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Cheska, la mujer que democratizó la peluquería

Sus maestras decían que tenía un don en las manos y por eso apostó por una profesión que estaba dominada por los hombres. No fue sencillo, pero su arte hizo que todas las «celebrities» quisieran sentarse en su salón de belleza

MADRID. 10/12/2019Reportaje Salon de Peluqueria CheskaEntrevista a Cheska y a su hija María© Alberto R. Roldan
MADRID. 10/12/2019Reportaje Salon de Peluqueria CheskaEntrevista a Cheska y a su hija María© Alberto R. RoldanAlberto R. RoldanLa Razon

Entrar en la alta peluquería de Cheska es como hacerlo en su casa. Recibe con los brazos abiertos, llena de ilusión y orgullosa, como esos padres que ansían la llegada de la Navidad para sentar en su mesa a sus hijos, compartir historias y momentos mágicos. Detrás de una media melena oscura con flequillo juvenil, esta acróbata de los peinados esconde una revolución: la de las mujeres que se abrieron paso en un sector masculino, que impusieron su maestría en un camino que ninguna otra había recorrido antes. Ahora, cincuenta años después de la apertura de su «templo» de estilo, nos abre las puertas de su hogar para festejar un aniversario dorado repleto de éxitos.

Por sus manos han pasado las mujeres más influyentes de las últimas cinco décadas y con sus tijeras ha marcado las tendencias de cada temporada. También nos acompaña María, su hija, quien ha tomado el testigo de una empresa que nació de la nada y que ella cuida con el mismo cariño que su madre.

«Siempre quise ser peluquera, pero cuando lo dije en casa no sentó demasiado bien. Mi madre me decía que quería algo más para mí», recuerda nostálgica Cheska. Pero fue precisamente ese comentario de su progenitora el que la hizo esforzarse al máximo para lograr su objetivo: vivir de la peluquería. De niña, a los 12 años, ya se encargaba de los estilismos de las obras de teatro del colegio. «Un día, una maestra llamó a mi madre para decirle que tenía un don en las manos», confiesa con una sonrisa. Y al llegar a la mayoría de edad comenzó a estudiar duro. No fue sencillo, los hombres eran quienes llevaban la batuta en este oficio y la aparición de una mujer en el que era su «cortijo» no sentó demasiado bien. «Estaban los hermanos Blanco, Llongueras, Rupert…. y ahí aparecí yo, tenía tantas ganas… Pero lo que decidí fue formarme bien antes de dar el paso. Las mujeres teníamos que llegar más preparadas para que se nos respetara. Luego, cuando ya tenía un nombre, no les sentaba demasiado bien a los peluqueros que a mí me dieran las mejores modelos para peinar, pero es que nosotras teníamos una sensibilidad especial para favorecerlas, no solo es técnica», dice.

Se fue a aprender por academias de todo el mundo: París, Londres… bebía de las experiencias de cada lugar, de la sabiduría de los mejores y se trajo todos sus conocimientos a España. Pero no solo esto, sino que también traía los mejores rulos de la época de la capital francesa, las tendencias que arrasaban allí, los mejores broches, estilismos, y, claro, desde el minuto uno, arrasó. Todas querían que Cheska fuera su peluquera.

El apoyo de su marido

Jesús, su marido y entonces novio, tuvo un papel crucial en su salto a la fama. «Yo tenía tanta ilusión que incluso a veces he pensado que era demasiado pesada. Todo el día le contaba lo que había aprendido, lo que hacía, siempre he sido muy disfrutona. Un día me dijo: ‘‘¿Por qué no montas tu propio salón de peluquería?’’ No supe qué decir, la verdad es que nunca me lo había planteado. Pero le hice caso. Como él trabajaba en un estudio de arquitectura, tenía una visión clara de cómo montarlo. Vimos este local, donde aún seguimos, en la calle Velázquez 61, que entonces era una bombonera. Lo compramos y lo transformamos. Lo dejó precioso», recuerda.

A los quince meses se casaron y ella, a diferencia de la mayoría de las mujeres de la época, decidió no separarse de su profesión. «Fue él quien me dio el impulso, yo le decía que cuando tuviéramos hijos la venderíamos, pero me respondió tajante que no, que debía seguir haciendo lo que me gustaba... y hasta hoy». Cheska es madre de cuatro hijos y dos de ellas trabajan a su lado: María, que desde hace unos años lleva las riendas del sello familiar, y la otra hija de clan, Cheska, que se encarga del departamento de gestión. Entre las dos mantienen a la perfección el alma que la matriarca dejó impregnada en los cimientos del salón.

Sin embargo, cuando María, hace 20 años, le confesó a su madre que quería seguir sus pasos, a ella (al igual que pasó antes con sus padres) no le hizo demasiada gracia. «Recuerdo que había invitado a todas las amigas de carrera de mi hija a cenar y cada una explicaba lo que haría en adelante, una vez se licenciaron en Historia del Arte: una a Venecia, otra a París y, de repente, María me dijo que ella quería hacer peluquería. Pensé que estaba loca. Con su carrera, sus idiomas... Yo deseaba que encontrara un trabajo al que dedicara pocas horas y cobrara mucho, porque sabía de primera mano lo duro que es mi oficio, pero nada, lo tenía decidido», narra ante la atenta mirada de su hija. María entonces puso rumbo a la Academia de Vidal Sassoon. «Ilusa de mí, confiaba en que una vez allí se desencantara, pero no fue así. La seleccionaron como estilista de Elizabeth Arden y así comenzó su carrera, menos mal que se echó un novio español y se vino aquí, que si no...», dice Cheska.

Revolución 2.0

Si la madre fue la revolución en una profesión de hombres, María hizo la 2.0: ha traído nuevas técnicas, productos y al igual que su madre ha conseguido atraer la atención de las caras más famosas. En estos 50 años, en el salón de Cheska han pasado de trabajar seis personas a 20, un equipo del que las dueñas hablan maravillas. «A todas ellas las hemos enseñado para que respeten nuestra esencia y aprendan nuestras técnicas de corte y color, que son las que nos definen. Aquí somos todas, porque somos todas mujeres, como una gran familia», reconocen.

María, por su parte, ha dado un fuerte impulso al negocio. Así, en ella también esta la clave del éxito actual. Su movimiento en las redes y la fidelización de rostros como Nieves Álvarez, Marta Hazas o Marta Sánchez dan buena fe de ello. Ellas son sus mejores embajadoras. Antes de despedirnos, le pedimos a estas gurús del estilo capilar que nos desvelen cuál será la tendencia de 2020. Coinciden: se impondrán las melenas largas con capas invisibles.