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Los sábados de Lomana: “Quiero sentirme orgullosa de mi país y me resulta difícil”

La semana de Lomana
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Cuando no hay cine, ni teatro, ni ópera, ni presentaciones de libros, ni actos sociales o eventos ni nada de nada que no sea reunirnos en terrazas para comer o cenar y trabajar, la vida se hace bastante tediosa y con muy poco interés, al menos para mí. ¿De qué voy a escribir? ¿De política? La situación que vivimos da para bastante, pero ¡ya no más, por favor! Es la historia del día de la marmota, del disparate, a veces nuestro panorama me recuerda a esa maravillosa y cruel película «La cena de los idiotas».

Quiero sentirme orgullosa de mi país, de las estupendas gentes que lo habitan y me resulta difícil. Tragan con lo que sea... Ahora parecen sentirse felices de convertirse en una sociedad subvencionada, habrá muchas más personas cobrando del Estado, entre funcionarios, políticos, pensionistas, asalariados sin haber pagado nunca a la seguridad social ni trabajar como las personas que trabajamos y cotizamos. No sé cómo se gestiona esto sin llegar al caos absoluto. Hablando de este tema, hoy he vivido una situación increíble.

Enfrente de mi edificio hay un banco que pedimos al Ayuntamiento hace muchos años para disfrute de las personas que viven por aquí y que quieren sentarse a descansar. Desde hace un tiempo un hombre se ha apropiado de él. Con un cartón y y una almohada duerme todo el día. Llamamos a la Policía Municipal para que lo desalojaran y pudiera ir a un albergue. También a Asuntos Sociales del Ayuntamiento, pero no hay manera. El tipo dice que no quiere ir a ningún sitio y que de ese banco no se marcha, se ha hecho okupa. También me ha dicho que le deje dormir tranquilo, que cobra 400 € y en dos días se los gasta... En heroína, está claro, yo me dedico a darle la tabarra porque los vecinos no se atreven. Le he dicho de todo esta mañana: que se levante y busque trabajo. Me mira y contesta: tú eres Carmen Lomana, te conozco de la tele, y lo que quieres es ligar ¿o qué? Es «homeless» pero ve televisión. El descaro es tan descomunal que tengo que contener la risa. Decido ofrecerle ayuda, ya que su familia, según dice, está harta de él y no quieren ni verlo. En albergues tampoco, debe ser famoso por «jeta» y vago. Tiene hambre porque no ha desayunado y ya son las 13.00 del mediodía pero el «gachó» seguía roncando... Le doy 20 € para que vaya a comer y a ducharse a un baño público. Se pone muy contento, pega un salto y me dice: mañana vengo con traje, peinado y te invito a un café. ¿Esto qué es? ¿Los nuevos pobres o los nuevos caraduras? 35 años, 400€ que le pagamos todos y sin pegar un palo al agua. Le he dicho: por qué no vas al campo a recolectar fruta, algo que te haga mover tu flaco trasero y hacer algo por la sociedad. Me mira y se ríe como si yo estuviese diciendo algo inimaginable para él. ¿Trabajar? ¿Eso qué es? Los 400 € le duran tres días porque se pueden imaginar en qué los gasta. Por supuesto, no lleva mascarilla y su aspecto es lo más lejano a la limpieza.

Yo pregunto: si los ciudadanos estamos cumpliendo con las normas de higiene y precaución, si en un momento perdimos hasta nuestros derechos civiles al no poder ni salir a la calle, por qué a este tipo de personas que pueden estar infectadas se les deja hacer lo que les viene en gana pudiendo contagiar a cualquiera que pase a su lado o se siente en el banco, en un momento que él lo abandone, por el ejemplo, muchos niños que pasean por esa acera y pueden tocarlo o subirse a él. Así estamos los ciudadanos que cumplimos con nuestras obligaciones, podemos ser multados al menor descuido, sin embargo, la Policía a estos insumisos son incapaces de decirles nada. No me gusta nada en lo que se está convirtiendo mi ciudad y mi país.