
Retorno
De Venezuela a Galicia sin dudarlo: “Toda mi vida crecí con la cultura gallega”
Paola Alarcón, que descubrió las becas BEME en una de las hermandades de Galicia del país caribeño, mira hacia el futuro desde la tierra de sus abuelos

Hay relatos de ida y vuelta que, por lo que sea, a veces se estancan en un lado; ese que otorga, quién sabe, más oportunidades, nuevas perspectivas, un poco de alegría y mucho, muchísimo futuro. Tanto que casi se puede palpar entre las manos.
Este tipo de historias, antes, hace mucho o poco según cómo se vea, se escribían al revés. En este caso, de Galicia a Venezuela. Un viaje en blanco y negro a través del azul azabache del Atlántico; un azul tan profundo que parece hundirse en la morriña, en ese echar de menos que se sacude muy despacio, con la cadencia de las olas.
Hoy, sin embargo, el relato transcurre hacia Galicia, en un retorno perseguido, acompasado tal vez también al ritmo de las ondas, de los embates de la marea y de la vida. Es el caso, por ejemplo, de Paola Alarcón Domínguez (Venezuela, 1999), demasiado joven para recordar aquellos tiempos de fotografías en las que descubrimos los infinitos tonos de los grises.
Imágenes que han pasado a la memoria recogiendo regueros de gallegos a otras tierras. Algunos, unos pocos, eran los abuelos de Paola, nieta de tres gallegos que un día hicieron las américas en busca de ese futuro, de esas oportunidades que aquella Galicia y aquella España más cainita no ofrecían.

Lo cierto es que Ernestino Domínguez y Celia Fernández -sus abuelos maternos, ambos gallegos-, y Camilo Alarcón -gallego también- y Carmen García -los abuelos paternos- acabaron en una Venezuela que entonces, allá por la década de los 60 del siglo pasado ofrecía un mañana inmejorable.
Y pese a todo, la historia de Paola se escribe con acento muy gallego: “Toda mi vida crecí con la cultura gallega”. Está hablando, sin quererlo, de esas hermandades de Galicia en Venezuela, lugares de encuentro en la diáspora que servían de punto de consuelo y de pedacito de memoria. Una memoria que quería conservar, y conservó, lo propio, lo gallego: los bailes, el folclore, la lengua, la cultura, la tradición, la comida. Un largo etcétera.
Becas BEME
En una de esas hermandades, Paola descubrió las becas BEME: Bolsas Excelencia Mocidade Exterior, por su acrónimo en gallego; Becas Excelencia Juventud Exterior si se traduce al castellano. Un programa que cada año promueve la Xunta de Galicia para facilitar la vuelta a casa de quienes un día tuvieron que partir, nietos de emigrantes cargados de morriña bien entendida, esa que añora un pedacito de la tierra de tus antepasados.
Es el caso de Paola, que extrañaba Galicia sin haberla todavía conocido. La descubrió con 15 años, cuando sus abuelos le regalaron un viaje de mes y medio a Vigo en el que pudo conocer también A Graña, un diminuto pueblo de la provincia de Pontevedra en el que pasaban las vacaciones.
“Me enamoré de España. La cultura, en realidad, era muy parecida a la que yo siempre había conocido en casa, así que nunca hubo un choque cultural”, recuerda desde el presente Paola.
Un presente que la ha llevado a conocer y residir en A Coruña, la antítesis de Vigo, donde gracias a las BEME cursa un Máster en Dirección y Administración de Empresas. Ese es el objetivo de un programa que facilita la realización de estudios de postgrado en nuestra tierra y que acaba de abrir una nueva convocatoria.

En ella se ofrecen más de 90 másteres en las tres universidades públicas gallegas, con becas de entre 8.000 y 12.500 euros que incluyen gastos de matriculación, viaje, alojamiento y mantenimiento.
“Desde antes de graduarme ya conocía las BEME y tenía claro que quería solicitarlas”, prosigue Paola su relato. Uno que conduce hasta en octubre del año pasado, cuando logró su objetivo matriculándose en el mencionado máster en la Universidad de A Coruña.
El futuro en Galicia
Las BEME, detalla Paola, le han otorgado algo tan valioso como la “tranquilidad”: “Desde el primer momento nos ayudaron muchísimo con la documentación y, al llegar, en la oficina de retorno nos explicaron todos los pasos para establecernos en Galicia”.
A fin de cuentas, ese es el objetivo de un programa que, desde 2017, ha beneficiado ya a 1.500 jóvenes gallegos del exterior que, en la mayoría de los casos, continúa su vida y su relato en la Comunidad: un 60% trabaja en Galicia y un 40% se plantea emprender.
Es el caso de Paola, que ahora disfruta de esa Coruña “tan diferente a Vigo” pero con distintos e idénticos encantos: “La verdad es que no sé cuál me gusta más. Vivo cerca del Paseo Marítimo y estoy enamorada del lugar”.
Sea como fuere, su idea, cuando concluya el máster, pasa por quedarse en Galicia, una tierra, afirma, “con muchas oportunidades”, que en Venezuela resultan cada vez más difíciles de encontrar.
A fin de cuentas, la historia, decíamos, se escribe ahora del revés, configurando un relato que va de la emigración al retorno. Lo sabe bien Paola: sus abuelos volvieron ya hace tiempo, y a ella le gustaría que “mis padres y mi hermano pudieron venir” para disfrutar de Galicia, la tierra de sus orígenes, sí, pero también un espacio donde “hay oportunidades y hay calidad de vida”. Cosas que, a veces, no sabemos valorar.
✕
Accede a tu cuenta para comentar