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Opinión

Adiós al Juicio Final

Ahora, el Maligno está tentando al Apolo para que dimita y se retire a la vida placentera de lujo y frenesí con la que soñaron el trío “La Carlota se enrolla que te cagas”

El Juicio Final de Miguel Ángel La Razón

Escucho a Pablo Iglesias en la tertulia matinal de Radio Nacional y, hablando del sanchismo y sus corruptelas (el tema de los temas), viene a decir que la culpa de todo, nunca denunciada por los medios de la derechona, la tienen las grandes empresas que, desde Sagasta y Cánovas, corrompen sin piedad en este país de nuestros pecados a los pobres políticos, indefensos ante la magnitud del gran poder del capitalismo. Un argumento que a buen seguro le vendrá muy bien al Apolo de la Moncloa para defenderse en el ring del circo nacional, ahora que está contra las cuerdas y, dicen, al borde del KO. Se lo ha servido Pablo en bandeja, y ahora el Apolo podrá gritar a Núñez Feijóo desde su escaño: “Y en esta caza de culpables, ¿por qué no hablamos de esas grandes empresas que su partido siempre ha amparado, las grandes y ocultas culpables de toda corrupción?”.

La teoría de Iglesias también afecta a la Iglesia, digo yo, que no soy teólogo y tan solo alcancé el grado de monaguillo: mi fe, ya entonces, probablemente no daba para más. Si el gran culpable de nuestros pecados es el Corruptor, el Tentador, o sea, el Diablo, por cierto, viejo conocido del Señor; si Satán, digo, es el responsable de nuestros distanciamientos de los Diez Mandamientos, porque la carne es débil y el Diablo mucho Diablo, ¿para qué se necesita el Juicio Final, incluso aunque esté presidido por Conde-Pumpido? Tenemos un culpable confeso según consta desde siempre. Entonces, todos somos inocentes. Ahora, el Maligno está tentando al Apolo para que dimita y se retire a la vida placentera de lujo y frenesí con la que soñaron el trío “La Carlota se enrolla que te cagas”. Pero Él se resiste cual arcángel san Miguel. Lo tiene duro el Diablo, sí.