Alfonso Aragón Sac, "Fofito"

El regreso de Fofito: “El lobby feminista está siempre al acecho de los cómicos”

Vuelve al circo con la fuerza que lleva su ADN y asumiendo con resignación los límites de lo políticamente correcto a la libertad de expresión en el humor

Unas veces saluda con el soniquete de «¿Cómo están ustedes?», otras con la reverencia que acompaña a «¡Hola, don Pepito!». Son las dos formas que tiene Fofito de dar una palmadita en la espalda y decir ¡hala, a animarse! De un tiempo a esta parte, observa que a sus niños de cuarenta y tantos la sonrisa se le va volviendo del revés y cuando grita aquello de cómo están, apenas escucha un lacónico ¡Bieen! «Ufff», dice resoplando. «Aunque no sea fácil encontrarle la gracia a esta realidad, la alegría es el mejor bálsamo», masculla mientras termina de colocarse el bombín en la cabeza y esa nariz que le da una expresión tan genuina.

A punto de salir a escena en el Gran Circo Holiday, instalado estos días en un descampado de Logroño, recibe a LA RAZÓN. Los zapatones y la mítica camiseta roja completan su atuendo de payaso. Es uno de esos pocos hombres que no necesitan más presentación. «Estaba ansioso por volver a ser payaso. Necesitaba el subidón de adrenalina que da salir a la pista. Hay que reír, aunque estemos rotos por dentro, aunque nos duela hasta el alma», declara. Este es también el mensaje que transmite en el vídeo que ha grabado para la última campaña de la institución El Chupete y deja claro que la felicidad está hecha para ser compartida y, si de algo hay que contagiarse, que sea de alegría. «No hay mejor veneno para vencer el miedo».

Fofito protagoniza un spot
Fofito protagoniza un spotlarazon

Sempiterno, legendario y frágil. Con 71 años, resiste bien el paso del tiempo y retoma el circo con la fuerza que lleva en su ADN. Hijo del mítico Fofó y sobrino de Gaby y Miliki, en el mundo circense se considera un pura sangre. En estos momentos, como en tantos otros, aviva la memoria de su padre cuando contaba el episodio más triste de su vida, una noche de 1946: «Por la tarde habíamos enterrado a papá, pero tuvimos que salir a la pista a hacer reír y a cantar con todos los niños». Así hace su hijo ahora que las ilusiones se descoyuntan a causa del virus y lo que este arrastra a su paso. En la carpa se siguen estrictamente todas las medidas sanitarias y él se muestra feliz por volver. Los años han achicado algo sus ojos. También parecen más claros. Su piel está lógicamente más cuarteada. Podría considerarse el principio del fin de una raza de payasos que se remonta a sus tatarabuelos, si no fuese porque la saga continúa en las generaciones más jóvenes de la familia. A su lado, su hija Mónica, que forma parte del espectáculo, da fe de su continuidad.

Llama la atención cómo se ha acortado la distancia que separa al actor de ese hombre que lleva por nombre Alfonso Aragón Sac. Él no está muy de acuerdo: «Sin mi falsa nariz, soy esposo, padre, amigo, ciudadano de riesgo en pandemia y abuelo orgulloso de saber que mis nietos aprenden en el colegio el mítico saludito de don Pepito y don José, la gallina Turuleta, Susanita y el ratón o tantas otras canciones de culto para varias generaciones de niños. Para los profesores fue fascinante descubrir que yo era el abuelo que cantaba en el circo». Fofito habla con la misma emoción de sus nietos que del amor imperecedero a Marianela, su mujer. «Hemos compartido medio siglo sin más secreto que amarnos, respetarnos y echarnos mucho de menos. La necesidad de volver y la emoción del reencuentro después de las giras han sido dos poderosos reconstituyentes».

Fofito sobre el escenario
Fofito sobre el escenariolarazon

Pero sobre ese fondo rosa, hubo una vez un hombre desgarrado. Tal vez por el peso de la fama o por la dureza de su vida nómada, fue víctima durante un tiempo de una profunda depresión que le llevó a tener problemas con el alcohol. Es su propia tragicomedia y no le importa exponerla de manera elocuente. «El asunto dio mucho que hablar, pero pude salir de ello con mucha fuerza de voluntad, ayuda profesional y el apoyo incondicional de mi gente y de mi familia, incluido mi primo Emilio Aragón». Entonces aprendió que lo mejor del ser humano a veces emerge de los peores momentos gracias a nuestra capacidad de superación.

