
Res non verba
Cuando los españoles voten
Sánchez tiene un as en la manga, aunque sea disputar a Trump el Nobel de la Paz en las quinielas más locas de los populistas narcisistas

Una sesión de control sin Pedro Sánchez es como aquellas fiestas light de cuando éramos chavalines en la Joy Eslava, como una corrida de toros a la portuguesa, como pasar de Estados Unidos a Canadá. Se parece, pero no es lo mismo. Sin Pedro ni Alberto, uno pone toda su fe en los requiebros y el meñique tieso de María Jesús Montero para garabatear el folio en blanco con un poco de «xeito». Para los portugueses el «xeito» es la habilidad de hacer algo con destreza, normalmente de forma improvisada. En provincias fronterizas, como Badajoz o Huelva, no son pocas las madres que recriminan a sus hijos «¡qué poco jeito tienes!» cuando realizan con poca prestancia alguna tarea que les hayan encomendado. El caso es que, de un tiempo a esta parte, el «xeito» sanchista anda un poco renqueante. La mentira fundacional de la legislatura comienza a resquebrajarse.
Ni eran más ni eran progresistas. Las bandas que suelen unirse para desguazar acaban desguazando en armonía hasta que sus particulares apetencias empiezan a ser incompatibles. A la UTE del Frankenstein ya le está pasando eso mismo: el acento xenófobo que conviene a Junts en materia migratoria es justo lo que no conviene al acento izquierdista de Podemos y Sumar.
Así las cosas, la sesión comenzaba sin que se hubiese dispersado todavía la polvareda del martes, cuando se constató que Sánchez ya no controla ni siquiera los votos de su socio de coalición. Si Yolanda no le es útil a Pedro, Pedro no le sirve a Carles y Carles puede pensar que, para esto, mejor provocar elecciones y así le corta el paso a la novia cadáver de Aliança Catalana.
8Hasta Bildu ha pedido un poco de por favor a los socios de la UTE para que no jueguen con la continuidad de la legislatura; con lo bien que están ellos blanqueados y desguazando.
El escalofrío de los vetos cruzados recorría la espina dorsal de Moncloa en una mañana en la que la vicepresidenta Montero creyó que lo peor sería echar balones fuera por el fiasco de las pulseras telemáticas. Eso y, claro está, aguantar las chanzas de la oposición por tener ya al hermano del presidente virtualmente sentado en el banquillo. Tan obsesionada estaba en devolver el golpe del hermano de Sánchez con la imputación del novio de Ayuso que al final se hizo un lío y habló del hermano de Ayuso. Explotaron las risas en el hemiciclo sin que la vicepresidenta pudiera imaginar que faltaban pocos minutos para que, a media sesión, el popular Rafael Hernando hiciera de heraldo de otro posible «banquillazo»: de llegar a juicio por malversación en la contratación de su amiga como asesora monclovita, Begoña Gómez será juzgada por un jurado popular. Los diputados del PP jalonaron el pleno con menciones improvisadas a esa noticia, regodeándose solo de pensar que la figura del jurado popular hará perder fuelle al relato sanchista del lawfare. Qué juez, el juez Peinado.
En todo caso, la sesión comenzó seria, con el toque solemne que le quiso imprimir Ester Muñoz al detallar el calvario que han pasado las mujeres maltratadas que estuvieron durante meses desprotegidas por el mal funcionamiento de las pulseras telemáticas. De Irene Montero se podía esperar que impulsase una ley feminista que sacara violadores a la calle, pero no que racanease con el precio de las pulseras y comprase una remesa de las que son baratas a cambio de fallar más que una escopeta de feria.
La anterior titular de Igualdad racaneó con el coste de la seguridad de las mujeres amenazadas, pero la actual ministra, Ana Redondo, bien que se lo calló. Y al descubrirse el pastel se ha atrincherado en esa soberbia que sólo es capaz de sostener eso que Gustavo de Arístegui gusta de llamar «supremacismo ideológico de la izquierda». Están tan encantados de haberse conocido que ni reconocen un error ni te dicen la verdad, aunque seas su médico de cabecera. Es verdad que Redondo ha ido abandonando la letanía de que las pulseras no fallaron para potenciar la cantinela de que ninguna mujer perdió la vida por esos fallos. Entre poner en duda el testimonio de las víctimas y dar gracias a la Providencia, alguien debe haberle susurrado que mejor lo segundo. Pero su cuajo para no dimitir obliga a sus compañeros de bancada a sacar la última tecnología en contrarrelatos: ¿que hemos dejado desprotegidas a las víctimas? Pues vosotros os apoyáis en Vox mientras nosotros apoyamos a los palestinos. El supremacismo moral y los juegos de palabras que no falten.
La cuestión es que aquí nadie sabe cuándo se votará, porque Pedro Sánchez es capaz de permanecer en el poder con tal de bloquear la alternancia democrática. Las grietas ya afectan a la línea de flotación de Sumar y la vicepresidenta Montero hasta se atreve a rechistar a Junts, acusándoles de dibujar una realidad de Cataluña que no se corresponde con la realidad. Pero Sánchez siempre tiene un as en la manga, aunque sea disputar a Trump el Nobel de la Paz en las quinielas más locas de los populistas más narcisistas. Para borrarse de la quema y hacerse el interesante, qué «xeito» tiene.
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