Cargando...

Defensa

Trump obliga a la UE a pasar a la acción

El club comunitario debe elegir entre seguir siendo una potencia normativa o convertirse en un actor geopolítico pleno

La Haya, blindada para la cumbre REMKO DE WAALEFE

La cumbre que se celebra en La Haya es la primera desde que Donald Trump accedió a la Casa Blanca por segunda vez y, desde entonces, el presidente de EE UU ha cuestionado el sentido de la Alianza, que condiciona a que sus miembros acepten invertir en Defensa el equivalente al 5% de su PIB. Esta exigencia de Trump parece desproporcionada, lo que en él no es sorprendente. Aquí es preciso reconocer el trabajo del secretario general, el neerlandés Mark Rutte, al lograr descomponer la cifra mágica de 5% en 3,5% de inversión directa y un 1,5% en acciones vinculadas, pero no estrictamente de Defensa.

Algunos estados lo van a tener difícil. España ya ha negado oficialmente alcanzar esa cifra, una decisión sorprendente. Una vez afianzado el 2% en 2025, y en años sucesivos, si se aprobaran nuevos presupuestos, tampoco habría sido descabellado presentar la intención de «tender» hacia el 3,5% en 2035, a 10 años vista, y emplear ese 1,5% adicional en todas las cuestiones pregonadas por el propio Gobierno sobre «seguridad».

Considero que negar la mayor del 5% en 2035 es perder una oportunidad de oro para afianzar nuestra posición en la OTAN, al mismo tiempo que mejorar nuestras capacidades de seguridad, resiliencia y apoyo a la población en ese cajón de sastre del 1,5% adicional en el que los aliados no pondrían problemas a partidas diversas.

La habilidad de Rutte para navegar en estas aguas turbulentas determinará no solo el futuro de la OTAN, sino también su legado como líder internacional. Si Trump se va hoy con la sensación de haber cerrado un «gran acuerdo» en tiempo récord, podrá darse por satisfecho. Pero también puede pasar lo que ha ocurrido en la cumbre del G7 en Canadá la semana pasada, cuando Trump la abandonó para centrarse en el conflicto Israel-Irán.

Para tratar de evitar que pase lo mismo, la OTAN necesita alcanzar un acuerdo consistente que satisfaga las pretensiones del presidente de EE UU. Para ello, la carta de Sánchez es un escollo importante que Rutte ha tratado de solventar con su respuesta, que no habla de números concretos, sino que deja la contribución de España a una evolución revisable y controlada.

Pero, ¿y si sucede? ¿Y si algo no le gusta a Trump? Y abandona la cumbre con un «ahí os quedáis». Entonces, habrá llegado de una vez por todas el momento de desarrollar con celeridad, que no atropelladamente, el pilar europeo de la Alianza y presionar a la UE para que asuma el rearme y las misiones de disuasión y defensa que durante años ha evitado «subcontratando» a la OTAN. El nivel de ambición de la política común de seguridad y defensa de la UE se encuentra perfectamente definido en el documento aprobado por el Consejo en 2022: «Brújula Estratégica para la seguridad y la defensa».

Este documento, auspiciado por el anterior Alto Representante para Política Exterior, Josep Borrell, determina una amplia serie de ambiciosos objetivos. Entre ellos, mejorar notablemente la movilidad militar; la creación de una fuerza de respuesta de 5.000 militares capaz de ser desplegada en una zona hostil; constituir un mando de operaciones en Bruselas; mejorar las capacidades de resiliencia, inteligencia, ciberseguridad y seguridad; y, por supuesto, invertir mejor y, a ser posible, más, consiguiendo una base industrial y tecnológica europea en defensa para fortalecer nuestro entorno de seguridad.

Objetivos muy ambiciosos, pero que se podrían conseguir si existiera una mínima voluntad política para ello, como la aprobación en 2023 de la Capacidad de Despliegue Rápido de la UE, incluyendo la aplicación del artículo 44 del Tratado de la UE por el que el Consejo podrá encomendar la realización de una misión a un grupo de Estados que lo deseen y que dispongan de las capacidades necesarias. Siempre que el desarrollo de esta misión se realice de acuerdo con el Alto Representante.

Y, por último, y con la aprobación y publicación del Libro Blanco sobre la Defensa Europea-Preparación 2030 de este mismo 2025, la UE tiene los documentos y los planes para poner en marcha una auténtica fuerza militar conjunta, combinada e interoperable procedente de los 27 miembros. No es necesario hablar de crear un «Ejército europeo» sino de esas fuerzas aportadas por las naciones y, por supuesto, con unos organismos de mando y control perfectamente establecidos y reconocidos por todos los países.

No hay que inventar nada nuevo, lo único que tiene que hacer la UE es ponerse a la tarea hoy mejor que mañana y tomar decisiones en el presente, ahora, para que la dinámica de la carrera armamentística no nos sorprenda otra vez. Debemos ejercitar la prospectiva, que significa analizar el impacto que tendrán en el futuro las decisiones que tomamos hoy, incluidas las capacidades militares que precisamos.

Este trabajo debe incluir un imprescindible esfuerzo de pedagogía. Las mismas instituciones que durante más de tres largas décadas se desentendieron de la defensa son ahora las que impulsan el rearme. Esto requiere explicarlo desde las propias instituciones, evitando maquillar realidades o supeditar los intereses de la defensa a los de la industria de defensa y, por supuesto, es preciso motivar a nuestra población, pero sin estresarla para evitar reacciones no deseadas.

Se trata de dar un paso más en las operaciones militares de la UE que, hasta la fecha, solo han actuado en el exterior en misiones de mantenimiento de paz o de gestión de crisis y ahora tendrían la capacidad de actuar dentro de la UE si fuera necesario para defender la integridad territorial salvaguardando las fronteras exteriores. Y todo ello de manera autónoma de la OTAN, aunque evitando solapamientos, pero con capacidad de actuar independientemente. Por ejemplo, una fuerza militar europea así planteada podría intervenir como fuerza de mantenimiento de paz para garantizar acuerdos de paz entre Rusia y Ucrania.

La guerra en Ucrania ha sido un catalizador; el otro puede serlo Trump. La UE debe elegir entre seguir siendo una potencia normativa o convertirse en un actor geopolítico pleno. Europa no necesita más documentos de reflexión, necesita acción. El modelo anterior ha muerto con la guerra de agresión en Ucrania, la destrucción de sus ciudades y el asesinato de civiles inocentes. La UE debe elegir entre la irrelevancia en un mundo de bloques o el federalismo militar, creando las estructuras de mandos y de fuerzas europeas con presupuesto común, mando unificado y capacidad de disuasión creíble.