¿Podría el calendario jugar un papel más importante de lo que imaginamos en nuestro desarrollo intelectual? Distintos estudios científicos parecen indicar que sí. Concretamente, las personas nacidas en los últimos tres meses del año (octubre, noviembre y diciembre) presentan, según diversas investigaciones, una tendencia a obtener mejores resultados en pruebas cognitivas durante la infancia.

Una investigación de la Universidad de Harvard publicada en 2006 analizó a más de 21.000 niños desde su nacimiento hasta los siete años. Los resultados fueron llamativos: aquellos nacidos en octubre, noviembre y diciembre obtuvieron puntuaciones más altas en pruebas de inteligencia en comparación con sus compañeros. Aunque no se identificó una causa única, los científicos apuntaron a factores prenatales estacionales como la exposición a la vitamina D, la alimentación materna o incluso los niveles de estrés ambiental durante el embarazo.

Estos elementos, aparentemente sutiles, podrían tener efectos importantes durante el tercer trimestre de gestación, etapa clave para el desarrollo neurológico del feto.

¿Cómo son estos tres meses?

Octubre destaca especialmente en los estudios por la solidez de los resultados obtenidos. En muchos casos, estos nacimientos coinciden con etapas de embarazo menos expuestas a temperaturas extremas o enfermedades estacionales, como la gripe. Esto reduce posibles factores de riesgo durante el embarazo y favorece un desarrollo prenatal más favorable.

Noviembre, por su parte, añade una curiosa dimensión: según una investigación publicada en el International Journal of Sports Medicine, las personas nacidas en este mes también muestran un mejor rendimiento físico, superando en hasta un 15% a sus compañeros en pruebas deportivas.

Diciembre, aunque tradicionalmente está asociado con las fiestas, también ofrece sorpresas. Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido, las personas nacidas en este mes tienen una mayor probabilidad de dedicarse a la medicina, en particular a la odontología. Aunque las diferencias son pequeñas, los investigadores señalan que son estadísticamente consistentes.

Pese a lo intrigante de estos resultados, la comunidad científica es prudente. El neurocientífico Russell Foster, de la Universidad de Oxford, advierte: "No se trata de astrología, sino de influencias estacionales que pueden tener cierto impacto en el desarrollo". Según Foster, factores como la duración del embarazo, la nutrición, la educación y el entorno familiar son mucho más determinantes para el desarrollo de la inteligencia.