Mariñas

Tenemos mucho que aprender de Teresa Campos

María Teresa Campos
María Teresa CamposAlberto R. Roldán

Si Teresa Campos no existiese habría que inventarla. Se ha convertido en un personaje esencial, nostalgia, recurso o pretexto. Vale y la usan absolutamente para todo. Es alguien singular, única e irreemplazable. Y aunque hace años que ya no está en las pantallas de televisión, su calidad sigue fresca, vigente, interesando y casi diría que preocupando. Ya digo que es y será siempre única. No muchas pueden presumir de esa perennidad solo concedida a los privilegiados. Teresa Campos lo es y pese al distanciamiento profesional –nunca deseado ni buscado, ¡ay!– permanece mítica, añorada y glorificada como realmente es: singular y magistral. No le cuesta trabajo alimentar esa imagen. Se limita a ser y producirse. No realiza esfuerzos ni se mata por aparentar, fingir o disimular. No va con ella. Tampoco le hace falta. Simplemente es ella misma, natural y simpática sin dobleces ni influencias externas. Ahí reside su grandeza y humanidad.

Estuve con ella, y por ella, durante muchas temporadas en distintos programas televisivos, además de irnos a cenar juntos, que era su momento preferido de relax y reposo. Jornadas inolvidables y de todo tipo. Siempre triunfó. Y hasta el final me conquistaba su encanto personal superior incluso al artístico.

María Teresa Campos
María Teresa CamposCanal SurCanal Sur

Conoce la profesión desde que empezó como locutora y logró ser primero una estrella y hoy un mito añorado y venerado. En el mano a mano profesional era una más sin marcar distancias ni diferencias. Simpática, próxima, emotiva y entrañable, comunicó como no ha hecho ninguna otra. Logró lo que nadie.

Una mujer, una profesional fuera de serie que se mantiene sencilla como es, sin creerse más que nadie. No dejo de añorar melancólico su calidad profesional y personal. En el trabajo era –y supongo que todavía lo es– la primera en llegar, exigente, responsable y cumplidora. Siempre pedía más y con su ejemplo era entrega, dedicación absoluta y sacrificio. Incluso con los madrugones que sobrellevaba como podía... ¡ella siempre tan dormilona!

Un ser irrepetible tanto humana como artísticamente. Ya no surgen, salen, ni nacen ejemplares así. Tenemos mucho que aprender.