Opinión
Todos los caminos llevan a P
Quien nada teme nada tiene que tapar. Y Begoña y su marido han intentado obstaculizar, lo que no se espera nunca de un presidente y de su cónyuge
Si ya están los otros tres del Peugeot, su esposa, su hermano y su fiscal, raro será que no acabe saliendo él por alguna esquina de los seis casos del entorno. En realidad, ninguno de los mentados podría haber hecho casi nada de lo que se les imputa sin el paraguas del presidente. A Begoña le dieron la cátedra por ser quien era, igual que al hermanito se le permitió cobrar por «trabajar» de una manera que a ninguna otra persona se le hubiese aceptado. Y no digamos las andanzas del trío Cerdán/Koldo/Ábalos, amigos íntimos y trabajadores de Ferraz, nombrados y avalados por SS. O Alvarone, fiscal supremo estresado en su tarea al extremo, por mor de ganar el relato de Sánchez frente a Ayuso. Todos los caminos llevan a X, o sea a P, mires por donde mires, hagas lo que hagas. Quizás por eso ayer nuestro guía suspendió las entrevistas que tenía apalabradas con CNN y Bloomberg para glorificarse como candidato al Nobel de la Paz a cuenta de Hamas. Claro, le iban a preguntar, sí o sí, por los motivos de tanto familiar empapelado. Y responder a ello diciendo «genocidio», no parece lo más apropiado. Tendría que decir, en todo caso, que es por culpa del fango de la fachosfera pepera, y aun así podrían no comprarle el discurso. Fundamentalmente, porque es difícil de asimilar. Begoña no logró la dirección de una cátedra en la Complu por méritos previos, sino por vivir en la Moncloa. Ni la cátedra, ni el África Center, ni los patrocinios para una y otra cosa y lo demás. Todo fue por ser vos quien sois. Cosa distinta es que hubiese pagado de su bolsillo un alquiler, una asistente y la estructura necesaria para el funcionamiento del emprendimiento. A lo que tenía derecho, sí, pero no a costa del erario.
Después está la cuestión de los errores cometidos por la señora, uno tras otro durante el procedimiento judicial. La Constitución ampara al investigado que no quiere responder al juez, pero es evidente que no es una opción que ayude a esclarecer las imputaciones, sino al contrario. Si no hay nada que temer, se planta uno ante el magistrado y responde a todas las preguntas sin problema. A ser posible con amabilidad, sin jactancia ni engreimiento, tratando de aportar la documentación necesaria para esclarecer la investigación. Si en lugar de eso se intenta entorpecer el procedimiento, movilizando al aparato entero del Gobierno contra el juez, la conclusión más obvia es que hay cosas que ocultar. Quien nada teme nada tiene que tapar. Y Begoña y su marido han intentado obstaculizar, lo que no se espera nunca de un presidente y de su cónyuge. La misma intención de «no colaborar» demostrada por el fiscal general con el borrado de su móvil. No es delito hacerlo, pero es impropio de quien lo hace, sobre todo si se ocupa una de las más altas instancias de la estructura del Estado.
Claro que, cuando no se tienen argumentos, se insulta, y a eso se han dedicado los ministros y sus tertus durante el largo tiempo que llevamos de proceso, con ánimo evidente de denigrar al instructor, de ridiculizarlo, de señalarlo ante la opinión pública por atreverse a investigar nada menos que a la esposa del todopoderoso jefe supremo. Al yerno del Rey sí se podía. A Begoña, ni pensarlo.
Dejemos que la Justicia avance. Cabe plantear si un jurado popular de nueve miembros, cada uno con su caracterización política, es lo más apropiado para juzgar a un político. No parece, pero las normas son las normas. Y hay que aceptarlas.