Tradiciones
Galicia ante la noche de San Juan 2025: hogueras, conjuros y leyendas mágicas
Fuego, agua, conjuros y hierbas mágicas envuelven a Galicia en su noche más ancestral, en la que el misterio y la tradición caminan de la mano bajo la luna del solsticio
Cuando cae la noche sobre Galicia el 23 de junio, la tierra parece contener el aliento. Deja de respirar, y esa ausencia del aire que inflama los pulmones se escucha de modo nítido. Las sombras se alargan entre los montes, el mar respira de forma diferente y las primeras lumbres comienzan a temblar en una oscuridad ya palpitante. En ciudades y aldeas, plazas y arenales, los gallegos se reúnen en torno al fuego como lo han hecho durante siglos, repitiendo gestos antiguos con la misma mezcla de respeto y alegría.
Es San Juan, la noche más corta del año, pero también la más larga en historias, leyendas y conjuros. Una en la que todo puede suceder: que el sol baile al amanecer, que las meigas merodeen por los caminos, que el amor florezca con la ayuda de un ramo de herbas máxicas (hierbas mágicas), o que el mar conceda un deseo al compás de nueve olas.
A fin de cuentas, en Galicia, cada chispa de una hoguera despierta una tradición, cada salto sobre el fuego invoca a los espíritus, y cada gota de rocío esconde el susurro de los antiguos druidas. Aquí, el solsticio es algo más que un fenómeno astrológico: es rito, es memoria y, sobre todo, es magia.
Origen pagano
Antes de que la Iglesia cristianizara la festividad para honrar el nacimiento de San Juan Bautista, los pueblos celtas celebraban el solsticio con rituales de fuego para dar la bienvenida al verano y ahuyentar a los malos espíritus.
Galicia conservó ese espíritu: el 24 de junio se convirtió en una fecha cargada de misticismo, en la que el fuego y el agua purifican, protegen y renuevan. No es casualidad que en Galicia la noche se conozca como la Noite Meiga, y que el dicho popular siga recordando: “Eu non creo nas meigas, pero habelas, hainas”.
Fuego que purifica
El fuego es el gran protagonista de la noche. Las cacharelas (hogueras) se encienden con madera vieja, se escriben deseos en papel que luego se arrojan a las llamas, y se saltan las hogueras para alejar los malos espíritus y atraer la buena suerte. Cada salto, entre siete y nueve veces atendiendo a la superstición o a los ritos, es un acto simbólico que renueva el alma y el cuerpo.
En lugares como A Coruña, la celebración alcanza cotas máximas. Declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional, la ciudad herculina enciende cientos de hogueras en las playas de Riazor y Orzán, donde miles de personas se reúnen con el incansable sonido del Atlántico de fondo. En el interior, el fuego se vive con mayor recogimiento: una luz cálida en medio de la montaña, rodeada de silencio y coplas antiguas.
Al terminar la noche, algunos caminan descalzos sobre las brasas ya apagadas, como último gesto de valentía y purificación.
Agua que protege
Pero si el fuego limpia, el agua bendice. En Galicia, la noche de San Juan está llena de rituales que tienen que ver con el mar o con el líquido elemento. Uno de los más extendidos es el del agua de las siete fuentes, que se recoge la tarde del 23 y se deja al aire libre toda la noche. Al amanecer, se usa para lavarse la cara sin mirarse al espejo, buscando salud, belleza y protección.
En la costa, el ritual resulta todavía más asombroso: a medianoche, decenas de personas se sumergen en el mar. En playas como A Lanzada, en O Grove (Pontevedra), las mujeres que desean ser madres se bañan recibiendo nueve olas de frente, en un rito de fertilidad que algunos remontan a antiguos cultos a Venus.
En otras aldeas, como Santa Cruz de Lamas (Moraña, Pontevedra), se visitaban cuevas y fuentes que, según la leyenda, protegían contra enfermedades o ayudaban a concebir. Incluso hay quien cree que, esa noche, las aguas adquieren propiedades milagrosas por obra y gracia del rocío.
Las hierbas de San Juan
En muchas casas gallegas, al caer la tarde del 23 de junio, se prepara un ramo de siete hierbas mágicas: herba de San Xoán (hipérico), fiúncho (hinojo), herba luísa, fento macho (helecho), romeu (romero), malva y xesta. Estas plantas se sumergen en agua y se dejan toda la noche al relente para que absorban ese mismo rocío purificador.
A la mañana siguiente, lavarse con el agua es una forma de alejar el mal de ojo, poner fin a los meigallos (hechizos) y garantizar la buena salud. Tras su uso, las hierbas pueden secarse al sol y guardarse para quemarlas al año siguiente.
De todas, la más misteriosa es el helecho macho, de quien dice la leyenda que, en la noche de San Juan, echa una flor invisible y mágica que sólo algunos pueden localizar. Quien lo logra, tendrá el don de ver lo oculto y hacer prodigios.
Conjuros, queimada y leyendas
La queimada es el conjuro más reconocible. Mientras el aguardiente arde en una pota de barro, el famoso hechizo resuena de modo cadencioso: “Mouchos, coruxas, sapos e bruxas…”. Las llamas azules danzan mientras que las palabras espantan a los malos espíritus antes de beber el brebaje y sellar así la protección.
No en vano, Galicia es tierra de leyendas, y San Juan, su noche más propicia. Se dice que las meigas celebran aquelarres en los montes, que los tesoros escondidos brillan durante unos segundos en medio del campo, y que las mouras, doncellas encantadas, emergen junto a las fuentes para romper su hechizo si alguien logra ayudarlas.
E incluso en algunos hogares, se cuelgan ramas de sabugueiro (saúco) en las ventanas para protegerse, y en los cruces de caminos se encienden velas para recordar y proteger a quienes ya no están en este mundo.
Sardinas, pan de millo y amanecer
Pero ninguna noche mágica estaría completa sin su toque gastronómico. La sardiñada es otro de los clásicos del San Juan gallego. Sardinas asadas sobre pan de millo, vino tinto en cunca de barro, música de gaitas y baile hasta el amanecer.
Y cuando el sol comienza a asomar, muchos se detienen y contemplan la escena con deleite: se dice que es el único momento del año en el que sol baila al salir. Es el último instante de una noche que conjuga lo sagrado y lo profano, lo visible y lo invisible, el presente y la memoria.