
Infraestructuras deportivas
La historia interminable del municipal de Balaídos
Casi una década después del anuncio de reforma, el estadio de Vigo sigue inacabado y el Ayuntamiento traslada ahora el conflicto a la Diputación

Corría el verano de 2014 cuando se anunciaba un nuevo Balaídos. Desde entonces, casi una década en la que el tiempo ha terminado por llenar de objetos inservibles el baúl de las promesas. Como aquella que hablaba de un estadio llamado a ser “el Guggenheim del fútbol” español. Así lo ha llegado a definir, durante estos años, el alcalde de Vigo, Abel Caballero, que meses después, el 23 de enero de 2015, ponía la primera piedra de las obras en compañía del entonces presidente del Celta, Carlos Mouriño.
“Hoy fraguamos un sueño”, aseguraba Caballero. Pero las forjas, ya se sabe, a veces llevan tiempo. Demasiado. Diez años después, Balaídos espera todavía, incompleto, con sólo tres de cuatro gradas realizadas a la espera de ver qué sucede con Gol, graderío que vive el enésimo enfrentamiento del alcalde con una institución para avanzar en unas obras que han terminado por resultar, más que el Guggenheim, la Sagrada Familia, eternamente inacabada.
Durante estos años, Caballero se ha enfrentado con la Xunta, con el Club y ahora con la Diputación -tras el cambio de gobierno de socialistas a populares en el ente provincial-, para impulsar la remodelación de un estadio que es municipal, titularidad del Ayuntamiento, que presupuestó inicialmente la reforma en 25 millones y que ya alcanza los 60.

No en vano, sólo el proyecto de la grada de Gol, foco del actual enfrentamiento con el Gobierno provincial, se eleva hasta los 24,8 millones de euros, la misma cifra que iba a costar todo el estadio.
A esta cantidad hay que sumarle los casi 14 millones de euros que costaron, en su día, las actuaciones en Río y Tribuna, y los más de 21 millones que se invirtieron, finalmente, en Marcador, cuyo coste inicial se había fijado en 13,8 millones. En total, 60 millones, más del doble de lo anunciado inicialmente; más del doble de lo pactado por Caballero y el popular Rafael Louzán, entonces presidente de la Diputación.
Ruptura con el Club
Aquel acuerdo fijaba en 2017 el término de la reforma. Ese año, sin embargo, apenas estaba concluida una de las gradas. Desde entonces, se han sucedido los enfrentamientos y la búsqueda de culpables, comenzando por el propio Club, con el que a las tiranteces por las obras se sucedieron, así como las tensiones por la Ciudad Deportiva, para la que el Celta buscaba terrenos en Vigo que nunca se concretaron.
Sin ir más lejos, en 2015 el propio Caballero afirmaba que ésta se ubicaría en la parroquia de Valladares. “La tramitación urbanística de estos terrenos está en fase de desarrollo y avanzada”, afirmaba ese verano el regidor, apenas ocho meses después de aquella primera piedra en Balaídos.
Sin embargo, la Ciudad Deportiva no vio la luz en Vigo y, tras la mediación de la Xunta, se alcanzó un acuerdo para su desarrollo en el municipio vecino de Mos. Fue el 16 de diciembre de 2017.
Aquel día, en el Pazo de los Escudos, se escenificó un pacto a tres bandas entre Gobierno gallego, Ayuntamiento y Celta para garantizar el futuro del equipo: la Ciudad Deportiva estaría en Mos y el nuevo Balaídos se terminaría de la mejor forma posible a cambio de una concesión que asumiría el Celta.
Ese día, Carlos Mouriño regaló a Caballero y a Feijóo un reloj con una inscripción: “Presente, futuro e ilusiones. Pongamos nuestros relojes en marcha. En este momento nos conectamos”. Por desgracia, el reloj dejó de dar la hora poco después. En el Ayuntamiento, por el que motivo que fuese, no gustó el proyecto deportivo de Mos, y empezaron a poner trabas a su desarrollo, presentando objeciones a la modificación del PXOM del municipio vecino.

En marzo de 2018, apenas tres meses después de aquel pacto, el Club estallaba en boca de su presidente. “Alcalde, no me sometes; no vamos de la mano”, sentenciaba Mouriño en una rueda de prensa que mostró un distanciamiento que duró años y que se pudo visibilizar en el palco del municipal de Balaídos en numerosos partidos.
Enfrentamiento con la Diputación
Hoy, la guerra presente es con la Diputación de Pontevedra, en manos populares desde mayo del año pasado. El convenio original se había firmado, también, con el ente provincial, estando al frente el PP. Durante los siguientes ochos años, con los socialistas en el Gobierno, se afrontaron las reformas de Río y Tribuna, pagadas al 50%, y la de Marcador (60% Ayuntamiento, 40% Diputación).
El nuevo cambio de Gobierno ha abierto la puerta a otra batalla por parte del alcalde, que esta misma semana, en un audio grabado y remitido a los medios de comunicación, señalaba que envió el convenio al ente provincial y todavía “no hay respuesta”.
“No se lo toman con mucha prisa y están retrasando el proyecto”, criticaba Caballero, diez años después de anunciar la reforma de Balaídos.
Fuentes de la Diputación recuerdan que estuvieron cuatro meses reclamando el convenio sin obtener ningún tipo de respuesta, y señalan que su apoyo a “la construcción de la grada de Gol ha sido siempre claro y rotundo, junto con el deseo de agilizar los acuerdos para terminar la mejora del estadio”.
Un compromiso que han defendido públicamente y en múltiples ocasiones y que, como señalan las mismas fuentes, se concreta en los presupuestos de 2024 del ente provincial, que reservan 2,5 millones de euros para esta grada.
Dicha cifra, añaden, es muy superior a los 300.000 euros consignados por el gobierno de Vigo en las cuentas municipales para el próximo año, previstos para los últimos retoques de la obra de Marcador y para el inicio de la de Gol.
Sea como fuere, lo cierto es que la de Balaídos es ya una historia interminable. La de un estadio municipal que suma casi 10 años de reformas, con la vista puesta en el Mundial de 2030, para el que, quien sabe, tal vez lleguen a tiempo los trabajos.
En Villarreal, por buscar un ejemplo similar en aforo y dimensiones, la reforma del estadio comenzó en mayo de 2022, inaugurándose a finales de ese mismo ejercicio el nuevo recinto, que continuó con los trabajos de remodelación durante el primer semestre de 2023. Aunque allí, ya se sabe, La Cerámica es propiedad del Club, no del Ayuntamiento. Algo que, por lo visto en Vigo, cambia los tiempos y los costes.
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