Cambio de vida
Aldo Comas, de saltar en paracaídas a vender cuadros por 9.000 euros
El artista vive en el campo con su mujer, Macarena Gómez, y su hijo, y afirma que cada vez necesita menos para vivir.
Aldo Comas es un hombre multidiciplinar, capaz de abarcar varias facetas laborales, desarrollarlas y, una vez ya las domina, cambiar de tercio. Es empresario, jardinero, agricultor, paracaidista, cantante, productor y protagonista de realities televisivos. Ahora es artista en el más amplio sentido de la palabra. Lo que empezó como un hobby es ahora uno de sus medios de vida. Comenzó a pintar por diversión y regalaba su obra a los amigos. Ahora ya los vende y con una buena cotización que puede llegar a nueve mil euros. Forma un buen equipo con la actriz Macarena Gómez, una de las protagonistas de la serie «La que se avecina». Viven en el campo y son autosuficientes con su huerto y sus gallinas. Se considera un hombre feliz que cada vez necesita menos para vivir.
¿Desde cuándo pinta?
Pintaba de pequeño, con la edad de mi hijo, y según me decía mi abuela Pilar, no lo hacía mal. Ella era pintora y me llevaba a museos y exposiciones. Me hizo empaparme de arte. Ahora he vuelto a recuperar ese gusto por la pintura. No tengo estudios de Bellas Artes y lo que hago es lo que siento, lo que me sale de la cabeza.
¿Una homenaje a su abuela?
Puede ser. Durante el confinamiento utilizaba sus lienzos, utilizando sus cuadros. Toda la vida me decía: «Tienes que pintar, tienes que pintar», y fue ese momento cuando lo decidí. Lo tenía dentro y, de alguna manera, tenía que salir. Mi abuela guardaba todos los dibujos que yo había hecho de pequeño. Y por fin encontré el momento.
¿En su familia hay más pintores?
Pintora era mi abuela. Y también hubo marchantes. Mi abuelo por parte de madre lo era y llevo a varios de los grandes artistas latinos como Guayasamíno Tabara. Lo único que heredé de mi madre fueron las litografías que hacía mi abuelo y sus retratos hechos por esos grandes artistas.
Su exposición ha sido un éxito.
Lo que comenzó como una distracción se ha convertido en mi medio de vida. Al principio, regalaba los cuadros. Después, me animaron a vender. Comencé con 100 euros, luego 300, 1.000 y ahora ya estoy por 9.000 euros. En esta última exposición presentaba quince cuadros, tres chaquetillas de torear y dos capotes. La primera tarde vendí cuatro y eso es todo un éxito.
¿Y por que el mundo taurino?
Por una razón muy clara. Representa el mundo de la contradicción. Es algo que odias o amas, pero es difícil no encontrar la belleza intrínseca. Hay gente que odia los toros, pero no dirá que un traje de luces es feo. Es puro arte de diseño y de esencia. A mí me gustan las cosas bellas.
Pero no está muy bien visto...
Le diré que la tauromaquia une a los españoles aún siendo amor y odio a través de una una liturgia estética.
Es un hombre multitareas capaz de tocar facetas laborales muy diferentes.
Ahora estoy centrado en la pintura y en criar a Dante, mi hijo. Bueno, y a volar. Me gusta saltar en paracaídas. Soy un hombre del Renacimiento en la posmodernidad, pero tengo claro que lo único que voy a hacer es pintar.
Tenía una empresa en Zaragoza. Un túnel de viento. ¿Por que lo dejó?
Me dejó ella a mí. Una inversión importante de ocho millones de euros con mi socio. Abrimos y, cuatro meses más tarde, llegó la hecatombe en forma de Covid. Me arruiné. Un drama económico y personal. Me di cuenta de que no soy hombre de empresa, de estar siempre en la cuerda floja. Y por eso me dediqué a pintar.
¿Puede vivir de la pintura?
Lo que me he dado cuenta es de que cada vez necesito menos. Vivimos en el campo y mi hijo va a la escuela del pueblo. Tenemos un huerto, gallinas y somos autosuficientes. Cuando descubres que puedes vivir con poco y ser feliz, todo lo que viene después es la gloria. Macarena y yo hicimos un cálculo y podíamos vivir con mil euros.
Macarena es una de las protagonistas de «La que se avecina».
Sí, ella es la que más viaja y yo me quedo de amo de casa con el niño.
Sus familiares eran comerciantes. Tenían una perfumería y usted ha preferido otras líneas de acción.
La perfumería la tienen mis tíos. Mi padre y mi abuela siempre han tenido comercios de souvenirs, unas tiendas muy locas donde lo mismo se vende una figura de Tutankamón a tamaño real que espadas, cachimbas, tabaco, alcohol... Un comercio muy especial en el Perthus, un pueblo fronterizo donde la mitad es España y la otra Francia. Ahí me crié.
Decía en una entrevista que había vivido la muerte muy de cerca…
Así es. Mi madre murió con 24 años cuando yo era pequeño, y ésta ausencia me marcó mucho.
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