Caso Daniel Sancho

El acceso a la religión en las cárceles tailandesas, un camino de espinas

LA RAZÓN ha hablado con Miguel Garaizábal, un jesuita gallego que lleva casi 60 años entregado a la formación de sacerdotes tailandeses que muestran su apoyo a los reos de la cárceles de este país del sureste asiático

koh samui prision
koh samui prisionLa RazónLa Razón

Aunque todos asociamos Tailandia con fiestas frenéticas, masajes tradicionales o playas vírgenes, lo cierto es que el país tiene estrictos códigos morales y normativas. Por ello, una publicación en redes sociales o incluso un insulto involuntario a la Familia Real puede llevar a la gente a la cárcel, y son muchos los turistas que lo han aprendido a la fuerza. Esta es la realidad para más de 15.000 extranjeros de más de 100 países, que se encuentran pagando sus errores y viviendo la amargura de estos purgatorios. A finales de 2023 el juez responsable del macabro caso de Daniel Sancho deberá tomar una decisión sobre cuál será su destino final. Para conocer mejor esta realidad, LA RAZÓN se puso en contacto con Miguel Garaizábal, un jesuita gallego que lleva casi 60 años entregado a la formación de sacerdotes tailandeses. Fue ordenado en Bangkok y actualmente es el superior de la Compañía de Jesús en Tailandia. Las Obras Misionales Pontificias ayudan a las 11 diócesis de este país del sureste asiático.

A Spanish chef alleged murder suspect Daniel Jeronimo Sancho Bronchalo (C), is escorted by Thai police officers to the court from Koh Phangan police station in Koh Phangan island
A Spanish chef alleged murder suspect Daniel Jeronimo Sancho Bronchalo (C), is escorted by Thai police officers to the court from Koh Phangan police station in Koh Phangan islandSOMKEAT RUKSAMANAgencia EFE

Resulta complejo trazar un mapa de la atención pastoral en prisión, explica Garaizábal, ya que existen muchas limitaciones y las directrices varían significativamente de una institución a otra dependiendo de la dirección administrativa de cada una, que suele rotar. En su servicio pastoral, acostumbraba a visitar a los reclusos mensualmente y, en los días religiosos, celebrar ceremonias en los patios para ayudar a los presos a sobrellevar su confinamiento con apoyo humano y espiritual, especialmente a la comunidad latina. No obstante, hace unos 15 años que no se permite a nadie entrar dentro los correccionales y mucho menos que los feligreses se reúnan para oír misa. La razón es el hecho de que este tipo de reuniones puede dar pie a que se desencadenen grescas entre bandas rivales y acabar en un motín.

Como todo en Tailandia, el sistema penitenciario y el proceso judicial tienen su propia cultura, sus puntos fuertes y sus puntos débiles, y a los extranjeros les puede resultar difícil desenvolverse en ellos. «La vida en prisión, como en otras jurisdicciones, se basa en un sistema de recompensas para reforzar el comportamiento positivo. La buena conducta y cooperación favorece para una reducción considerable de las penas. Es habitual que una condena extrema termine en una de 10 años», explicó Garaizábal.

Un país supersticioso

No obstante, la hermana de un ex convicto que prefiere mantenerse en el anonimato, describió este sistema judicial como «cruel», dado que «se trata de un país supersticioso y con un sistema judicial con escasez de recursos, donde te pueden caer diez años de cárcel por usar una tarjeta de crédito falsa, cadena perpetua por introducir una pequeña cantidad de droga o puedes salir en poco tiempo por una violación».

El primer choque se produce cuando los reclusos son recibidos en algunas de las abarrotadas prisiones, donde no se proporcionan colchones ni almohadas porque no hay suficientes para todos, tan solo se les entregan 3 mantas para poder dormir en el suelo de cemento junto a unos 20 presos apiñados en pocos metros.

Un informe publicado por el Instituto de Justicia de Tailandia en marzo de 2021 destacaba que las cárceles de este país registran uno de los mayores índices de hacinamiento del mundo y la mayor proporción mundial de mujeres encarceladas. Con más de 300.000 personas en prisión, además, la población carcelaria es la mayor del Sudeste Asiático, a pesar de que la proporción total es muy inferior a la de los países vecinos Indonesia y Filipinas. Al respecto, el religioso español defendió que la población carcelaria tailandesa ha disminuido tras la pandemia de la Covid-19 y como consecuencia de dos excarcelaciones masivas recientes, fruto de la pandemia.

Hay pocas prisiones en el mundo cuyas condiciones sean tan duras como la Prisión Central de Bang Kwang, situada en las afueras de Bangkok . No se concibió como una cárcel ordinaria, sino como un centro para los delincuentes más peligrosos que esperan sentencias del Tribunal de Apelación o del Tribunal Supremo, condenados a penas de entre 25 años y cadena perpetua, o los sentenciados a muerte que esperan su ejecución.

Hoy en día, Bang Kwang alberga unos 5.800 presos y se conoce en la cultura popular asiática con el nombre de «Gran Tigre» y en Occidente, como «Bangkok Hilton», nombre de una prisión ficticia de una popular serie australiana. Y dados los cargos a los que se enfrenta, este será probablemente el destino de Sancho.

De acuerdo con un voluntario anónimo consultado por este medio, aquí los presos reciben comida gratuitamente: una bolsa de arroz y otra de sopa para todo el día. No obstante, los reclusos pueden comprar alimentos extra en la tienda de la prisión, utilizando fondos que ganan trabajando, donaciones de familiares o ayuda de sus consulados. No existe dinero físico, los allegados pagan sus donaciones a la caja de la prisión y reciben un vale oficial, mientras que la cantidad recibida se ingresa en la cuenta del preso en la cantina. El padre Miguel, tras sus homilías, pide donativos para ayudar a los presos, pero lamenta que nadie se ofrece debido a la creencia en el Karma: el que ha cometido un crimen tiene que pagarlo. Una frustración que le ha llevado a dar soporte económico o alimenticio de su bolsillo. Por otra parte, el religioso destacó la labor de las embajadas, en especial la española.

Ayuda a la salud mental

Junto al misionero, una red de voluntarios ayuda a los reos latinos proporcionándoles acceso a vitaminas o alimentos esenciales, sobres franqueados para mantenerse en contacto con casa y libros o revistas para ayudar a mantener la salud mental. «Si quieres enviar lectura a un preso primero tienes que remitirlo a su embajada con su nombre y el número del edificio en el que se encuentra. Después, debe ser firmado por personas distintas a medida que avanza por la burocracia de la institución. Los libros son revisados, para que no haya palabras subrayadas que puedan ser mensajes cifrados, así que puede demorarse meses hasta que los reciben», describió.

El horario habitual de sus visitas es una vez al mes durante 15 minutos, y se realizan por un teléfono a través de gruesas ventanas de plexiglás clavadas en muros de hormigón, con una distancia de dos metros. Entre la población reclusa que atiende el padre Miguel se encuentra Artur Segarra, que cumple cadena perpetua por los delitos de asesinato y descuartizamiento de su compatriota David Bernat, en 2016.

Interpretación budista

Tailandia alberga diversas tradiciones religiosas, aunque el 95% de la población se adhiere a las interpretaciones locales del budismo Theravada. El respeto por la vida que impregna el budismo está relacionado con el principio del Samsara, el ciclo repetitivo de nacimiento, sufrimiento, muerte y renacimiento. Los budistas creen que el Samsara es el sistema nervioso del mundo y que, cuando se aplica la pena de muerte, los implicados se ven afectadas negativamente. De ello se deduce que la rehabilitación es la única que puede devolver el orden al mundo.