Entrevista

Aldo Comas: «Hay hombres que tomamos riesgos femeninos»

Capaz de gestionar túneles del viento, trabajar en el campo y ahora pintar. No hay palo que se le resista al marido de Macarena Gómez. Sus cuadros, cotizan al alza

Aldo Comas
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En el intermedio entre ir a comprar una bala de paja de una tonelada para dar de comer a sus tres alpacas y reanudar su actividad como pintor, Aldo Comas, me habla del tsunami artístico que se ha desatado en su cabeza a raíz de confinarse en medio de la nada del Ampurdan catalán. Porque Aldo Comas es capaz de gestionar un túnel del viento en Zaragoza, pedirle matrimonio a la actriz, Macarena Gómez mientras se tiran en paracaídas desde una avioneta a 4.000 metros, y acabar almorzando en un palacio de Mónaco con Andrea y Pierre Casiraghi.

Esa dualidad rústica/regia de ir vestido con un abrigo de astracán de su abuela para posar en los fotocoles sociales y luego enfundarse un mono de agricultor chorreando pintura acrílica, Aldo, la vive con gusto. Ha convertido un antiguo granero en un espacioso estudio de pintor, donde su hijo Dante también ayuda en la creación y las tres alpacas: Melchor, Gaspar y Baltasar, más el cerdito Patata y los dos emures, se entretienen viendo el proceso creativo de Comas.

–Curiosa dualidad la suya

–Creo que es la mezcla perfecta. Hemos de ser el punto medio entre los dos extremos y ahí me muevo yo, que lo mismo estoy subido en un tractor, que metido en un garaje tocando con mi banda.

Como no tenía suficientes actividades, con el confinamiento ha aparecido la de pintor

–Mi abuela Pilar Colón, una mujer excéntrica y pija de Barcelona, que ha sido pintora toda la vida, me llevaba a museos, exposiciones y me hacía pintar mucho. Me ha hecho mamar la pintura toda la vida y siempre me ha dicho que pintase pero yo no la hacía caso y producía música, creaba cortos o ponía negocios. Ella nunca había vendido un cuadro y tenía muchos inacabados y lo que yo he hecho ha sido pintar sobre ellos y firmarlos a medias y los he vendido con su nombre y el mío.

–¿Es la mujer que le ha creado su fondo de armario?

–Una parte ha sido mi abuela y otra, más grande, ha sido el armario de mi madre. Ella falleció cuando yo tenía 24 años y heredé su ropa molona que es la que me pongo muchas veces, chaquetas de pitón, pañuelos de colores, camisas setenteras. Todo un rollo divertido y salvaje.

–Y que ha dado pie a un equívoco sobre su identidad sexual.

–Muchas veces me ha pasado, pero con buen rollo y a mi me da bastante igual. Hay hombres que tomamos riesgos masculinos o femeninos. No soy homosexual pero me da completamente igual y no lo tomo como algo peyorativo.

–Su pintura es urbana y grafitera, alejada de su imagen de dandy.

–Yo soy muy de estar en el barro o de estar arriba. A mi me gusta mucho David Hockney que utiliza muchos colores, como yo, y es muy dandy. Aunque todo el mundo me dice que pinto con el nervio de Basquiat, con ese estilo nervioso y yo lo considero un honor. Trabajo mucho en formato nervioso, como escritura automática, incorporo trozos de canciones que escucho, recuerdos que me vienen, es un enganche. Ahora estoy trabajando mucho el formato grande y el gallinero que me he acondicionado como estudio, es perfecto.

–¿Y como fondo creativo se inspira escuchando su música?

–Jamás, ya solo me faltaría poner una foto mía y verme también. Escucho muchísima música todo el día, africana, tropical, jazz... la música me afecta mucho en todo el proceso creativo. Mis cuadros tienen muchas capas de pensamiento.

–¿Su obra ya está colgada fuera de España?

–Alguno se ha ido a Miami, a Paris, Patagonia y a Mónaco.

–¿El de Mónaco es para los Casiraghi?

–Efectivamente. Hay uno de mis cuadros que le encanta a Andrea pero ahora está expuesto en una galería de Mallorca. Cuando acabe la exposición se irá para su casa de Mónaco.

–En seis meses no le ha ido mal...

–Estoy flipando. Por ejemplo, Drew Aaron, que es uno de los grandes coleccionistas de arte del mundo menor de 50 años, se enamoró de mi obra y se ha quedado con algunos cuadros y además quiso exponerme en Baleares. Mi mujer siempre me dice que reconozca que soy pintor, pero hasta ahora me ha costado, a mí no me da vergüenza denominarme así, pero me produce respeto y me paso todas las horas del día pintando, así que, sí soy pintor.

–Le cuesta llamarse pintor y ya tiene un futuro prometedor...

–Estoy alucinado con la acogida que ha tenido mi obra. Me han comprado cuadros, banqueros, industriales potentes y por ejemplo, Nacho Guerreros, que trabaja con mi mujer en la serie «La que se avecina». El actor es coleccionista y ha sido uno de mis primeros compradores porque está convencido de mi talento.

–¿Colecciona arte?

–Heredé algo de mi madre porque mi abuelo trabajaba haciendo litografías en Sudamérica y tengo muchas cosas variadas de artistas sudamericanos, pero no he sido coleccionista al uso.

–¿Hasta ahora ha desconfiado del independentismo catalán, cómo ve el panorama?

–Lo vivo más tranquilo por aquí porque ahora vivimos en el campo. Esto es como una burbuja pero voy siguiendo lo que pasa en Madrid y Barcelona y es una locura, tanto que no queremos regresar y de hecho, tenemos al niño escolarizado en un colegio del pueblo con otros 15 críos y es feliz. Ahora le tengo correteando medio salvaje por el campo o pintando por todas las paredes, pero tiene dos padres cultos que controlan su asilvestramiento.