gracias, espero sus respuestas», finalizaba Feijóo su intervención, en evidente clave irónica, convencido (como lo estábamos todos) de que no iba a contestar a nada y hablaría de lo que quisiera.

Y efectivamente. Sánchez, fiel a sí mismo y a su bola, empezaba remitiéndose a la última intervención de Feijóo en el Senado y pasaba de la que acababa de presenciar. Porque a él no le dice nadie de lo que tiene que hablar y, para muestra, un (otro) botón: puesto que entonces había quedado claro que Feijóo añoraba un gobierno modélico, estable y efectivo, para poder tener un debate ordenado, lo más sensato era definir qué es un gobierno estable y efectivo. Es curioso que precisamente él, que no ha conseguido que su ministra defina lo que es ser mujer pero le ha permitido legislar en ese sentido, se lo exija ahora a la oposición como condición sine qua non para pedir cuentas. Olvida que, precisamente, esa es una de las funciones fundamentales de la oposición: fiscalizar a quien gobierna. Alardeaba entonces, en lugar de contestar a lo que se le inquiría, de haber aprobado 200 leyes, pero olvidaba mencionar que es el presidente que, para hacerlo, más ha abusado de los decreto ley (más de cien), que debería ser una fórmula extraordinaria y no un estilo de gobernar, pues prescinde del proceso deliberativo parlamentario. Se jactaba de haberlo logrado con diferentes grupos parlamentarios, obviando que se debe a que no le queda otra porque no cuenta con una mayoría suficiente y depende de esos apoyos. Presumía de todo (de las becas, del salario, de la sanidad) pero siempre, en comparación con los gobiernos del PP, en general, y con el autonómico de Feijóo, en concreto. Alardeaba de gasto, como si saliese de su bolsillo y no hubiese disparado la deuda pública, triplicándola desde que llegó a Moncloa. A las preguntas de Feijóo, ni mu.

Este, en su réplica, le agradecía irónicamente las «sesiones de control» a su persona. «Son un entrenamiento interesante», añadía. Y le señalaba, muy hábilmente, ese hacer oposición a la oposición y el no haber respondido a ninguna de sus preguntas. Insistía en el peaje que Sánchez debe a sus socios de gobierno y le bajaban el volumen del micrófono como se lo bajaban antaño en la gala de los Goya al ganador a mejor corto de animación por alargarse en sus agradecimientos. Aparecía entonces el Sánchez chulesco y nervioso que aparece cuando pierde la calma y sabe que no le van a replicar. Pero uno que, con una mano se pone faltón («cuando se levante, señor Feijóo, mire a ver si siente algo en la espalda») pero con la otra no le queda otra que reconocer que la ley del «solo sí es sí» fue un error que están intentando enmendar.

De responder a las tres preguntas concretas que se le hicieron, de eso, nada.