Entrevista
Alonso Guerrero: “Es fantasioso querer ver a la Reina Letizia en mi novela”
Hablamos con el docente extremeño de su nuevo libro, de mujeres, felicidad femenina y coincidencias
Una carambola de la vida quiso que el autor que hoy nos firma su nuevo libro, «Las mujeres felices son una quimera» (Almuzara), fuese el primer marido de la Reina Letizia. Alonso Guerrero (Mérida, 1962) desearía que no fuese más que un apunte biográfico y, sin embargo, ha alcanzado categoría casi de título nobiliario con el que convive desde hace dos décadas. A ratos con paciencia y a ratos con humor. La ironía, aún más marcada por su acento extremeño, le sale al rescate y la combina con su buen carácter. Es muy pudoroso cuando se le pregunta por ese «mentón decidido, sutilmente bello y delicado», de su protagonista femenina. Para más inri, es periodista y con «una boca grande que sabía expresar, con una simple sonrisa, ese apunte inacabado donde podía alojarse la ironía» ¿Designio o descuido? Con la novela, ganadora del Premio Internacional de Novela Jurídica, Guerrero se estrena en el género policíaco y nos adentra en el hampa del internet más sobrecogedor para lanzar a través de sus personajes una punzante crítica social, tan lacerante que hasta la cuestión de si la barbilla pertenece o no a Su Majestad acaba resultando baladí. Y un apunte, fue seleccionado como ganador mediante pseudónimo. Por si creen que en el premio que aprovecharon del morbo que conlleva haber sido el exmarido de la actual Reina de España.
¿Por qué ahora novela negra?
Aunque la novela negra o policíaca es un género de escuela que lleva siglo y medio, poco a poco se va acomodando a las grandes preguntas existenciales del ser humano y proporciona respuestas más allá de la trama. Es un género que todo autor debería tener sobre la mesa y en este momento lo demandan los lectores. Para mí ha sido un reto apasionante.
«Las mujeres felices son una quimera». ¿El título es su veredicto?
La mujer es siempre la gran protagonista de mi obra. Ella es la que arriesga en el mundo actual y también en el amor; la que más valores pone sobre la balanza. Su nivel de exigencia es mucho mayor siempre y, por eso, es incapaz de sentirse feliz. Busca y en esa búsqueda tan arriesgada tiene muchas posibilidades de encontrar el abismo. El hombre, sin embargo, vive con mayor indiferencia el logro de la felicidad, se acomoda a lo que hereda.
¿La trama policíaca es una excusa para vertebrar su pensamiento sobre la felicidad femenina?
Seguramente, sí. El género policíaco es un tablero de ajedrez con 64 casillas y un sistema de reglas cerrado. Sin embargo, cada personaje juega de manera diferente y plantea, a partir de la trama, comportamientos, circunstancias e interrogantes fascinantes: cómo escapar del vacío existencial, en qué nos refugiamos o dónde encontramos consuelo.
En sus primeras páginas ya plantea el suicidio. ¿No es arriesgado?
Sigue siendo una conversación tabú a estas alturas. Se habla cada vez más de salud mental, pero médicamente. El suicidio es el producto de esa búsqueda de felicidad y, por tanto, es un error tratarlo solo con fármacos. Deberíamos preguntarnos qué está pasando, en lugar de cerrar las preguntas médicamente.
¿Sus personajes femeninos son autobiográficos o soñados? ¿Las mujeres de su vida son reconocibles en su obra?
Son creados, aunque parto de la figura femenina en el mundo real. La mujer es muy poderosa de cara a resolver las grandes cuestiones humanas y, por eso, toma tanta fuerza en mi obra. De alguna manera, todas las mujeres que han pasado por mi vida pueden estar ahí, en mis novelas.
¿Sus retratos femeninos tienen un denominador común?
Las mujeres son creaciones a partir de las mujeres que conozco y han formado parte de mi biografía, pero bebo también de la ficción. Su denominador común es esa fortaleza con la que confrontan la vida. Son muy admirador del género femenino.
La ciencia dice que tendemos a repetir patrones al escoger pareja. ¿Es su caso?
Es una pregunta demasiado íntima. Sí, quizás en la forma de amar repites patrones y también en la elección de pareja, pero estoy convencido de que esos patrones incluyen tanto las similitudes como las disimilitudes. Y en esas diferencias está la magia.
Es inevitable ver rasgos de la Reina Letizia en Nereida Valerio, periodista, «con mentón decidido, pero sutilmente bello y delicado».
Le diré que es fantasioso. Nunca he pensado en la Reina cuando escribo. Ni siquiera en mujeres periodistas como algo deliberado. Se lo digo sinceramente. Mis novelas se prestan a que exista este oficio. Los parecidos que alguien quiera imaginar es delirio.
Sin embargo, en «El amor de Penny Robinson» la alusión parece clara.
Hubo un momento en el que encontré en mis sentimientos argumento suficiente para hacer literatura, pero el contenido no es autobiográfico, sino ficción. Fue una situación venida de fuera y lo escribí como una broma burlesca, una sátira.
¿Le sigue uniendo a la Reina el gusto por la literatura o es un amor que el tiempo ha transformado en cariño?
Hace años que no tengo contacto ni con la Reina Letizia ni con el Rey Felipe, al que también conocí. Fui alguna vez a Zarzuela, a alguna cena con amigos. Pero mi vida ha cambiado. Salí de Madrid y ahora vivo en Badajoz. No nos hemos vuelto a ver y no existe ningún tipo de cercanía.
¿Su condición de ex marido de la Reina le ha favorecido como escritor?
Me limita, pero no puedo impedirlo. Esta es la eterna cantinela. Mi matrimonio con la Reina Letizia es una situación pasada y muy superada, como comprenderá. Nunca hablo de ello y me resulta incluso aburridísimo volver a ello. El lector me inspira mucho respeto y le aseguro que no busca a un ex, sino a un escritor.
Volvamos entonces a la novela. ¿Este libro podría ser el primero de una saga policial?
Puede ser. Enrique Lahoz, un policía que lleva quince años sin vestir el uniforme y diez sin pisar la comisaría, tiene mucho por investigar y me gustaría que se convirtiese en esa voz crítica con la sociedad. Tengo también otra novela en el cajón que es tremenda y está en busca de editor.
¿Le leen sus alumnos tanto como usted quisiera?
Que lean es un gran reto en un momento en el que el mundo digital ha roto la habilidad lectora de los jóvenes. Han perdido la capacidad de atención, el sosiego para detenerse en algo y yo me pregunto si realmente el mundo tecnológico les aporta felicidad.
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