Jorge Vilches

El siervo del Gobierno

La estrategia del PSOE ha sido siempre la de allegar votos parlamentarios, vengan de donde vengan, para alcanzar el poder o desbancar a la derecha

MADRID.-Francisco Martín defiende que el Gobierno de coalición "ha funcionado" y ha invertido un 46% más en Madrid que con Rajoy
MADRID.-Francisco Martín defiende que el Gobierno de coalición "ha funcionado" y ha invertido un 46% más en Madrid que con RajoyEuropa Press

El delegado del Gobierno en Madrid ha dicho en voz alta lo que cree que quiere oír Pedro Sánchez. El resto; es decir, si se ajusta a la moral o a la democracia, carece de sentido en su mente. Sabe quién es su dueño, y de quién depende su puesto. Cree que solo la entrega absoluta y pública satisfará a su señor. Para eso lo nombró Sánchez, para servirle, no para cumplir como delegado del Gobierno.

Este blanqueamiento de Bildu tiene dos lógicas no excluyentes: sectarismo ideológico y votos parlamentarios. En lo primero, el PSOE considera ahora que los bilduetarras son “progresistas” y, por tanto, comparten con los socialistas un universo político y el impulso de sacar a la derecha de la vida política. Habrán matado, pero han cumplido sus penas, dicen para convencerse. Zapatero lo contó en el programa de Carlos Herrera: el PSOE puede estar orgulloso de haber derrotado en exclusiva a ETA y de meter a Bildu en las instituciones. Ese es el argumento retórico para sostener el otro motivo más mezquino. La única salvación del PSOE tras el 23-J es mantener vivo a Frankenstein.

La estrategia del PSOE ha sido siempre la de allegar votos parlamentarios, vengan de donde vengan, para alcanzar el poder o desbancar a la derecha. De esta manera, el supuesto internacionalismo socialista del PSOE, centralista y constitucionalista, se ha abrazado al conservadurismo esencialista de los nacionalistas vascos y catalanes, al racismo golpista de ERC y aledaños, a los apéndices partidistas del mundo etarra, y a cualquier regionalista, como en Cantabria, Baleares, Canarias o los de la “España vaciada”. Esta es la naturaleza del PSOE: pactar con quien le asegure el poder frente al PP.

El único pegamento de ese sindiós es el repudio a la derecha nacional. De ahí los doberman, las alertas antifascistas, la memez de “derecha extrema” para algo tan moderado como el PP, y la teatralización del apocalipsis cuando se aventura que van a perder el poder. Es pura irresponsabilidad. Como la del secretario de Política Local del PSOE, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, que para hacer méritos ante Sánchez habla de un “sábado negro” para la democracia porque los gobiernos municipales los van a gobernar quienes ganaron en las urnas. Incluso profetiza una “ola reaccionaria y ultraconservadora”.

Tras este planteamiento del PSOE no hay únicamente un miedo a perder el poder, sino una muestra de su concepción de la democracia. Los socialistas que nos gobiernan consideran, siguiendo su tradición, que la democracia son ellos, y que, por tanto, el Estado debe pasar a sus manos cuando llegan al poder. Es un método práctico para apropiarse del sistema. Colocan a sus peones en las instituciones y en la administración para boicotear el posible gobierno del adversario. Es más; piensan que la victoria electoral de la derecha es un paréntesis histórico, un momento extemporáneo, una anormalidad que acabará pasando. Siempre que gobiernan los otros es un periodo “negro”.

Lo normal, en democracia, fuera de las pamplinadas de los meritorios y siervos, es lo que ha pasado en Navarra, donde socialistas y populares han hecho alcaldesa a Cristina Ibarrola, de UPN, en detrimento del candidato de Bildu. O lo que ha ocurrido en el País Vasco, donde el PP ha quitado cinco alcaldías a los de Otegi en beneficio del PNV -el mal menor-, y permitirá que en Vitoria gobierne el PSOE para que no lo haga Bildu en la capital vasca. Lo mismo pasará en la Diputación de Guipúzcoa para impedir el éxito de la candidata bilduetarra. Por esto el PP, con tino, ha roto su propuesta de que gobierne el más votado, incumplimiento que el PSOE denunciaba estúpidamente en Twitter. Esto demuestra que es más importante el deber de reducir el crecimiento institucional de Bildu, un partido que homenajea a asesinos y llevaba 44 etarras en sus listas, que mantener un absurdo “universo progresista”. Quizá con mantener la dignidad sea suficiente.