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Sánchez, en cuarentena, nos aconseja que regalemos seguridad

Pedro Sánchez, en el Congreso. 16 de diciembre de 2020.
Pedro Sánchez, en el Congreso. 16 de diciembre de 2020.PoolPool

Cuentan algunas lenguas viperinas que Iglesias es el león que ruge para animar el circo y, de paso, evidenciar la temeridad y la audacia del domador, Él, aunque muchos piensen que el del látigo es en realidad Pablo por aquellos eróticos y contenidos deseos de azotar a Mariló Montero hasta que sangrara. Fantasía sexual sin amor, obviamente, pero ya nos dijo Woody Allen que «el sexo sin amor es una experiencia vacía, pero como experiencia vacía es bastante buena». O sea, que no sabemos a ciencia cierta quién es el león y quién el Ángel Cristo de la cosa, pero sí sabemos los espectadores avisados que los mandamases del circo no guían a base de eslóganes como los publicistas, los sofistas y los demagogos. Ahora, en estas tan señaladas fechas, Él se ha puesto en modo jefe de planta del Corte Inglés y nos aconseja que «el mejor regalo es cuidarnos». Y añade por su cuenta: «Estas Navidades regale seguridad». Claro, pero eso se lo dices a tus niños, que les vas a regalar seguridad porque los Reyes Magos y Papá Noel se han quedado atrapados por los cierres perimetrales, y te miran como Adriana Lastra a la bancada de los populares cuando considera que le están tocando el mismísimo, cosa que debería agradecer porque no están los tiempos para desdeñar pequeños placeres. Los niños te pueden amenazar con la distancia de seguridad de por vida. No tragarán ni aunque les pongas cien veces el anuncio de coca-cola con el padre buscando a Papá Noel en el Polo Norte. Su mensaje «el mejor regalo eres tú» no cuela. Y ahí estamos el rebaño sin inmunidad de rebaño en la perplejidad y con el perro pastor en cuarentena. Pero lo principal y meritorio es que Él nos brinda su ejemplo, o sea, mirad lo que me ha pasado a mí, a mí, que soy un ser superior, un presidente casi emperador: casi me contagio por visitar al presidente francés, que vayan ustedes a saber quién le habrá hecho un francés últimamente; cuando me dio palmaditas en la espalda le tendría que haber dicho: Emmanuel, bon ami, eso no, por favor, que el virus no entiende de afectos, Emmanuel.

Bueno, al menos se salva de cenar en Nochebuena con Illa, que tiene toda la pinta de «cuñao».