
Opinión
El diario de Amilibia: El beso a la asesina
"Hizo la cobra, sí, para evidenciar la venenosa boca de Mónica"

Todavía colea la cobra que le hizo Ayuso a Mónica García cuando, vaya usted a saber con qué secretas intenciones, la ministra intentó besar sus sonrosadas y carnosas mejillas. «¿Quieres besar a una asesina?», le espetó la presidenta madrileña para justificar el rechazo. Hizo la cobra, sí, para evidenciar la venenosa boca de Mónica. La frase de Ayuso es un buen título para un culebrón, más «noir» que romántico, que podrían escribir ella y MAR a cuatro manos, quizá con el asesoramiento del novelista González Pons, especialista en sexo, amantes y sangre en la política. Superaría a «La viuda negra». Ya sabemos que cada gesto de Ayuso revoluciona el circo nacional y todo el mundo (incluso desde su propio partido) se apunta al lanzamiento de cuchillos con ella en la diana. Salvador Illa, qué maravilla, capaz de ser nacionalista por la mañana, español a la hora de comer y de ERC por la tarde, la acusa de «no entender España».
Decía De Gaulle que una nación con más de trescientas marcas de queso era muy difícil de administrar. Feijóo, autonomista, galleguista a ratos libres, no dirá nunca que un país con tantas lenguas cooficiales y con tantos pinganillos en las orejas para que nos traduzcan hasta el bable, es difícil de entender y gobernar. Este bufón se divierte mucho imaginando escenas más o menos irreales. Por ejemplo: cuando Luis de la Fuente da sus charlas tácticas a la selección nacional, ¿algunos jugadores le piden pinganillos para escucharlas cada uno en su idioma cooficial? ¿Los pedirán Mbappé, Vinicius, Rudiger, etc., si Xabi Alonso dirige los entrenamientos en vascuence? En la parodia de un país cuajadito de auriculares, como si todos fuéramos sordos, Illa podría ser el inventor de un pinganillo que, al sonar el Himno Nacional, se oyera «Els Segadors». Y al revés.
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