El mejor analgésico

Después de esta polvareda, dice que lo que toca ahora es acarrear con la pena ajena y sonreír con ella a cuestas. «El humor es el mejor analgésico infantil y también para los adultos. Es nuestra gran fortaleza. Un rato de circo aporta serenidad, diversión, salud, bienestar y una mirada más positiva. Después de visitar hospitales oncológicos infantiles, recibo mensajes de médicos y padres que aseguran que los pacientes han respondido mejor al tratamiento y han mejorado su estado de ánimo». Ya en el siglo XVII, el médico Thomas Sydenham advertía de que la llegada a un pueblo de una tropa de cómicos tenía para la salud de sus gentes un efecto más benéfico que veinte burros cargados de medicamentos.

A pesar de este entusiasmo, a Fofito también se le pone la sonrisa del revés al mencionar algunos de los ataques que han suscitado las letras de sus canciones o, a veces, sus palabras. La más reciente tiene que ver con la exhumación de Franco. «Me pidieron mi parecer y se hizo una interpretación muy desafortunada de mis palabras. Lo que dije, y sigo pensando, es que debemos dejar en paz a los muertos. Nada más. Mi pensamiento es igual de válido para Franco que para mis padres o cualquier otro ser humano. Todos merecen nuestro respeto. Alguien aprovechó esto para identificarme directamente y sin mi permiso con un determinado partido. Desde entonces prefiero callar para que nadie se líe con mis palabras. Soy payaso y, como tal, apolítico. Un payaso no se posiciona».

Alfonso Aragón Sac, conocido como Fofito, durante el concierto de presentación de 'Meninas Madrid Gallery' celebrado en el Ayuntamiento de Madrid a 14 de octubre de 2020.MENINAS MADRID GALLERY;FAMOSOS;ARTE;PRESENTACIÓN;AYUNTAMIENTO DE MADRID;ARTISTASJosé Oliva / Europa Press14/10/2020
Alfonso Aragón Sac, conocido como Fofito, durante el concierto de presentación de 'Meninas Madrid Gallery' celebrado en el Ayuntamiento de Madrid a 14 de octubre de 2020.MENINAS MADRID GALLERY;FAMOSOS;ARTE;PRESENTACIÓN;AYUNTAMIENTO DE MADRID;ARTISTASJosé Oliva / Europa Press14/10/2020José OlivaEuropa Press

Lo que le trae de cabeza a Fofito es el lastre de lo políticamente correcto y los límites que imponen ciertos grupos de presión. «El lobby animalista ha dejado a los domadores sin trabajo y muchos circos vacíos, a pesar de garantizar el buen trato al animal. El lobby feminista también está siempre al acecho. Y no son los únicos. Sufrimos demasiados límites a la libertad de expresión en el humor. Entiendo que cada época impone sus sensibilidades, pero cada vez se le saca más punta al contenido de las canciones. En ’'Los días de la semana’' hubo que cambiar la misa del domingo por un paseo y a la niña que plancha, cose… por un niño. Nuestros discos no han tenido nunca una intención. Son letras, casi siempre absurdas, hechas para que rimen con gracia y cuenten historias con estribillos pegadizos. El humor ahora tiene que hacerse tan blanco para no tocar la fibra más íntima de nadie que nos deja muy poco margen».

A su favor, Fofito alega que el espectáculo va evolucionando y adaptándose al nuevo público, tanto en estética como en contenidos, sobre todo cuando este es mayoritariamente infantil. «Ya en nuestros inicios eliminamos las bofetadas de Gaby, las pelucas de zanahoria y los maquillajes excéntricos. También cambiamos los cigarrillos de los números por piruletas. Son transformaciones razonables. Tampoco el público infantil es el mismo. Aquellos niños que lloraron en junio de 1976 la muerte de Fofó jugaban con un coche y una muñeca. Hoy disponen de mucha información, participan e incluso se anticipan al número final del espectáculo. El reto ahora es hacer reír a una generación digital y despertar su capacidad de asombrarse y de sentir curiosidad, ternura, optimismo, compasión y alegría. Las necesidades básicas de la infancia y su espíritu lúdico no varían. El niño será siempre, como decía mi padre, el ser humano sin defectos». El Fofito que sale hoy a escena es el payaso neutral del circo de siempre. Alegre o triste, ingenioso o patoso, malicioso o ingenuo, según la ocasión. Su personaje ha ganado peso escénico, registros emocionales y fuerza interpretativa. «Debo gratitud y la forma más simple de expresarla es con la alegría que transmite el circo. La vida no se vuelve más fácil, pero nosotros sí nos hacemos todos fuertes. Mi recompensa es siempre el aplauso y calzar un día más mis zapatones».