Nueva York

Almudena Fernández: «Dedicarse a lo que te apasiona asegura el éxito»

Cristina Bejarano
Cristina Bejaranolarazon

La fotógrafa se ha quedado sorprendida al ver llegar a Almudena Fernández. Supongo que esperaba una modelo interminable y algo diva, pero Almudena es una mujer muy sencilla.

La fotógrafa se ha quedado sorprendida al ver llegar a Almudena Fernández. Supongo que esperaba una modelo interminable y algo diva, pero Almudena es una mujer muy sencilla y ronda el 1,70, que es una estatura nada exagerada para una top. Por eso es más fácil verla en fotografías que sobre las pasarelas. Pero sale tan increíblemente bien siempre, que no es extraño que a sus 37 años la sigan demandando como imagen de las marcas más prestigiosas. Debe ser que sus ojos exhalan algo distinto a los de muchas otras damas de la moda. Y es lógico, porque Almudena, además, es puro compromiso: «Siempre quise devolverle al mundo algo de lo bueno que el mundo me ha dado a mí». Como muestra, Triball, su proyecto de recuperar el centro de Madrid de las garras de la prostitución, la drogadicción y la delincuencia. Esa zona del corazón de la capital que tiene como eje la calle de la Ballesta, aunque aún conserve algunos «restos del naufragio», ahora es otra cosa. Desde entonces hasta ahora –vive en Nueva York y acaba de crear la ONG Kind Surf–, han pasado muchas cosas en la vida de Almudena.

–Pero todo empezó en Triball, ¿no?

–Todo empezó en mi infancia. El amor a la naturaleza me lo inculcaron mis abuelos. Yo soy de un pueblecito de Zamora y entre mis recuerdos está la recogida de la remolacha, las manzanas... las diferentes frutas que daba cada época. Mis abuelos me explicaban la importancia del agua y la necesidad de proteger y respetar lo que teníamos. Yo solía perderme por el campo con una vara y me divertía jugando con la naturaleza. Aquellos paseos, sin darme cuenta, me fueron concienciando de lo importante que es cuidarla. Aunque después fui descubriéndolo por mi misma, porque los «shootings» de los reportajes de moda se hacen en sitios paradisíacos, donde no sólo he podido ver las enormes diferencias que existen en el mundo, sino también cómo han desaparecido muchas islitas de las Sheychelles o las Maldivas a consecuencia del cambio climático.

–Pero su primera acción real fue la de recuperar el centro de Madrid, ¿no?

–Bueno es que se tarda un tiempo en conseguir alcanzar una posición sólida desde la que poder empezar a hacer otras cosas. Me involucré inmediatamente en el proyecto de Triball porque me parecía un compromiso no sólo medioambiental, sino también social, desde el que se podía ayudar a jóvenes empresarios artesanales (en cuyos trabajos es donde está el verdadero lujo), al tiempo que se recuperaba una zona muy deteriorada, construyendo calles peatonales e incluso poniendo a funcionar por allí autobuses eléctricos. En realidad, se trataba de concienciar a toda la población de que había otra manera de vivir.

–Ese proyecto le valió un premio y unos buenos contactos...

–Sí, por Triball recibí uno de los premios Blue, relacionados con el agua de todo el planeta, que otorgaba la revista «Elle», y al mismo tiempo que a mí, se lo dieron a Al Gore, por The Claimed Project, con el que hizo un documental al que incluso le otorgaron el Oscar. Él no pudo venir a recoger el premio, pero lo hizo Juan Verde, que entonces era el presidente de The Claimed Project en España. Juan se puso en contacto conmigo y una semana más tarde, Al Gore vino a Sevilla y me invitó a las ponencias de su proyecto. Charlé con ambos y me propusieron ser embajadora de The Claimed Projec, yo acepté y toda mi formación la recibí de Al personalmente, en Nashville...

–Lo que está claro es que su concienciación con respecto al medioambiente la ha llevado a mezclar su trabajo de modelo con su amor por la naturaleza. Es imagen de la firma de joyas Susan Rockefeller, cuyos beneficios van destinados a Oceana, la Fundación para la Conservación de los Océanos en la que trabaja codo con codo con Morgan Freeman; o de la firma de bolsos y calzado española Cuplé, a la que le ha propuesto un proyecto muy especial...

–Ahora estoy en ese momento de poder elegir los trabajos que hago. Por ejemplo, a Cuplé les dije que sí después de investigar y descubrir que era una empresa con una gran responsabilidad social, comprometida con las mujeres. De hecho el 90% de las trabajadoras son mujeres. Yo les propuse abrir más el campo y ser una empresa con una realidad social sostenible. Más ecológica. Una colección en la que se utilizaran tintes vegetales y nunca se usaran pieles o, si se utilizaban, que fueran pieles de deshecho y reciclaje. Además, las cajas son de un cartón que se puede reusar y dentro llevan unas semillas, con las que el consumidor puede plantar su propio árbol. Unas semillas que han metido en unas arcillas que las mantienen fértiles y consiguen que, cuando se usen, germinen sólo con la lluvia. Es una cadena de favores que sirve para concienciar a la gente de que se puede comprar unos zapatos bonitos y sexys con un valor añadido.

–Lo que tiene muchísimo valor también es su último proyecto, la ONG Kind Surf. ¿Cómo nace?

–Surge de mezclar dos pasiones. Al Gore me dijo que si quería tener éxito, me dedicara a lo que más me apasionara, porque si lo haces así, tienes asegurado más del cincuenta por ciento. Una de mis pasiones es el mar, que tiene unas propiedades terapéuticas maravillosas y relaja; la otra es el surf. He querido unir ambas con esa responsabilidad que tengo con la sociedad. Y como creo que los que más sufren por las decisiones de los demás son los más jóvenes, he querido que mi ONG fuera para ellos, para los que se encuentran en situaciones desfavorecidas, tanto físicas como mentales o sociales. Mi equipo y yo organizamos jornadas con chavales y monitores muy cualificados. Primero limpiamos la playa para que sepan que hay que disfrutar de la naturaleza, después les damos clases de surf, comemos mientras cada uno va contando su experiencia y en cada jornada traemos a un surfista profesional que les cuenta cómo consiguió su sueño y les ayuda a concienciarse de que ellos también pueden conseguirlo, independientemente de sus condiciones.

–Un proyecto precioso. ¿Le da algo de dinero?

–En absoluto. No es una empresa, es una ONG. Sólo me cuesta dinero. Así que, si sabes de algún «sponsor» o de alguien que quiera colaborar...

Personal e intransferible

Almudena Fernández es guapísima. Porque ella lo vale y porque se cuida mucho. Es vegetariana, hace yoga cada mañana, «nunca me apetece pero cuando termino digo: si he podido con esto puedo con cualquier cosa», medita, ama, sueña y no utiliza la palabra «orgullo». «Más que orgullosa prefiero sentirme feliz». Y lo está de poder ayudar a tantos, de tratar de concienciar en los temas de sostenibilidad, ya que «a los políticos habría que darles un cursillo», y de sentir que «la belleza tiene mucho que ver con lo que transmites y con elegir bien el camino». Ese que inicia cada día cuando suena el despertador, «que siempre programo en hora capicúa, como si así fuese a salir todo mejor», y en el que pone la misma pasión en las cosas grandes o pequeñas que le toca vivir, ya sea un paseo por la playa o acudir a la toma de posesión de Obama. Porque estuvo allí, sí, como representante de The Claimed Project».