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La afición exige que Irene y Teresa bajen a la lucha en el barro

La historia amorosa del donjuán de Galapagar y sus favoritas es desde hace tiempo como una telenovela turca

La ministra de Igualdad, Irene Montero.
La ministra de Igualdad, Irene Montero.Emilio NaranjoAgencia EFE

Tamara Falcó, esa mística que tanto me inspira, aconsejaba en Halloween no paganizar la fiesta y disfrazarte del santo de tu devoción. Ella se inclinaba por Teresa de Calcuta. Añadió que cuando la chavalería del “truco o trato” llama a la puerta de “Villameona”, ella les reparte estampitas. No se rían: es lo que llevan haciendo toda la vida los políticos y además disfrazados de santos. También las místicas que nos iluminan tanto: Irene Montero y Teresa Rodríguez, indiscutibles conejitas del Playboy feminista-marxista de este mes, se han dado de estampitas en twitter como antaño se las daban Clay y Tyson en el ring. Divertido, sí, pero la afición, hastiada de vivir cada día en el Guinness de contagios y muertes, exige mucho más circo antes de que falte el pan, o sea, que ambas bajen a la lucha en el barro de chicas en bikini, que desciendan al ring fangoso de la telerrealidad y se peleen como Jorge Javier manda en un especial de “Sálvame”. Este es un tiempo de imágenes fuertes en el que las palabras son bolas blandas de batalla de nieve, como cuando a estas alturas del vodevil las investigaciones judiciales descubren que David Madí, ex cargo de CDC, le dice a otro de su tribu “indepe” que Torra es un “subnormal político profundo” y Junqueras “tiene un punto de desequilibrado”. Poca cosa para la pista central.

El caso es que la historia amorosa del donjuán de Galapagar y sus favoritas es desde hace tiempo como una telenovela turca en la que el macho alfa persigue a las nuevas hasta el catre y a las ex las deja sin catre. A Tania la envió a la Siberia del Parlamento y a Teresa la ha expulsado del paraíso de su grupo parlamentario para dejarla sin fondos como a Dina la dejó sin móvil. Menos mal que siempre nos quedarán las algaradas

callejeras. Si a los chicos les quitas el botellón, los bares, las discotecas y los estadios, en algo tienen que entretenerse. Saquear y quemar contenedores es el subidón sustitutivo, sobre todo con esos antidisturbios de serie de TV que tienen pánico a sacar la porra por si los graban. Ojalá surgiera Tamara entre las llamas, como una aparición, repartiendo estampitas a los encapuchados. Bendita sea.