Aniversario

Diez años sin Amparo Muñoz: la ‘Miss Universo’ obligada a desnudarse que cayó en el infierno de las drogas

Sufrió cuando entendió que los directores la querían por su cuerpo y lo que interesaba eran sus destapes integrales

Amparo Muñoz en "Dedicatoria"
Amparo Muñoz en "Dedicatoria"La RazónLa Razón

Hace justamente diez años, el 27 de febrero de 2011, fallecióAmparo Muñoz; tenía entonces 56 años y dejaba detrás una filmografía al alcance de muy pocos, con su nombre asociado al de algunos de los mejores directores de la época: Carlos Saura, Vicente Aranda, Antonio Giménez-Rico, Jaime Chávarri y Fernando León de Aranoa, entre otros, a los que habría que añadir el del prestigioso productor Elías Querejeta. Asimismo, tuvo una fulgurante carrera en concursos de belleza y alcanzó lo nunca conseguido hasta ese momento por una española, el galardón de Miss Universo, logro que, 30 años después, seguía recordando paradójicamente con terror. Como cualquier persona, también tuvo sus sombras, amplificadas por el morbo de ser una mujer bella convertida en un doloroso juguete roto.

En noviembre de 2005, pocos años antes de su fallecimiento por enfermedad a los 56 años, el periodista granadino Miguel Fernández firmó junto a la propia Amparo Muñoz el libro “La vida es el precio”, en el que relataba en primera persona su vida sin renunciar a abordar algunos de los asuntos más turbios en los que se vio implicada. Tras la lectura de estas memorias, lo que se puede inferir es que tuvo muy mala suerte en la vida, que vivió muy de cerca el infierno de las drogas y que fue cosificada con frecuencia por su belleza; de hecho, el principal afán de directores y productores era mostrarla desnuda ante la cámara, por muy gratuito que pudiera resultar, como se puede apreciar en algunas películas. La primera incursión en un rodaje de Victoria Fonseca, exdirectora de la Filmoteca de Andalucía y doctora en Comunicación Audiovisual, fue en “Acto de posesión”, protagonizada por la malagueña. “Una de mis primeras tareas dentro del equipo de dirección, al ser mujer, era “convencer” a Amparo Muñoz de los desnudos, casi integrales, que tenía que llevar a cabo. Se negaba a ello, con tozudez y yo, a través de una aproximación pausada pero rotunda, le indicaba la triste realidad: se la contrataba por su cuerpo. Al final accedía exigiendo, eso sí, que sólo estuviesen en el rodaje de esas secuencias dos o tres técnicos …..ingenua exigencia nunca cumplida, cuando eran necesarios más de diez.”

Los hombres se aprovecharon de la fama de Amparo Muñoz
Los hombres se aprovecharon de la fama de Amparo Muñozlarazon

Amparo Muñoz Quesada nació en Vélez-Málaga el 21 de junio de 1954 y su principal sueño era ser actriz pero, consciente de su dificultad, anhelaba formar una familia y, como mucho, aspiraba a poder viajar y conocer gente, tal como relata en sus memorias. También rememoraba que no pretendía encaminar sus pasos hacia esos concursos de belleza que tanto se popularizaron en los años 70, pero el director del periódico “Sur” la animó a presentarse al de Miss Costa del Sol. Ese premio supuso abandonar su Málaga querida en 1973 para no regresar hasta tres décadas después, “enferma y desorientada, acostada sobre un colchón, en un monovolumen” y con la amenaza de un grave tumor cerebral, como plasmaba en sus memorias.

Tras ganar el título de Miss España, donde conoció a Chicho Ibáñez Serrador, miembro del jurado, recibió la primera oferta para trabajar en el cine de manos del productor José Luis Dibildos. Éste escribió junto a José Luis Garci, entonces todavía guionista, “Vida conyugal sana”, con Ana Belén y José Sacristán al frente del reparto. El papel de Amparo Muñoz era bastante testimonial pero suficiente para esa primera toma de contacto con alguien que ansiaba dedicarse al cine. Vicente Aranda le ofreció un papel de mayor envergadura en “Clara es el precio”, lo que conllevó compartir pantalla con quien entonces mantenía una relación sentimental, Máximo Valverde. En el libro rememora los buenos recuerdos de aquel rodaje, especialmente gracias a Aranda, que “no hacía más que repetir que la cámara se había enamorado de mí. Vicente sabe crear un clima muy agradable entre sus actores, me hizo fácil la tarea. Con él descubrí otra forma de amar el cine. Salvo con Fernando León de Aranoa, no he estado tan cómoda con ningún director”. Por el contrario, no tuvo buena sintonía con Juan Luis Galiardo, que cerraba el terceto protagonista y con el que volvería a coincidir, dos décadas después, en “Familia”.

