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Nathalie Poza: “No hay nadie que salga sin haberse sentido tocado tras ver ‘PROSTITUCIÓN’”
La actriz hace balance sobre la función que actualmente representa en el conocido Teatro Español y cómo ésta afecta al público
Conversar con Nathalie Pozas sobre prostitución y trata es sentir sus ganas intensas de que este asunto no sea solo el tema de uno de sus trabajos. Ella es una mujer comprometida, además de una gran actriz y no es raro que hablar con mujeres prostituidas le haya dejado marcas en el corazón. Tal vez esa empatía con cada una de las historias que han escuchado las protagonistas y que han formado parte de la trama de “Prostitución”, ha hecho de esta obra un documento teatral tan único como para haber llenado todos los días en Madrid. Seguro que lo seguirá haciendo ahora que acaba de abandonar la capital, en todos los lugares a los que tiene previsto viajar en su recién comenzada gira por España.
Comenzamos la charla hablando de la perversión del lenguaje y Nathalie es tajante: “el lenguaje está absolutamente pervertido y no nos damos cuenta”, asegura. Y no hay quien le lleve la contraria, porque tiene razón. El lenguaje tiene mucho peso en casi todo, pero más, si cabe, en el asunto de la prostitución; por eso a alguien le podría extrañar lo mucho que utilizan las actrices la palabra “puta” sobre el escenario. Nathalie tiene la respuesta: “Utilizamos mucho la palabra puta, porque se usa mucho y la ponemos ahí para que la gente vea desde dónde se habla. Te cuento una anécdota que nos contó Lluís Pascual el día que vino a ver la función. Detrás de él, en el Teatro Español, había dos mujeres comentando, antes de empezar. Y una le dijo a la otra “pues nada, aquí a ver a Carmen Machi que hace de Puta. A lo que la otra contestó : ‘bueno, de puta ha hecho muchas veces…’ y la primera respondió: “no hombre, no. Muchas veces ha hecho también de mujer”. Está claro que hasta las propias mujeres olvidamos que detrás de una puta –y utilizo la palabra porque es la que se usa- hay una mujer. Y esa es la estigmatización: como si ser puta implicara ya, directamente, que no eres mujer…”.
Se me ocurre que para los proxenetas y los clientes, no son más que trozos de carne, pero no se lo digo a ella. En realidad entiendo que, para Nathalie, y para sus compañeras, que han hablado con mujeres prostituidas de todo tipo, con y sin proxeneta (a veces prostituye solo la precariedad y la miseria física o sentimental), lo importante es no posicionarse. O al menos no hacerlo del todo. Para poder escuchar y transmitir. No es sencillo.
“Es que si me posiciono pierdo el sentido de nuestro trabajo”, asegura. No debe de ser un trabajo cualquiera, porque lo que interpretan, Carmen Machi, Carolina Yuste y Nathalie Pozas, no es es un texto de ficción al uso, que te pueda mover los sentimientos, sino una especie de documento vivo, en el que ellas forman parte de la trama. “Desde dentro nunca jamás había tenido la sensación, haciendo teatro, de no saber qué está pasando. De qué nos está pasando. A mí misma, a nosotras, a las tres nos está impactando mucho la reacción, lo que está ocurriendo con esta función. Y empiezo a intuir que es por varias cosas. Una, que se dinamita prácticamente la cuarta pared, de manera obligatoria, al ser una realidad directa. Y otra que, como es realidad pura y dura y no hay dramaturgia al uso y hay que ir directo al público y exponerse muchísimo. Abrirse de almas y de piernas. Y tenemos una responsabilidad muy grande porque hemos conocido a todas esas mujeres y lo que contamos es su realidad. Por eso impresionan las miradas que nos dirigen desde el patio de butacas. Pero no he visto a nadie levantarse indignado, ni mirar al móvil; son miradas de absoluta atención y de respeto. Aunque también puede haber quien baje la mirada porque le toca algo independientemente de su sexo, edad o ideología… No hay nadie que salga sin haberse sentido tocado. Un actor amigo me llegó a decir que, más allá del teatro ,se había sentido mujer”.
Ponerse en la piel de otro. Quizás eso es lo que humaniza más. Cuando uno pierde la compasión se acaba convirtiendo en un monstruo. Que el teatro consiga mover y humanizar deja constancia de su calidad. Todo un logro. Más cuando lo hace desde un tema tan duro e incómodo. “Otros hombres –prosigue Nathalie mientras yo no puedo evitar la reflexión- te dicen, tras ver la función, que se han replanteado su relación con la mujer en el pasado, tanto sexual como amorosamente, y que han meditado sobre la manera de entender esa diferencia tan abismal que hay entre los dos géneros". Supongo que si al espectador el tema expuesto sobre las tablas le obliga a hacerse preguntas, a sopesarlo todo, sea hombre o mujer, también les pasará a las intérpretes. Lo que no sé es si llegan a las mismas conclusiones… “Yo creo que a todas nos está pasando lo mismo –dice Pozas- Y creo que por eso sintonizamos tan bien. Esta cosa de “no tengo ni idea de lo que está pasando” es algo que compartimos todos los días” Mi curiosidad me lleva a preguntar si también le sucede al director de la función, que es un hombre, y al que se le ha ocurrido ahondar en este asunto.
”Andrés Pascual es una persona que cada vez que entra en un proyecto y desea hacer algo es porque él quiere hacer una investigación personal y pone algo personal. Yo estoy convencida de que el hecho de que él, siendo un hombre, haya elegido este tema que le ronda desde hace muchos años, es porque él también necesitaba que le pasara algo con esto. Le tendrías que preguntar a él, pero estoy convencida de que ha puesto algo personal y de que siempre se coloca en el punto de más algo riesgo”.
Personal e intrasferible
Nathalie Poza nació en Madrid en el año 1972, está “soltera pero muy enamorada”, no tiene hijos y se siente orgullosa “quizás de mi profesión, de haber encontrado mi lugar en el mundo a través de la actuación” Se arrepiente “de haber dado demasiadas vueltas, a veces, para llegar a un sitio sencillo de identificar”. Perdona, pero no olvida, le hacen reír “muchísimas cosas, no sé, la insensatez del ser humano, la vida cotidiana… Me río muchísimo de lo torpes que somos” y llorar “la indefensión”. A una isla desierta se llevaría “animales. La convertiría en un santuario de animales” Le gusta “la comida asiática y el vino”. Su manía es “comerse las uñas”. Se le repiten muchos sueños “y desgraciadamente tienen mucho que ver con nuestra conversación: sueño bastante con violencia”. Dice haber sido muy viciosa pero ahora mismos “es una palabra que no me gusta demasiado”. De mayor le gustaría ser “acuática” Y si volviera a nacer “sería un tsunami”.
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