Cuarenta años de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente

Un día antes de su fatídico viaje a Alaska, tuve ocasión de hablar largo y tendido con Félix Rodríguez de la Fuente, estaba contento y feliz de vivir en directo las carreras de trineos con perros, pero me confesó que lo pasaba muy mal en los desplazamientos en avión. A la postre, fue una avioneta la que le condujo a la muerte cuando filmaba la competición que tanto le atraía.

En aquella conversación postrera, que ninguno de los dos pudo vaticinar que sería una dura despedida, dialogamos sobre la vida y la muerte, el miedo y la alegria. Era un hombre vital y generoso en sus respuestas. Hoy, en el cuarenta aniversario de una muerte tan prematura como injusta, me viene a la mente una confesión de Félix muy concreta: “José, no le tengo miedo a casi nada, pero en una noche en África, cuando intentaba dormir dentro de mi tienda de campaña, me di cuenta de que un leon daba vueltas a mi alrededor e incluso arañaba la tienda con sus fuertes zarpas. Llegué a pensar que había llegado mi hora, sentí un temor terrible, pero los nativos que me acompañaban consiguieron ahuyentarle. Creo que es el momento que más he visto la muerte de cerca. Hoy se convierte en una anécdota, pero la tensión fue horrible”.

Apenas unos días después, llegaba la noticia de su trágica muerte en los parajes nevados de Alaska. Me encontraba en la Redacción del diario PUEBLO y tuve que escribir la crónica más triste, porque no solo se fue un entrevistado, sino también un gran amigo.