Aún no habían pasado seis meses cuando llegó una nueva propuesta, “Tocata y fuga de Lolita”, también producida por Dibildos pero con Antonio Drove de director y Arturo Fernández de compañero de reparto. Las tres se rodaron antes de la decisiva cita en Manila, donde se dirimiría en julio de 1974 la ganadora de Miss Universo; conscientes de la publicidad que implicaba, los productores tenían puestas sus esperanzas en este premio para un mejor lanzamiento de los títulos.

Amparo Muñoz
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Lo que debía ser un sueño acabó convirtiéndose en una pesadilla que la condujo a renunciar al trono, la primera en hacerlo, apenas seis meses después de coronarse. Jornadas extenuantes, viajes eternos, desmayos, control absoluto e, incluso, planes para secuestrarla, cuenta, se fueron acumulando hasta desembocar en su drástica decisión, que suscitó amenazas y represalias entre otras consecuencias negativas, como no cobrar ni un solo céntimo del premio. Como recuerda en sus memorias, en cuanto pasó la tormenta firmó un contrato en exclusiva con una productora con la que no llegó a rodar, “nunca encontraban la película apropiada”; ella lo relacionaba de algún modo con la advertencia que le hicieron de no volver a trabajar si renunciaba a su título. O, por decirlo de un modo más gráfico y en sus propias palabras: “medí las fuerzas con un gigante. Y yo no era David”.

Tras este paréntesis, su primera película fue la anodina “Sensualidad”, en la que compartía cartel con Fernando Fernán Gómez, uno de sus actores favoritos. Tampoco guarda muy buenos recuerdos de esta película, especialmente por la actitud acosadora de su director, Germán Lorente, que estuvo a punto de ser despedido por este motivo; para mayor desesperación de Amparo Muñoz, tuvo que rechazar otra con Carmen Sevilla, lo que le supuso una demanda de la productora.

Eloy de la Iglesia le ofreció protagonizar “La otra alcoba”, junto a quien acabaría casándose después de tres meses de noviazgo, Patxi Andión, que había comenzado poco antes su trayectoria en la interpretación tras labrarse un nombre como cantautor. Otro cineasta con cierto renombre, Javier Aguirre, los reunió de nuevo en una película menor, la anteriormente citada “Acto de posesión”, basada en el relato “Dos madres”, de Miguel de Unamuno y probablemente la menos afortunada de sus adaptaciones. Cada vez eran más lejanos los ecos del hito alcanzado en Manila, pero le seguían llegando las ofertas como protagonista, como en “Del amor y de la muerte” del recientemente fallecido Antonio Giménez Rico, quien más de 40 años después seguía teniendo palabras de elogio para ella: “su oficio no era el de actriz, pero tenía talento; con un poco de preparación y más rodajes habría sido una actriz cojonuda: Tenía un talento natural en bruto y era maravilloso trabajar con ella; destacaba por su fotogenia y encanto personal, ponías la cámara delante de ella y te quedabas con la boca abierta”.

Amparo Muñoz y Patxi Andión, en una escena de la película «La otra alcoba»
Amparo Muñoz y Patxi Andión, en una escena de la película «La otra alcoba»larazon

Fue también a finales de la década de los 70 cuando conoció al productor Elías Querejeta, una persona decisiva tanto en su vida como en su carrera. Comenzó entonces la mejor etapa de su vida, como ella misma recordaba en sus memorias: intervino en dos de sus siguientes producciones, “Mamá cumple 100 años”, de Carlos Saura, con el que no congenió mucho, y “Dedicatoria”, de Jaime Chávarri. Por medio, rodó en México la coproducción “El tahúr”, que iba a ser la primera de cuatro previstas, pero su paso por el país azteca fue el principio de una larga etapa de declive profesional y personal, del que le costaría salir, con trabajos menores salvo contados casos en los que fue dirigida por Pilar Miró, Fernando Méndez Leite, Jaime Camino y Emilio Martínez-Lázaro.

En su última etapa como actriz pudo alternar producciones de relevantes directores como Imanol Uribe y Jaime Chávarri con otros trabajos más insustanciales. Con todo, de este período sobresalen dos prometedores debuts, la arriesgada “Fotos” de Elio Quiroga y, especialmente, “Familia”, dirigida por Fernando León de Aranoa. Para muchos se trata de uno de sus mejores trabajos y donde alcanzaba como actriz una madurez digna de elogio. Lamentablemente, no recibió más ofertas de esta índole y su estrella cinematográfica fue apagándose con papeles menores hasta enfermar y fallecer.