Barcelona

Antonia Dell'Atte: «Todavía podía posar en el Pirelli»

Asegura haber firmado un pacto con Dios «porque los que los hacen con el diablo acaban mal». Sigue siendo esa mujer de carácter y gestos hiperbólicos, aunque ya ha enterrado el hacha de guerra con su ex

Antonia Dell'Atte
Antonia Dell'Attelarazon

Asegura haber firmado un pacto con Dios «porque los que los hacen con el diablo acaban mal». Sigue siendo esa mujer de carácter y gestos hiperbólicos, aunque ya ha enterrado el hacha de guerra con su ex

Cuando uno se topa con Antonia Dell'Atte, descubre de sopetón que continúa siendo una mujer libre. Con el pelo violeta y descalza. Así se cruza con el personal mientras pasea por la finca de Völkers durante la jornada solidaria de polo que han organizado este fin de semana. Sin zapatos que la opriman los pies, pero tampoco con el mantra de lo «políticamente correcto» que le impida decir lo que piensa y siente en cada momento. Si la recuerdan como alguien que se expresa con teatralidad e ingenio, no se crean que aquello era un personaje creado sólo cuando se encendía el piloto rojo y tocaba mirar a cámara. Antonia reacciona así, con un toque dadaísta, cada vez que se cruza con los viejos amigos con los que se está reencontrando estos días en Palma. Véase Javier Escobar, el referente de las relaciones públicas en la isla, con quien recuerda cómo el diseñador Giam-franco Ferré llegó en una ocasión a Barcelona y su única preocupación era encontrarse con la gran Antonia Dell'Atte, musa de Armani en los 80.

Se resiste a que la llamen rebelde, aunque su nuevo teñido parezca una declaración de intenciones: «Nada de eso. Mi idea era conseguir un platino casi blanco, pero al final se quedó en violeta», asegura, para dejar a renglón seguido ese toque provocador de aquella que vivió la prehistoria del polígrafo de Conchita con «La máquina de la verdad» de Lago. «Hay quien me ha preguntado si es peluca, y les he tenido que decir que no, que tengo el pelo violeta en todas las partes de mi cuerpo», lanza sin reparos.

En cambio, se muestra cauta al abordar su relación con su ex Alessandro Lequio y Ana Obregón. Atrás queda el fuego cruzado en público. Quizá ahora no le falten ganas, pero prefiere no dar pie en la conversación cuando hay una grabadora delante, por aquello de mantener el «status quo». Un respeto mutuo, por preservar la relación entre los dos hermanos, Clemente y Álex, el hijo de Obregón y el conde. «La belleza de los caballos es espectacular. Tampoco hay que olvidar que los jinetes están muy buenos. Quizá pueda resultar ofensivo para alguien que una defienda un deporte como el polo, que se pueda considerar elitista y frívolo, pero para mí es símbolo de esa elegancia que se ha perdido en muchos aspectos de la vida», explica. Pero, ¿se ha perdido el «glamour»? «Esa palabra está completamente devaluada, tampoco entiendo ese fenómeno de las "it girls". Sólo pronunciarla me suena mal, como hablar de lo "cool". Si quieres que hablemos de la verdadera elegancia, hay que utilizar el término estilo. O lo tienes o no lo tienes, no se puede comprar. El significado de la palabra estilo pasa por definir a alguien que ha dejado un signo en el tiempo. Tener estilo pasa por expresarte y por hablar de una forma determinada, con clase, sin ofender a nadie ni atacar de forma gratuita. Aunque parezca contradictorio, tener estilo pasa por ser humilde y por ayudar al prójimo, es lo más estiloso que te puede dar Dios». Por ejemplo, Sofía Loren. «La Loren lo tiene, la prueba es que la gente la tiene presente y vivirá más allá del tiempo. Te diré más: Antonia Dell'Atte también tiene estilo». En ese momento, reacciona: «¡Qué horror! Estoy hablando en tercera persona y eso sólo lo hacen los locos».

«¿Con quién has firmado el pacto Antonia, que cada día te veo mejor?», le dice alguien que interrumpe la conversación. «Con Dios, porque los que lo firman con el diablo al final acaban mal. Estoy un poco gordita, pero no pasa nada», comenta excusándose por el hipertiroidismo que le dejó fuera de la escena mediática durante un año y medio, siguiendo un duro tratamiento de cortisona y con secuelas, como llevar gafas de sol, puesto que se le hinchaban los ojos. En pocos minutos, Antonia ha mencionado a Dios. «Creo, pero no hay que nombrar el nombre de Dios en vano. Quien lo tiene y lo quiere no le tiene todo el día en la boca», sentencia, para aplaudir el trabajo del Papa Francisco: «Es simpático y se le ve decidido a poner orden dentro de la Iglesia y marcar un nuevo rumbo a la humanidad. Me da miedo que al final unos y otros le quieran crucificar, como ocurrió con el propio Jesús».

Antonia no mira atrás con nostalgia, sino con una profunda alegría, como la que surgió cuando descubrir que Pirelli había decidido recuperar las mejores instantáneas para configurar el calendario de 2014. Y, entre ellas, estaba ella. «El pasado nunca vuelve, uno se transforma y cambia. Pero lo que fuiste en el pasado no muere, lo que no hay que hacer es estar aferrado a él. Yo veo orgullosa esas imágenes de entonces, de hace 26 años, después de 30 años verme ahí como una de las grandes que han posado me hace ver que mi carrera ha dejado huella». ¿Repetiría delante del objetivo? «¿Y por qué no? Todavía estoy para posar, es más, me veo mejor ahora que antes, porque ya sabes que el buen vino mejora con los años y nunca se hace vinagre», apunta. En esta misma línea aplaude la decisión de Pirelli por incluir en el almanaque del año que viene a una modelo que se escapa de los cánones habituales marcados por las pasarelas y las editoriales de moda, la «top model» XL Candice Huffine. «Vivimos obsesionados con las tallas. La belleza no tiene nada que ver con eso. Es una mujer bellísima, no está gorda, sino que representa a una mujer real». Sin embargo, Candice es sólo un espejismo, y lo cotidiano pasa por la apuesta por la extrema delgadez, como defiende una y otra vez Karl Lagerfeld. «Eso es una hipocresía hoy en día, porque los creadores de moda no se plantean hacer trajes para una mujer con formas. Yo siempre he tenido mis pequeñas curvas y aunque en algún momento Armani potenciaba mi androginia, nunca se llevaba al extremo como ocurre ahora donde nadie sube de la talla 36».